Jorge Teillier. Tras releer a Li Tai Po

 

Presentamos dos textos del gran poeta de los lares.

 

 

 

Jorge Teillier

 

 

Viendo Casablanca donde Lorenzo Peirano

 

Rick el “Boss”

no recuerda en dónde estuvo anoche

y yo tampoco.

Lorenzo Jr. me pide que en vez de escribir

me coma los papeles en blanco.

(Debo llamar por teléfono

pero no me acuerdo del número de ningún teléfono).

Hoy día murió Modugno

“Ciao, ciao bambina, non ti scordare/ vorrei trovare parole nuove/

ma piove, piove sul nostro amore”.

“Bueno, uno entre y otro sale”.

“El mundo siempre acoge a los amantes”

Eso escuchaba decir Ingrid a Boggie.

“Todo se derrumba y nos enamoraremos”.

“el país está lleno de traidores que buscan un líder”.

 

Siempre tenemos que hacer algo

mejor de lo que en verdad tenemos que hacer.

Estamos en un mundo

donde siempre podemos ser detenidos por sospecha.

Los alemanes han perdido todas las guerras que iniciaron

y también sus discípulos

a pesar de que imiten su paso de ganso en parques con olor a chicha y a fritanga.

 

¿Cómo habla un Boss?

¿Habrá ñoquis hechos en casa?

¿Por qué Miguel Antonio no quiere salir del corral?

¿Hablaremos del pazzo Campana

o de la bella suicida Antonia Pozzi?

De ellos nos traerá noticias

el armado Padrino Volpe.

 

Hasta luego, hasta luego.

Voy a juntarme con Montale y Dora Markus

en la Casa de los Aduaneros.

 

“Toca otra vez Sam”.

Tal vez todo no es más que una simple melodía

y nadie debiera recordarme.

“Toca otra vez Sam”.

 

 

 

Tras releer a Li Tai Po

 

a Jaime Valdivieso

 

Cornejas en Temixco. Y un cuervo blanco

en mi bolsillo. Cornejas chillan en Temixco.

Fue hace tres años. Y ahora cuento

que alguien me ha traído a Miguel Claro

un aroma de copal y Día de Muertos en Pátzcuaro

y campesinos velando a medianoche

bajo la llovida tumba de los antepasados

conversé bajo el níspero cuyas hojas

embriagan dulcemente

el añejo sol del paso del invierno.

 

Me gustaría atrapar un cuervo blanco

y recordar los pasos de los caballos de Hernán Cortés

frente al puente de tu casa.

Me gustaría ver el rostro de esas muchachas rubias

como hojas reaparecidas en la hiedra del viejo Pedagógico,

y nuestras caminatas por los senderos del Ñielol

y el Puente de los Mellizos.

 

“Pero no quiero cubrirme de plumas

ni que mis ojos se tornen cuadrados”.

 

Mi castigo es no querer sobrevivir la inmortalidad.