No habrá ya un día como hoy
Las horas en la cocina
duran más que en el resto de la casa.
Cada golpe de aguja
pesa más que un segundo.
Suena igual, pero transcurre más tiempo.
No es casualidad que el reloj
tenga allí
el mayor tamaño
de todos los repartidos por las salas,
ni que coincida
con el hecho de pensarte.
***
No habrá ya un día como hoy,
quiero decir,
como este en el que te amé
al cabo de un paso de cebra
sin nada que me recordase especialmente a ti.
Ni un aroma, ni una melodía ni una luna llena
que justificasen unos versos incuestionables.
Hablo de tu risa a borbotones
entallada en tu vestido de verano,
de tu mano en la frente
y un leve soplido subrayado por tu boca.
Camisa remangada para alcanzarte y la mirada cómplice de
un perro.
Te amaré más,
y a tus pies,
pero no de esta forma acantilada
que trajo la tarde ámbar.
***
Las mujeres de mi familia se han mirado en el espejo
no solo para corregir el mechón desordenado,
pasar la yema de los dedos por el rostro
—ajustar el maquillaje—
o sonreír diciéndose: ya estoy lista.
También lo hicieron
para tragar saliva tras el azogue,
como único espacio opaco del mundo,
contener lágrimas, todo está bien,
algún crucigrama de mi madre, mercromina…
Aún recuerdo el armario del baño
en el que se mezclaban pintalabios,
rímel, alcohol, tiritas, agua oxigenada
y la voz de mi abuela:
Si te pica la herida,
es que se te está curando.
En ese espacio,
conservo un termómetro de mercurio
que alberga su mirada
como bola de nieve,
y que a veces hago girar.
***
Flores por toda la casa
como única distracción
para estudiar de nuevo
los libros que no traen un empleo
pero obligan a levantar la cabeza
y aproximarse —espero—
al hecho de crear,
distribuido entre la cocina, el salón
o el dormitorio.
O detenerse a escuchar música
tan solo, tan todo.
Pararme y pensar el amor,
volver a leer.
Las plantas de interior
no necesitan luz directa
pero hay un idioma por aprender
si decido marcharme.
***
Juego a veces al silencio silencio.
Paso la palma de mis manos sobre mi cara y,
obediente, cierro los ojos
para pensar en mí cuando estaba en ti.
Desde entonces,
esta quietud y el sueño inducido. O dejar sobre la mirada de
mi hija
la responsabilidad del aire del agua.
Quién será el amor de mi vida cuando repase mi tiempo,
otras manos rocen los párpados, y ya en el límite pueda
decirte: fuiste tú.
La memoria es un instrumento de cuerda.