Jorge Teillier. Señales de vida

 

Presentamos dos textos claves del inolvidable poeta chileno autor de Muertes y maravillas.

 

 

 

 

Jorge Teillier

 

 

SEÑALES DE VIDA

 

¿Para qué dar señales de vida?

Apenas podría enviarte con el mozo

un mensaje en una servilleta.

 

Aunque no estés aquí.

Aunque estés a años sombra de distancia

te amo de repente

a las tres de la tarde,

la hora en que los locos

sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros

espantando nubes en los trigales.

 

No sé si recordarte

es un acto de desesperación o elegancia

en un mundo donde al fin

el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.

Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce

para que se descarrilen los trenes.

Hacer el amor

en el único Hotel del pueblo

para oír rechinar los molinos de agua

e interrumpir la siesta del teniente de carabineros

y del oficial del Registro Civil.

 

Si caigo preso por ebriedad o toque de queda

hazme señas de sol con tu espejo de mano

frente al cual te empolvas

como mis compañeras de tiempo de Liceo.

 

Y no te entretengas

en enseñarle palabras feas a los choroyes.

Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.

Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,

y sorber la sopa un día de Banquete de Gala

significa soñar en voz alta.

 

Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.

Las esposas cantan felices

mientras zurcen el terno único

del marido cesante.

 

Ya nunca más correrá sangre por las calles.

Los roedores están comiendo nuestro queso

en nombre de un futuro

donde todas las cacerolas

estarán rebosantes de sopa,

y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.

 

Aprende a portarte bien

en un país donde la delación será una virtud.

Aprende a viajar en globo

y lanza por la borda todo tu lastre:

los discos de Joan Báez, Bob Dylan, Los Quilapayún,

aprende de memoria los Quincheros y el 7° de Línea.

Olvida las enseñanzas del Niño de Chocolate, Gurdgieff

o el Grupo Arica,

quema la autobiografía de Trotzki o la de Freud

o los 20 Poemas de Amor en edición firmada y numerada

por el autor.

 

Acuérdate que no me gustan las artesanías

ni dormir en una carpa en la playa.

Y nunca te hubiese querido más

que a los suplementos deportivos de los lunes.

 

Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.

En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.

 

Y ahora

voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja

y tú

mejor enciérrate en un convento.

Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.

Dicen que la sífilis de nuevo será incurable

y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas

o dictadores.

 

 

 

 

AHORA QUE DE NUEVO

 

Ahora que de nuevo nos envuelve el invierno

enemigo de los vagos y los ebrios,

el viento los arrastra como a las hojas del diario de la tarde

y los deja fuera de las Hospederías,

los hace entrar a escondidas a dormir hasta en los Confesionarios.

 

Conozco esas madrugadas

donde buscas a un desconocido y un conocido te busca

sin que nadie llegue a encontrarse

y los radiopatrullas aúllan amenazantes

y el Teniente de Guardia espera con su bigotito de aprendiz de nazi

a quienes sufrirán la resaca por no pagar la multa.

 

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno

pienso en escribir

sobre los areneros amenazados por la creciente

sobre un reo meditabundo

que va silbando una canción,

sobre las calles del barrio

donde los muchachos hostiles al forastero

buscan las monedas para el flipper

y los dueños del almacén de la esquina

esperan entumecidos al último cliente,

mientras en el clandestino

los parroquianos no terminan nunca su partida de dominó.

 

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno

veo un farol transformado en santo por un nimbo de niebla

y los amantes desamparados

besándose apegados a los cercos.

 

Ahora que de nuevo nos envuelve el Invierno

pienso que debe estar lloviendo en la Frontera.

Sobre los castillos de madera,

sobre los perros encadenados,

sobre los últimos trenes al ramal.

Y vivo de nuevo

junto a Pan de Knut Hamsun lleno de fría luz nórdica y

exactos gritos de aves acuáticas,

veo a Blok errando por San Petersburgo contemplado por el

Jinete de Bronce

y saludo a Sharp, a Dampier y a Ringrose jugándose en Juan

Fernández el botín robado en La Serena.

 

Me han llegado poemas de amigos de provincia

hablando de una gaviota muerta sobre el techo de la casa

del rincón más oscuro de una estrella lejana

de navíos roncos de mojarse los dedos.

Y pienso frente a una chimenea que no encenderé

en largas conversaciones junto a las cocinas económicas

y en los hermanos despojados de sus casas y dispersos

por todo el mundo huyendo de los Ogros

esos hermanos que han llegado a ser mis hermanos

y ahora espero para encender el fuego.