Nocturno sin patria
El salmo de las maderas
Hay maderas oscuras y profundas como tus ojos y tus cabellos.
Porque tus ojos y tus cabellos son como maderas profundas y charoladas.
Hay maderas suaves y livianas como tu piel y tu alegría.
Porque tu piel y tu alegría son como maderas suaves y livianas.
Hay maderas recias y macizas como tus piernas y tus espaldas.
Porque tus piernas y tus espaldas son como maderas recias y macizas.
Hay maderas húmedas y rojas como la piel de tus labios y de tu lengua.
Porque la piel de tus labios y de tu lengua es como una madera roja y empapada de savia.
Hay maderas olorosas y vivas como el olor de tu cuerpo.
Porque el olor de tu cuerpo escomo el olor de las maderas cortadas en los tiempos de lluvias
Hay maderas que al ser trabajadas dan notas musicales y perfectas.
Tu amor es una nota musical y perfecta como el sonido que dan ciertas maderas cuando son trabajadas.
Hay maderas que se quejan en las noches de lluvia y en las tardes de tormenta.
Porque eres triste, y esto te embellece y purifica, te pareces a esas maderas
que se quejan en las noches de lluvia y en las tardes de tormenta.
Hay maderas que tienen un sabor y perfume tan propios que, cuando se las huele o se las besa,
ya no son olvidadas nunca más en la vida.
Porque eres fatalmente inolvidable, te pareces a esas maderas que se recuerdan hasta la muerte
cuando se las huele o se las besa.
Desvestido
La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas…
y por sentirse blanca y alumbrada
desnudó blancamente tus rodillas.
Luego por diversión, sin decir nada
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.
Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y hablando de un amor vago, inconexo
Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.
Salmo de los tres reinos
Estarás sobre el mundo, mujer, y sobre tus espaldas
crecerán los volcanes
y bajarán las aguas como lobos hambrientos.
Tu piel será un aceite que inundará los valles.
Estarás sobre el mundo, mujer, con las sombrías
cavidades del cuerpo salpicadas de frutas y animales.
Los pechos habitados
por manadas de bestias, de palomas de árboles.
Estarás sobre el mundo, mujer, y en los repliegues
de tu cintura se alargarán las calles
como brazos de fuego, como bosques
poblados de sonidos divinos y salvajes.
Estarás sobre el mundo, mujer, como una llama
que dominara chorros de animalillos ágiles,
y tus muslos espesos temblarán,
como una boca en celo que temblara de hambre.
Estarás sobre el mundo, mujer, todas las manos
se ahogarán en tus aguas humeantes;
se hundirán en las yerbas silvestres de tu pubis
y no volverán nunca de buscarte.
Quedarás sobre el mundo, mujer, y sobre tus espaldas
seguirán emergiendo los volcanes,
resbalando las aguas como lobos hambrientos,
pasando como flechas los hombres y los ángeles.
Diálogos de la siembra
Primer diálogo
Él- Estás ahí, mujer, como una tierra
que he de arar con mi arado de madera.
Ella- Estoy aquí como una tierra abierta,
sangrando por hacerme sementera.
Él-Eres bosque sombreado donde vaga
mi corazón lo mismo que una fiera.
Ella- estoy honda y mojada por los besos,
agobiada de humus de espera.
Él- Es como un país jamás sembrado
la montaña animal de tu cadera.
Segundo diálogo:
Ella-Brotan sueños y besos de mi carne.
me tiemblan maternales calofríos.
Él- Brotan los mismos que terneros dulces
y buscan los pesebres de los míos.
Ella-En el fondo del alma se me aprietan
los besos angustiados y baldíos.
Tercer diálogo
Él-Descenderemos juntos a la vida.
Ella-Descenderás temblando a mis rodillas.
Él-Te daré cielo y tierra madurados.
Ella-Sólo quiero semillas y semillas.
Nosotros los hombres
Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema,
que es traer el mundo a las espaldas.
Soy como un perro que ruge a solas, ladra
a las fieras del odio y de la angustia,
Echa a rodar la vida en mitad de la noche.
Traigo sueños, tristezas, alegrías, mansedumbres,
democracias quebradas como cántaros,
religiones mohosas hasta el alma,
rebeliones en germen echando lenguas de humo,
árboles que no tienen
suficientes resinas amorosas.
Estamos sin amor, hermano mío,
y esto es como estar ciegos en mitad de la tierra.
Traigo muertes para asustar a todos
los que juegan con muertes.
Vidas para alegrar a los mansos y tiernos,
esperanzas y uvas para los dolorosos.
Pero traigo ante todo
un deseo violento de abrazar,
atronador y grande
como tormenta oceánica.
Quiero hacer con los brazos
un solo brazo dulce
que rodee la tierra.
Yo deseo que todo, que la vida sea nuestra
como el agua y el viento.
Que nadie tenga nunca más patria que el vecino.
Que nadie diga más la finca mía, el barco…,
sino la finca nuestra, de Nosotros los Hombres.
Nocturno sin patria
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera sólo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire.
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie…
Y todos tienen su parcela de aire.
Paz
Pero la paz, hermanos, compañeros, se acerca.
Viene sobre los montes en hombres labradores,
viene sobre los trenes en hombros maquinistas,
viene sobre los mares en hombros pescadores.
Grandes hordas de fieras quieren sembrar la guerra,
echan dientes de hidra en todos los terrenos,
pintan caras amargas en las ventanas nuevas…
Sin embargo, la paz, compañeros, se acerca.
Yo la oigo venir sobre las noches. Viene
por los montes, las casas, las fábricas, las minas,
los terrenos sembrados de frutos y de flores.
Os repito que hay fieras en sitios ciudadanos,
que en las tiendas de lujo hay fieras desovando
el huevo de la guerra. Pero las fieras son
cada vez más pequeñas, más débiles, más pobres.
Nadie les da posada, ningún buen hombre, nadie.
Ninguna buena esposa, ninguna buena madre.
Los malos sembradores van cayendo trozados
por la cintura en dos trozos de carne amarga,
aplastados debajo del grito de los pueblos.
De cada hueso, de cada mujer herida,
sale un cuchillo ardiendo, cortando brazos malos.
Y sobre brazos, muslos, cabezas desprendidas,
va creciendo el oleaje de paz, de buena paz,
paz comprada con negras monedas de dolor,
pero paz, compañero; paz, hermanos; paz buena,
fresca y omnisciente como un aire, una nube
de estrellas aventadas por un ángel de fuego.