Presentamos un texto del reconocido poeta argentino.
Jorge Boccanera
La niña de la malla roja
El cuerpo de la niña de la malla roja gira en la rueda de madera. Va maniatado en ese disco, como si formase parte de su ser y el movimiento se hiciese uno con su respiración.
Ninguno de los espectadores boquiabiertos y con el corazón detenido por el riesgo del acto, sospecha que la niña, en lugar de girar al ritmo que le impone la rueda, está volando.
Tampoco les ha dado a pensar si detrás del antifaz de lentejuelas sus ojos lagrimean, sonríen o van envueltos en un sueño. Menos se les ocurriría que en este mismo instante está abriendo los ojos para ver lo que da vueltas a su alrededor: un elefante de cabeza, la carpa multicolor borracha, los globos que descienden y el payaso a los tumbos. El mundo tal cual es, patas arriba.
La niña de la malla roja gira en la rueda de madera a gran velocidad; el cuerpo atado, las manos y los pies sujetos con correas de cuero. El cuello igual.
El hombre de la capa negra elige sus cuchillos ordenadamente dispuestos sobre un paño azul, en la pequeña mesa de madera. Acaricia el filo para cerciorarse de su poder devastador, toca la punta con su índice enguantado.
Su ayudante le acerca un abanico de puñales, él cierra un ojo y toma puntería; los arroja sin pausa, vertiginosamente, pero ninguno da en el blanco. La gente aúlla, aplaude, ovaciona de pie al hombre que ha errado cada tiro.
Tras saludar mintiendo una sonrisa, el hombre de la capa negra que mastica una rabia profunda y macerada, abandona la pista. El elefante deja la alfombra de aserrín. El payaso borra su gran boca pintada. El público deja lentamente la carpa.
Nadie aplaude a la niña de la malla roja que en su volar en círculos eludió una vez más los lances de la muerte.