Jorge Nájar

Árbol de luz

 

 

 

 

El centro de la fiesta

 

1.

 

Sé que eres tú esa chispa que arde en la oscuridad.

¿Llegaremos a tomar distancia de los ángeles

arremolinados en la curva de los caminos?

Romperlo todo era el único propósito.

Echarlo todo por la borda. Al diablo los ángeles.

Cavar una profunda tumba en el aire

para nuestro desgarbo adolescente.

No creer en ninguna patraña de los arrabales:

la felicidad en una cabaña jugando con serpientes.

Sólo la exageración. Sólo la pureza. Y nada más.

Pero vuelves embebida de noche.

 

 

2.

 

Trato ahora de encender una luz

para saber cómo limpiar de nuestras vidas

el rencor y el humo vano de aquellos días.

Estrellita negra del amanecer,

en la opacidad de aquellos días comencé

a escribir lo que nadie entonará. Tu adoración y tu rencor.

Todo quedará perdido en el fondo de algún desván.

Papeles rotos  / Cuadernos quemados.

Ceniza talvez en el fondo del olvido.

Ser siempre puros donde sea y sin treguas.

 

 

3.

 

En esa agitación fui asaltado por el desprecio

del desbarajuste como tabla de salvación.

Y tu cabello reluciente, Estrellita, cuando brilla la luna,

tu cabello como cuerdas para perder el alma.

Fantasma que desde entonces no he podido controlar.

En esa bruma se extravían los papeles rotos

que nos llevarían a los dominios

de los furibundos ángeles que fuimos.

Era la consigna: ser siempre los reyes de la fiesta.

Los reyes de tu fiesta, Estrellita,

un cuerpo celebrado a la luz de la luna.

 

(De Malas maneras, 1972)

 

 

 

Patio de peregrinos

 

En busca de una verdad oculta partieron

tres, ya no sé cuántos, cuatrocientos mil caminantes,

aves de picos curvados y plumaje gris rojizo

—así como aquí los pinto—

sin saber que el viaje tiene diferentes croquis

para el amor o el odio, para el amor o la traición

reunidos en un mismo tonel de vino

o en un grueso haz de heno.

Y dijeron

mientras se iban con el carcaj y la gloria

“El canto más nuevo trae la mejor alabanza.”

A esos peregrinos los hemos esperado

estrechamente unidos a las piedras del patio

ansiosos de un arte de quemar olvidos

y de recomponer cenizas

en el mismo lugar donde los señores

ordenaron coleccionar los antiguos cantos

mucho antes de la caída del último emperador.

Pero es viejo este sol y no cabe esperar más

a los héroes que se fundieron en una luz remota

ni al viento que borra nombres

tejidos sobre el polvo del camino

porque en la quietud del incendio nadie canta.

Todos se están bailando vieja música

que ayer rompió y quemó viajes.

 

(De patio de peregrinos, 1976)

 

 

 

En estos campos

 

Cruzando los puentes del norte

por la tarde      escribo      sueño

como si el mundo ardiera detrás de las colinas

donde el medioevo imaginó

campos para margaritas y vacas

y detrás una cabalgata de ebrios

rojos      negros      multicolores

brillantes en las fisuras del paisaje

 

Pero en el aire de estos días     en la tierra y el agua

el mundo de los sentidos se ha vuelto invisible

visto desde las ventanillas del tren

que cruza el corazón de la vieja Flandes

 

Escribo en mi memoria

Si resistes el mundo puede ser tuyo

No te quiebres

 

¿Y en ese bullir vives avanzando hacia la muerte

como la hormiga en el fruto o el picaflor en el campo

sacándole polen y dulzuras a la flor de los breñales?

 

En ese bullir       en ese incendio        escribo

igual que los hombres y mujeres del Juicio Final

el universo perfecto de la tira cómica

emergiendo del fondo de la historia

esa burla

hasta llegar al delirio de estos días

en el que me tengo con los ojos brillantes

sonriente y tembloroso

 

(De Finibus terrae, 1985)

 

 

 

Retrato de estatua
ante la puerta de la ciudad

 

En el campo de la verdad estoy, Señor,

allí donde se cruzan los caminos,

viendo lo ordenado por tus hijos

y que tus nietos, después, destruyeron

peleando unos por ángeles y otros

por los herederos del diablo, tu cuñado.

Ya desde entonces se veía que serían

más enemigos que tú, Yahvé, y tu vecino

Pedro Botero, el bello ángel cornudo.

Ya desde entonces estaba escrito por aquí

donde aún permanezco oxidado y fiel.

 

Y aunque leal muy deslucido, Señor,

ante el oro de esta villa patricia, tierra

de apreciados cítricos para las ostras

y más tierra aún del Árbol de Pallas

que lo sabe todo y calla, sabio,

mientras los hijos de Hispalis

se rasgan las vestiduras y gimen

a poco de decidir si los botines

llegados de allende pertenecerán

a los encomenderos y sus protegidos

o a la enseñoreada soldadesca de regreso

—rapaces los unos y los otros—. Más tarde

llorarán rompiendo puentes, como yo,

y llegado el momento quemarán las naves,

también como yo, al tiempo que sonrío

y quedo inmóvil y enfrentado al mundo.

Enfrentado al incrédulo que aquí también

se levantó tu pueblo cuyos cadáveres

yacen olvidados y pueden todavía,

bajo el polvo, hacer que las olivas sean

siempre tan gordas y las naranjas tan dulces

y tan buena la leche de estas cabras.

 

(De Lienzo escrito, 1992)

 

 

 

Árbol de luz

 

Labrado por el placer y los años

estoy a los pies del árbol-madre,

con los ojos brillantes, descalzo,

avanzando hacia la sangre;

subo desnudo por los aires, los ríos

donde me plazco, lloro, canto;

subo hacia las inocentes flores

que mis afanes le arrancan.

¿El viento negro pretenderá devastarme?

Más arduo sería quedarme en silencio,

inmovilizado por las mariposas de la noche.

Saltan los pétalos, saltan los cogollos,

materia generadora de la vida.

Soy ese camino hacia la luz.

Soy el camino que se hunde

en la verdad.

 

*

 

Entre quienes van a quién sabe

qué profundidades, qué placeres,

doy un salto hacia la luz;

y allí reencuentro en la algarabía

de criaturas de la vida, del dolor,

la humildad de los que vuelven,

el jolgorio de los que se van

y en compañía de ellos me digo:

al diablo el oropel, los festines

las luces de bengala,

al diablo.

 

*

 

Al diablo los precipicios del vivir

en la guerra de todos los días;

mejor sería quedarse soñando

a tus pies viejo árbol,

limpiarse de la vanidad oculta

en el aire tan simple que nadie ve.

Y en el charco amarillo el reflejo

de la luna, del colibrí cantando

mientras saboreo tu grandeza.

Con tu savia vienen las promesas

de otro mundo, de otro sueño.

Poco importa si al despertar

la noche arda o no

pues lo que sí cuenta

es brillar bajo tu sombra.

 

(De Espíritus, 2005)

 

 

 

Plegaria

 

Señor, en las puertas de estas ruinas

comienza el fin. El fin de qué, dirás.

Sólo tú lo sabes. Más allá están las dunas.

Quiero, pues, antes de extraviarme

depositar en tu gruta algo de mí.

No sé cantar, ni bailar. Y ya no puedo ni llorar.

Pero aún puedo pagar y darle a este artista,

magro y triste, la tarea de pintar beldades

que vuelen leves alrededor de tu cuerpo regordete.

 

Acéptalas, Señor, pues no eres tan torpe

para no adivinar que ésas son las formas

de mis rezos, de mis humildes plegarias

para que mi mercadería llegue a destino.

Todo lo que llevo es contrabando,

pero cuánto sudor me ha costado.

 

Acepta, Señor, mi ofrenda.

Y no siembres traición entre mis pies

pues nada sería más desierto

que perseguirte sediento entre las dunas,

maldiciéndote entre la risa y el olvido.

 

Yo cumplo lo que digo.

Yo cumplo y te sonrío

con una taza de té en la mano

y en la otra una lugareña

que mañana se olvidará de mí.

 

(De Ahí donde brota la luz, 2007)

 

 

 

Bajo las águilas

 

1.

 

Bajo las águilas los caballos relinchan

Aunque la velocidad del viento ha bajado

El frío sigue intenso por la calle de los Mártires

Por ahí suben y bajan voces clamores y silencios

¿Qué esperaban de mí? ¿Un póquer de ases?

Nada aguardo del azar de las cumbres

Tal vez sí el tropezón en el penúltimo instante

Y más allá el desfiladero por donde avanza

El palpitante mundo de los burdeles

Y el Ángel de la Consolación que sólo quiere

Hablar de la belleza y del odio

La aristocracia de los abolengos inventados

La de los vendedores de guano

La falsa República Aristocrática

¡Qué risa las glorias pretéritas!

Detrás de las viejas puertas gimen

Los pájaros cautivos / Los amoríos truncos

Nuestra vida dispersa entre océanos y continentes

Todo eso resumido en un instante

En esta voz que tropieza y se levanta

Y canta No ser sólo la suma de los huesos

Algo de alivio espero en mi palabra

 

 

2.

 

Bajo las águilas los zorros en el acantilado

¿Tu palabra? / El jefe de la tribu

Soñaba con la idea de la política

El comercio del hierro del cemento

O de cualquier asunto rentable

Poesía y amor / decía / no son asuntos convergentes

El amor es un rayo permanente / Un rayo

Y la poesía una lenta combustión

Que arde en la paciencia

¿De qué vivir sin el fulgor de las convergencias?

Ser un personaje dorado en alguna trinchera del poder

O ser un pobre diablo arrimado al dinero de los otros

En la guerra por la existencia sólo el dinero

Te permite navegar de un océano a otro

El jefe de la tribu hundido en su terruño

Hubiera dado el pájaro azul dormido en su corazón

Por subir por la cuesta del Calvario

Hacia la cima donde se trenzan los presagios

Y desde ahí lanzar su último dardo

No quiero que mi vida acabe en un puñado de ceniza

No lo quiero por nada del mundo ¿Me entiendes?

Bajo las águilas los zorros de abajo cantan

 

 

3.

 

Por la pendiente que te lleva que te trae

La primavera ha llegado cargada de frío

Y ahora toda ella resbala por el alcantarillado

Todo resbala con las últimas luces de la fiesta

El norte / el sur / oriente / occidente

Sólo perdura la idea del dardo y su veneno

En busca de limpieza te has extraviado

Golpeándote con los fantasmas de la historia

En esa búsqueda se te ha ido el tiempo

Por los puntos de unión sin encontrar a nadie

Sólo las llanuras de las altas velocidades

Sólo los trenes que bajan en la oscuridad

El scotch que se desliza por la misma senda

Y se infiltra en la sangre y en tu existencia

Cada quien más solo bajo las águilas

Rumbo hacia el otro lado del mundo

 

 

4.

 

En el penúltimo peldaño te asaltan visiones

De las horas vividas en las callejas onduladas

Y en la piedra antigua de los cementerios andinos

Pasando entre las cabezas allí acumuladas

Acaso tropezaste en el rostro de alguien

Y éste llorando se puso a gemir

¿Quién eres tú que vas por este mundo

Golpeando a los demás en la cara?

Soy un sobreviviente / digo / soy el que avanza

Dando manotadas en el aire oscuro

Estoy en medio del tumulto

Frente a los rieles que cruzan los mares

Recitando cantos bárbaros

En medio del círculo donde todo se anuda

Estoy en el centro de la hoguera bailando

Y recordando a mis muertos y a mis vivos

Con palabras salvajes para apaciguar

Las marcas de la sal Una traición

Una mentira El infierno

 

(De Piedra angular, 2013)

 

 

 

Por la ruta de los antiguos mausoleos

 

Por las orillas del mar en llamas

Oh Troya te llevo en mi corazón

Avanzo por el antiguo camino yunga

las tumbas y las huacas de los abuelos

en medio de la polvareda y el abandono

Los viejos trenes repletos de náufragos

A su sombra ardieron los amores

hasta que de pronto cayó la tarde

La noche inmensa al pie de los cerros

mientras ladraban los perros sin cerdas

reclamando parcelas de salvación

Antes de la destrucción del imperio

aullaban en lo alto de los cerros

y en los jardines frente al mar

Perros multicolores trepando por los barrancos

Oh / Taytacha/ colmillos de oro

pido perdón a todos mis muertos

por hablar de los perros en esta oración

que sólo quiere rendir homenaje a los caídos

Sé que más allá del paisaje estás tú

iluminándonos con tu verdad

 

(De HOTEL UNIVERSO, 2016)

 

 

 

Herencia

 

Desde el corazón de la bruma remito

estas piedras pintadas para que me vean

bailando en medio la barbarie

Es mi ofrenda a la verdad

 

En estos dibujos de mi existencia

verás hasta qué punto es diabólico

el binomio de verdad y belleza

¿Qué tienen de bello estas imágenes

donde los pájaros cantan entre las nubes radiactivas?

¿Qué tienen de bello los hombres enmascarados

antes de hundirse en sus máquinas salvajes?

 

En la tierra de los acantilados del norte

lucen inmensos cilindros y torres sin nombre

No hay bosque en las cercanías

solo pájaros silbando maldiciones

en las redes de alta tensión

 

Entre esos cantos pasan nubes radiactivas

Y en mi mano el otoño estruja las raíces del camino

Esta es la herencia que dejamos

Estas son las sombras de nosotros mismos

Señora del Silencio

 

(De Piedras, hitos del camino, 2020)

 

Jorge Nájar (Pucallpa, Perú, 1946). Transcurrió su infancia y adolescencia en diferentes ciudades de la Amazonía. En 1964 se trasladó a Lima donde e ... LEER MÁS DEL AUTOR