La infancia es un fantasma
MI FLOTA DE PAPEL
Desde la ventana de la infancia soy el niño que mira y mira la lluvia todavía
como un marinero enamorado que muy pronto va a partir.
En los charcos y contra el chubasco navega feliz mi flota de papel:
barcos con cañones y velas de claveles. Mi puerto es el tiempo.
Mi rumbo el amor. Babor y estribor, navegan mis naves. Proa y
popa, van de viaje. A veces me asusto porque parecen naufragar
en la orilla de una estrella, pero las olas las salvan y en la lluvia se van, navegando.
Sus piratas atacan las fortalezas de mi sonrisa y las costas de mi corazón.
Dice mi madre que eternamente navega por mi mirada un barquito a la deriva con un
marinero a bordo
que busca en las penínsulas y en los archipiélagos un tesoro y una sirena.
Pero cuando escampa en el recuerdo mi flota está tan lejos
que no le dije adiós. Caídos los cañones, las velas vencidas, muertos sus piratas.
Entonces regreso a la ventana a ver si vuelve a llover.
Luego pregunto a mi madre, entre sus brazos, antes de dormir:
¿cuándo volverá mi flota a navegar y este marinero cuándo partirá?
LA INFANCIA ES UN FANTASMA
La infancia es un fantasma que huye si abres esa puerta.
Si abres la puerta saldrá volando del sótano una tojosa o una lechuza.
Si abres la llama del candil temblará por la brisa, la llama
que ilumina el retrato en la pared de un hombre que descubre
cómo con el tiempo también se mueren las flores que unas manos amorosas les colocaron
de recuerdo.
Cuando abras escucharás que alguien tose en el último cuarto,
con tos triste y eterna, y conversa con una persona ausente, y escupe en el suelo,
y maldice a dios.
Esa puerta es el misterio, es la frontera entre el pasado y el presente.
Si te miras en ese espejo te devolverá un rostro que no es el tuyo.
Si te miras verás una mujer de pelo muy blanco que teje
con sus propias lágrimas y con las aguas que se escapan de los sueños
un pañuelo de hilo, un suspiro de seda y una alfombra de bruma,
ella es viuda y vigila el silencio y la ausencia del amor.
Verás pasar a un mambí a caballo, al galope, machete en mano,
que cae mortalmente herido con la dignidad de un General.
Verás un barco cargado de esclavos que se pronto se hunde
antes de llegar a la costa, azotado por un ciclón desconocido.
Ese espejo es un abismo, es el camino donde se divide la vida.
Pero asómate a la ventana, la ventana es distinta, en la ventana
contemplarás la lluvia hasta verla caer
convertida en la canción que nace para el mundo cuando la tierra se humedece.
DE FRENTE A LA VIDA
Sobre la mesa las rosas silvestres que mi madre
escondida del mundo cortaba en el jardín cada mañana
en silencio como una mariposa, como una muchacha enamorada.
Mi madre tenía en los ojos una lágrima íntima y el color de la tierra muerta.
Las rosas al atardecer ya estaban mustias todas, y mi madre lloraba
en el cuarto en silencio siempre como una mariposa que se posa,
como una muchacha muy enamorada y olvidada en la ventana.
Así vivía mi madre.
Ayer la vimos de frente a la vida cortar una rosa del jardín de casa
y no lloraba sino que cantaba y tenía en los ojos
el color de la tierra después de la siembra.
LOS GÜIJES
1
Los güijes llegaron desde África hasta Cuba
dormidos y solo despertaban cuando escuchaban los tambores. Atravesaron
las tormentas y cruzaron los mares contra los ciclones del Caribe. Por eso son los hijos
de las lluvias, los güijes, y viven entre las aguas. Dicen que un esclavo cansado de ser
esclavo abrió las botijas y los güijes se escaparon, que lo sabe el cañaveral, que lo sabe
la palma, que lo sabe el sinsonte, que lo sabe la luna de aquella noche que vieron al esclavo
abrir las botijas, salir los güijes, mientras cantaba un campo de libertad.
2
Desde entonces los güijes tienen nombres como los guerreros y tambores de combate
y canciones de guerra y espadas de piedra, para defenderse de los cangrejos y de las culebras.
Ellos son enemigos del látigo y amigos del fuego. Ellos llaman a los rayos y cuidan el trueno.
Ellos asoman sus ojos entre las hojas para perseguir las figuras de los relámpagos y tienen
en el fondo del río un tesoro de luz y en la superficie un mapa de las estrellas perdidas.
3
Los güijes sueñan. Los güijes sueñan ser como las palomas y las mariposas, para volar sobre
la tierra; para robarse el perfume de la flor. Los güijes sueñan con las sirenas y viven enamorados
de las luciérnagas. Los güijes conversan con los cocuyos y huyen de los grillos, los cocuyos
iluminan los caminos y los grillos son traidores. Los güijes son dueños de los colores del arcoíris
y de la calma del crepúsculo. Los güijes sueñan ser como la yagruma que cuando anochece llora
recordando al esclavo ahorcado en su tronco y viven enamorados de la belleza el flamboyán que
es una canción de libertad. Soñadores y enamorados los güijes.
LEYENDA FAMILIAR
Abuela me llevó una vez a ver los güijes del río Cauto,
pero los güijes se asoman a la superficie de noche
cuando la luna está muy llena y se derrama sobre la tierra
o cuando tiembla porque salen a observar si todavía la vida existe
y por eso no pudimos verlos. El güije es la infancia perseguida del esclavo
que se le escapa del cuerpo después del latigazo.
Y los güijes viven
en los ríos de África y del Caribe, me decía, vigilando el universo
y si los sorprendes dormidos se transforman en una mancha de sangre.
Todas las tardes abuelo cantaba lamentos haitianos y las manos
le temblaban de tocar la guitarra de ébano, de notas y de trinos
y se iba a llorar debajo de la guásima que estaba en el fondo del patio,
mirando el mar, solo el viejo, cerca de los cafetales y de los cañaverales.
Cuando se marchaba de viaje entonces era feliz.
Luego regresaba
con canastas llenas de pájaros, de campánulas y de luciérnagas de otra isla
diciéndome que conversó con las sirenas y que tenía miles de corales escondidos.
Mi madre es una isla tan lejana, que a su costa llegan los caracoles muertos.
Mi madre es gris como Guadalupe y triste como Martinica.
Por sus caminos cruza cabalgando Toussaint Louverture.
Entre sus aguas navega la tripulación errante de Marcus Garvey.
Con sus pasos se acerca Jacques Roumain buscando una puerta
y se aleja una mujer que es una imagen de espuma y que amo.
Alguien me llama y es cierto que mi sangre y mi isla fluyen, que nací
con los puños cerrados y mi nombre musical es una lágrima antigua.
¿Qué güije ronda mi infancia? ¿Quién levanta el látigo?
¿Quién canta este lamento y espanta esta paloma?
¿Cuál isla se hunde mientras una mujer me espera entre héroes y poetas?
LEYENDA DEL ARCOIRIS
Existe un solo arcoíris en el Caribe y en mi recuerdo
y llegó a esta isla oculto en un barco por un esclavo africano
y al primer latigazo del amo surgió un color, rojo y real,
y los últimos colores surgieron con las lágrimas de sus ojos.
Pero alguien dice que no, que el arcoíris es un sueño, una sirena
que vino un día en un caracol de Curazao y que al tocar las costas de Cuba
brotaron del fondo gris y de la música caracol los colores más curiosos y el arco
del arcoíris.
Elma, desde las montañas de Jamaica, vio un arcoíris estallar
Como una ráfaga de fuego, como relámpagos juntos y enemigos.
Un caminante antillano cuenta que es un cimarrón muerto que se asoma
desde el pasado buscando la isla donde crece la ceiba, el árbol que fue su cuerpo.
Los poetas piensan que el arcoíris es el primer testimonio del amor sobre el planeta,
que cuando el hombre y la mujer descubrieron que de sus vidas nacía otra vida
tejieron felices frente al niño las aguas del mar y las flores de la tierra.
Pero lo que sí es cierto que existe un solo arcoíris en el Caribe y en mi recuerdo
y que vamos unidos a conquistar esos colores, esa imagen que mañana será la vida.
LEYENDA DEL ESCLAVO
Los cocuyos, las tojosas, los murciélagos y las luciérnagas
son los ojos de los esclavos que murieron ahorcados y huyendo del látigo,
y donde esté una palma muy alta y un volcán y estalle: ahí murió un esclavo.
Los cañaverales son testigos: por las raíces atraviesa su sangre
la miel fue su sueño y el tallo que termina en una corona de espinas
fue su último golpe al enemigo, sus dientes amenazantes, sus uñas futuras.
Los navegantes han escuchado, de noche, entre las islas y las aguas
que llaman a los esclavos por sus nombres y la voz de Cuffy
que responde desde Guyana y la voz de Nany que responde desde Jamaica
y ruidos de cadenas destruidas de pronto y de campanas coléricas.
Porque volverán en otros hombres que abrirán de par en par las puertas de África
y el Caribe.
LEYENDA Y UNA ESPADA PARA TOUSSAINT LOUVERTURE
Míralo en su caballo que sigue galopando hacia la luz
René Depestre
Es Toussaint Louverture
quien cruza Haití en un caballo blanco de cascos telúricos.
Cruza sobre la herida
de su isla rota en dos tierras distintas y dos lágrimas iguales.
Cruza y recibe de los esclavos
y de los cañaverales las huellas de la vida y una lámpara que su llama
se alimenta de sudor, de sangre y de azúcar, que arde eterna de odio.
Cruza y la madre le dice
que recuerde que desde niño tiene fiebre, que después de sus manos
están los caminos, que nunca sorprenda su rostro reflejado en las aguas
de los ríos porque la corriente se lleva la imagen y la muerte lo descubre.
Cruza y Jacques Roumain
le entrega una espada construida con los misterios de los minerales y con los ojos de un carey
que murió herido.
Cruza y escribe su nombre
en las raíces de los árboles para mirar el futuro desde las flores,
para multiplicarse como la vida vegetal, para ser fuego al regreso.
Cruza entre la tierra y el cielo
y desde entonces existe el crepúsculo.
Cruza y amanece.
Cruza en un caballo blanco de cascos telúricos
que sólo cabalga, que sólo cabalga hacia la alborada.
LEYENDA DE AMOR PARA ELMA SHELLEY
Era la negra, negra soledad de las islas,
Y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Pablo Neruda
Una misma gota de sangre cruza fugaz nuestras venas,
una misma gota de sangre espantada para siempre entre los cañaverales desengañados,
escondida en los caracoles, soñolienta, derramándose herida,
porque somos una sola isla dividida de un latigazo.
Juntos llegamos a esta tierra con las mismas canciones natales,
con los mismos mitos inocentes, con las mismas danzas alegres,
con las mismas lágrimas en los ojos, con las mismas cadenas en las manos.
Juntos tropezamos con la raíz de este paisaje tan similar
hoja por hoja, árbol por árbol, fruta por fruta, hombre por hombre.
Juntos descubrimos el coral clandestino que nos comunica desde el fondo del Caribe.
Entonces más que el amor nos une la sangre y el látigo,
nuestros hermanos que contra la muerte comenzaron a escribir la historia.
¿No viste a Martí en el combate junto a los esclavos de Morant Bay?
¿No viste a Maceo atravesar la isla de punta a punta con Marcus Garvey
al lado y una inmensa caballería mambisa de cubanos y de jamaicanos?
Escucha:
somos la honda y la piedra,
los pasos de regreso del camino,
el estallido luminoso del planeta
cuando una mujer duerme o se enamora,
el puño y el golpe, el metal y el arma,
el agua, el alfabeto, la geografía,
la sabiduría elemental, el resplandor de la espada,
las riendas del tiempo, el futuro.
COMO UNA SERENATA
Para Migdalia García Debrooks
Desde aquella noche de agosto brillan en el fondo de tus ojos las estrellas de Santiago
y el relámpago que buscaba estallar de angustia en la tierra o de fuego en el agua
ahora en el recuerdo es un resplandor de oro o de aire dorado,
un pedazo de luz que se destroza contra la belleza de la bahía.
Desde entonces son otros los argumentos de agosto y la ciudad es la música, la canción
de nosotros.
Porque el amor tiene la virtud de la madre y en una mujer se resume el mundo:
contigo descubro y contemplo las cosas nacer nuevamente más hermosas
y en tus manos están los mares, las fronteras, las latitudes y los países del planeta
y si tiemblan está los desastres de los astros, las tempestades imprevistas
y los caminos desconocidos cuando culmina el crepúsculo y oscurece.
En tu cuerpo están las costas, los puertos, la estaciones y sus secretos:
las lluvias del invierno, las aves del verano, los sueños del otoño y los presagios
de la primavera.
De tu silencio surge el origen del enigma de los idiomas. De tu sonrisa la orilla construye
la espuma.
Así es el amor, Migdalia, como una serenata, a pesar del tiempo.
El amor tiene la eternidad de las piedras que sostienen las estatuas de los héroes
y ejerce diferentes oficios familiares: el perfume en la flor,
el esplendor en la penumbra, la palabra en el libro, el rostro
en el espejo, el color en el coral, el cristal en la ventana.
Ese es nuestro testimonio que algún día será una tarja de homenaje
a este sitio de la ciudad, a esta calle donde nos conocimos inocentes,
pues pasarán los años pero ya somos dueños de la esperanza y agosto
tiene otros argumentos para los enamorados desde aquella noche
que dejó en el fondo de tus ojos brillando para el porvenir, las estrellas de Santiago.