Jorge Saucedo

“Marítima” y otros poemas

 

 

 

 

 

Centro

 

donde clavaron su ruido las máquinas de explanación

rebasado por el dibujo de la lluvia

entrego las dedicatorias de edificios que otros hombres construyeron

aspiro transparente

un globo reventado se nos secará pronto en las manos

 

 

 

 

Acabó

 

han pasado miles de nubes por encima del patio

este patio ha sido también miles de patios

que se han distribuido

los patios han visto correr miles de nubes por encima de ellos

pero todos estos espacios cuajados de cemento

y quietos con suficiencia doméstica

son nada más que este patio que mira al cielo

 

acabó la mañana en que buscaba flores

 

acabó la tristeza de quien se rompe una uña

 

 

 

 

Sol

 

tarde rabiosa, Paredón, Paredón

el sol dura más que la piedra

pero la piedra es la fiera donde se lava la mortandad

el cuerpo de piedra del animal recibe la lluvia y el sol

y la sangre hace ríos en su porosidad que no requiere nada

la piedad podría ser una hipótesis blanda en sus rodillas

y yo tengo un corazón

nada suficiente para hablar con un hombre de piedra

que en su corazón esculpe un animal

que el sol no ha podido quebrar

 

 

 

 

Tormentas

 

llegué del sol con las tormentas

Paredón, Paredón

en la escurrida baba yo deseé un riachuelo

de mi mano pedigüeña brotaba un chorro de piedras

en camino, del cerro abajo

en un punto del cerro

en un momento de su altura me escondí de Dios

miraba las piedras escurridas

bebés rupestres

por una línea y otra, las filosas reuniones

de patrias marinas

 

 

 

 

Campana

 

no quiero despertar con el dedo quemado

las rocas son murmuraciones si me pongo de pie

una mano se abre, dos luciérnagas cierran los ojos

despertaré con cabeza

no quiero morir dormido con el ojo quemado

deja de hablar

traga luces en lo oscuro, abraza el mal

campana muerta

 

 

 

 

Escrito

 

el esfuerzo de un hombre que vive

queda escrito en la piedra

 

los demás honran su nombre

 

¿qué habrá que no se pudra

cuando lo ven los hombres?

 

 

 

 

Ayer

 

ayer estuve en el desierto

 

en medio del día

¿quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

 

(sin duda, esta es mi madre y mis hermanos

una conversación con la luz)

 

 

 

 

Leche

 

hay quien se ha negado a ver el color de la leche

pero los niños hinchan sus cachetes con la misma

precisión

con que el tractor produce líneas paralelas

 

el sonido de las piedras en la bolsa es bastante

porque nunca requirió comprensión

y es anterior a mí

 

 

 

 

Marítima

 

Toda persona es una tentativa.

 

En el bar miro a los chicos escoger canciones.

Esta ciudad es poca cosa, y su gente pequeña.

Si reunieran su pequeño ser, sus experiencias mínimas,

no sería el resultado menor que en otras ciudades.

Esta ciudad tiene un nombre risible. También la mía.

Esta ciudad es poca cosa,

y sus muchachos son conmovedores.

Viven serenamente.

La vida los destruye. Sufren responsabilidades y amor.

Y la conciencia eventual de estar vivos.

Pero al verlos elegir su canción entiendo que viven con

severidad.

 

No cabe duda de que esta ciudad no es la mía.

Ni ninguna en la que haya estado antes.

En esta ciudad hay mar.

Y eso me alegra, y me recuerda que nací lejos de aquí.

La misma alegría llena la cara de mis conciudadanos.

Yo también soy pequeño, y me alegro con poco.

Yo pongo mi canción.

Y mi felicidad es del mismo tamaño.

Y por otra parte, es todo lo que importa.

 

Jorge Saucedo (Monterrey, México, 1980). Es autor de dos libros de poesía: Peltre (2005) y Ánima y piedra (2009), que recibieron el P ... LEER MÁS DEL AUTOR