Jorge Federico Travieso

Plática ingenua con la muerte

 

 

 

 

 

PATRIA: NOSTALGIA DEL COLOR

 

¡Ah! no me deis estos cipreses mustios,

estos abetos pálidos y grises,

este sol que rastrea por las hojas

y tirita sin fe sobre los líquenes.

 

Dadme un pinar, azulidad y flautas,

dardeando recio por los soles místicos,

un pinar de esmeralda en que se crucen

como arco iris, guacamayos indios.

 

¡Ah! no me deis los nórdicos océanos

color de plomo al mediodía triste,

mares de luto en que la niebla arrastra

su melena de sombra por el límite;

 

Dadme mi mar, azul como el cielo,

blanco de alas, purpura de picos,

mis islas verdes, mis espumas albas,

¡dadme a Honduras, magnifica y terrible!

 

 

 

 

 

Tu amor se queda lejos y otro amor me florece;

ella tiene los ojos de un azul que no espera,

tú los tenías negros.

Ella tiene el cabello como el oro de Honduras,

glorioso, rubio, ingenuo,

tú lo tenías negro.

Manos como gardenias;

Tú tenías las manos

Amasadas con luna y aceitunas silvestres.

Ella tiene alegría, tiene canto y deseo,

tú eras triste y lejana con temblor de silencio.

Tu amor se queda lejos y otro amor me florece;

paseamos por el parque, reímos y corremos,

y al regresar a casa, bajo el dolor del mundo

por la ruta del sueño eres tú la que vuelves.

 

 

 

 

RUEGO SIN CONVICCIÓN

 

Perdóname, la tarde

Tenía mucho azul para no amarte.

Había tanto verde en los senderos

Y era tan pura el agua del riachuelo

Que tenía por fuerza que besarte.

Perdóname,

Ya no seremos nunca lo que fuimos

Los dos, aquella tarde.

Tu beso es un silbar de codornices

En el fondo del valle del recuerdo,

Y tus ojos tan negros, casi tristes,

Serán por siempre en mis nostalgias grises

Un amor enterrado que no ha muerto.

No tenía derecho de besarte,

Pero había una brisa de palmeras

Y estaban tan floridas las praderas

¡Y estabas tú tan linda aquella tarde!

Llevo la penitencia de tu boca en mi boca,

Llevo el silicio vivo de tus ojos de sombra,

Llevo tus manos finas como serpientes locas

Tatuadas en el alma,

¡Y eso a ti no te importa!

Ya ves que yo he perdido,

Perdóname!

Algún día sabrás lo que se siente

Una tarde de estío en que se está muy solo

Y se alcanza de pronto, como el cielo,

Tu boca.

 

 

 

 

¡VIDA! ¡VIDA!

 

A veces, te confieso.

He deseado escaparme de tu abrazo,

¡Oh, minuto de estúpida fatiga!

Anhelo tonto de cerrar los ojos

Al único horizonte con que cuento.

Sigue, sigue doliendo,

Púnzame en el amor con mil suspiros,

Hiéreme en la pobreza con mil escaparates,

Destrózame el deseo

en tu resta implacable de emociones,

Llévame al puerto blanco

desde donde contemple compañeros

más lejanos que nunca.

Y todavía allí, ¡detén un poco!

Para sorber el último

Dolor que me depares

Y tomar el desquite en una rosa,

En una sinfonía de Beethoven,

O en la gracia sutil de una palmera

Recortada en el gris de un cielo mustio.

¡Vida! ¡Vida! No puedes con mi alma,

Casi me iré debiéndote hermosura.

 

 

 

 

PLÁTICA INGENUA CON LA MUERTE

 

Déjame un poco, cuando sea tiempo

Quizá yo mismo bajaré a buscarte

Al jardín que blanquea eternamente

Bajo la luna…

Al fin y al cabo es todo lo que tengo;

Este barco redondo en que me has puesto

Sin que sepa por qué ni para cuándo,

Y si antes de venir estaba muerto:

¿Por qué esperar la vida cuando parto?

¿Sabes que me resulta entretenida

Esta partida de ajedrez que juego

Con el dolor? Ya somos tan amigos

Que ni sonrío cuando estoy ganando

Ni pongo mala cara cuando pierdo.

Además… esas manos que acarician,

Esas palabras dulces, esos besos,

Esas puestas de sol, esa delicia

De los campos… el misterio…

¡Hay tantas cosas bellas, hazme tiempo,

Quiero gozar un poco este relámpago!

 

 

 

 

SUEÑA MORAZÁN

 

Si hay más allá que sea hermoso y bueno

para tu gran amor atormentado.

Algo como tu ensueño realizado

en la escondida realidad del sueño.

 

Si hay más allá que tengas cinco estrellas

bajo tu mando, ¡General osado!

y pasees la vista emocionado

con un solo fulgor prendido a ellas.

 

Si hay más allá, mi General, espero

que te adorne el ojal de la solapa

un escudo con cinco pebeteros

 

en campo azul, y vivas prisionero

para no ver tu desunida patria

en hipnótica torre de luceros.

 

 

 

 

TEGUCIGALPA PEQUEÑITA

 

El valle azul te forma la cuna en que te meces

y el río es el ombligo que nunca te cortaron.

Son ayas las montañas que miran como creces

y Dios vela tras ellas… sus ojos te besaron.

 

Haciendo los pininos que por tu edad mereces,

te subes a las faldas, chiquilla tras la luna,

y en infantil deliquio que por caer pereces

desprendes los girones de niebla que te acuna.

 

Proyectos de cemento sepultarán al río,

soñará rascacielo tu nuevo poderío

y has de llorar por lunas forjadas a presión.

 

Pero serás por siempre la ciudad pequeñita

para los que dejamos en una lucecita

de tus esquinas tristes la primera ilusión.

 

 

 

 

LAS GUARAS

 

Rojo, amarillo, azul, como banderas

ondeantes bajo el sol, pasan las guaras,

arco iris al viento en la dorada

verdura del pinar que reverbera.

 

Uniforme de púrpura y hombreras

en oro reluciente cinceladas,

de un azul inefable galonadas

y del amor eterno mensajeras.

 

Siempre de dos en dos, siempre amorosas,

ya muerto el sol sobre las cumbres rosas

cruzan el valle hacia la serranía:

 

y son en los crepúsculos violeta,

hacia la luna, amantes en secreta

fantástica y sublime romería.

 

 

 

 

BRASSAVOLA

 

Yo te conozco, pálida en la atmosfera

de esta Honduras feraz de poesía,

sostenida en el aire por la luna

de largos dedos finos,

por la luna y el aire que te quieren

y te rodean y te ciñen

en las cálidas noches de mi tierra

grande de amor, feraz de poesía.

 

Yo te conozco inmóvil en tu vuelo

que finge rapto de extasiada virgen.

Tu vuelo detenido en la penumbra

de árbol y selva; tu santuario vivo;

vuelo de virgen novia, así te llamo,

Blanca virgen, paloma, luz, orquídea.

Tu dulce vuelo detenido en sombra

como una clara anunciación del día.

 

Brassavola: ¿Qué abejas te fecundan

sin mancillar tu doncellez dormida?

¿Quién te llenó de plata los cabellos

de ese pétalo sexo que te anima?

¿Quién te mantiene intacta como muestra

de pureza que tal vez no existe?

¿Quién te enjuga las lágrimas, si ruedan

antes de mancillar tu cutis niño?

 

Yo sé que tus raíces son serpientes

enlazadas al tronco que palpitan.

Tentáculos del mal que son tus raíces

ávidas de oprimir en su lascivia;

tu tallo es carne y carne son tus hojas,

verde carne sin fe que ama la vida.

Y tú surges del mal como suave

Transfigurada evocación de espíritu.

 

Brassavola: ¿Qué gnomos en la noche

te vienen a bailar para que olvides,

mientras sigues el ritmo y ya no piensas

en el deseo, el llanto y la partida?

¿Qué gnomos te destierran pesadumbres

para que no te manchen, alba esquiva,

mientras en derredor de tu blancura

todo fermenta en sangre y agonía?

 

Yo te quiero que te prendan al escudo

de esta tierra de amor que te cobija,

para que le compartas el milagro

inmarcesible de tu fe adquirida,

para que la transmitas, flor amable,

blanca virgen, paloma, luz, orquídea,

el valor de tu sueño entre las sombras

desnuda muestra de tu valentía.

 

Brassavola: ¡Qué llanto en tus entrañas

antes de ser así! ¡tranquila y limpia!

 

 

 

 

SINFONÍA DEL ETERNO AMOR

 

Te quiero suavemente

porque ha de ser así toda la vida,

amor sin deslizar y sin torrente,

arrullo de paloma estremecida

por igual compañera eternamente.

 

Te quiero dulcemente,

esplendor de esmeralda aparecida

en el ídolo antiguo y refulgente,

que guarda su fulgor en la escondida

ruina verde y tranquila eternamente.

 

Te quiero para siempre,

sin asomos de nubes encendidas

que tornan en ceniza de repente,

si hay pasión es de mar embravecida

que será mar azul eternamente.

 

Te quiero así,

de golondrina a cielo,

de catedral a toque de campana,

de gaviota a paisaje marinero,

de cóndor a nevera en la montaña.

 

Te quiero suavemente

para evitar incendio y despedida,

te quiero dulcemente, te quiero para siempre,

tan sólo para mí, ¡toda la vida!

 

Llevo la penitencia de tu boca en mi boca;

llevo el cilicio vivo de tus ojos de sombra;

llevo tus manos finas como serpientes locas

tatuadas en el alma.

¡Y eso a ti no te importa!

 

Ya ves que yo he perdido

¡Perdóname!

Algún día sabrás lo que se siente

una tarde de estío en que se está muy solo

y se alcanza, de pronto, como el cielo,

¡Tu boca!

 

 

 

 

NOCHE DE RUMBA

 

¡La rumba, mi vida, la rumba!

¡Te acuerdas?

Qué recatadita que estabas

la noche que te conocí.

¿Bailamos? -Te dije.

Bailamos. -Dijiste.

Tu mamá fumaba con gesto de artista

y en medio del humo también dijo: Sí!

 

Las luces tantito quedaron dormidas,

las maracas zumbaron de pronto,

inició la clave las vueltas del son,

el tambor se empezó a poner loco

y un negro muy alto, cabeza de coco,

gritaba algo de que se casaba

la Negra Leonó…

 

Se te fueron poniendo los ojos

dos platos de noche llenitos de sol.

Te fuiste pegando de modo

que no respirabas

y el compás repicaba en tus senos

a los golpes de mi corazón.

 

Y la rumba seguía creciendo:

besos a escondidas, locura, bongó.

El cemento brotaba palmeras

y mi mano sintió tus caderas

y hasta allí llegaban claritos

los repiques de mi corazón.

 

¿Qué tenía la rumba y el negro?

¿Qué tenía la Negra Leonó?

¿Qué tenías mi vida por dentro?

Que tengo mi pecho tatuado

con unos dibujos que no sé qué son.

 

¿Qué tenían las luces dormidas?

¿Qué se te asomaba?

¿Qué se te perdió?

 

¿Qué tenía tu madre, mi vida?

Que cuando volvimos y vio mi expresión,

apagó el cigarrillo en seguida,

me plantó los anteojos encima

y contigo se fue del salón.

 

 

 

 

MULATA DE LAS ISLAS

 

Mulatas de las islas…

Corazón resalado de peñasco

con gaviotas en todos los confines,

corazón fuerte,

fuerte de resacas que azotan con sus látigos de espuma

envueltos en sal.

Corazón con mareas,

con palmeras,

con plenilunios,

con azul…

 

Mulatas de las Islas…

Almas en alta mar sobre el naufragio.

Présbitas en afán de lejanías

y locas en el rictus de la espera.

Solas,

con la soledad de pájaro marino

parado sobre el mástil,

y serenas,

con la serenidad del agua muerta

que tiene voz para arrullar manglares

sin moverse.

 

Tú me hubieras amado… Mulata.

Un mes, quizá,

y un día… Y unas horas…

Pero nunca después,

y yo te habría amado,

mientras no se extinguieran en tu boca

aquellos nombres bárbaros:

Roatán, Guanaja, Utila,

que me hacían sentir

pirata de tu cuerpo

mientras te me ofrecías desnuda como el mar.

 

Todos en lejanía y tú conmigo

y al olvidarme vuelta a tus ensueños,

a los barcos que no te recordaban,

a los barcos de gin y de cerveza,

de hombres borrachos y mujeres altas,

vuelta a tus ensueños a las olas:

¡Tú naciste sin anclas!

 

Mulatas de las Islas…

Huracán de tristeza en las palmeras.

Brisa del trébol verde sobre el pelo.

Sobre los hombres y en los senos altos,

cuerpos de buganvilia florecida,

huérfana de semilla y de esperanza.

 

Mulata de las Islas…

 

¡Cuánto te habría amado!

Quizá toda la vida bajo la noche clara

si hubiera sido eterna nuestra noche,

tan íntima, tan cálida.

¡Cuánto te habría amado!

Más tú amas sobre el mar.

Tú, inestable,

amas sobre la cresta de las olas

y en todos los matices de la tarde.

 

Perla en mi corazón aquella noche.

Perla en tu corazón, tú lo juraste.

Tú a través de los vientos.

Sobre rutas amargas.

Yo, buscando otras bocas

que recuerden la tuya

o no recuerden nada.

 

Los dos con caracoles en el pecho.

Con alas de pelícano en la espalda,

los dos bajo la luna, entre palmeras,

como dos anclas rotas en el mar.

 

Jorge Federico Travieso "Nació cerca del mar y el trópico" en San Francisco, Atlántida, el 16 de agosto de 1920 y decidió morir el 8 de junio de 1953 en Río de ... LEER MÁS DEL AUTOR