Javier Alvarado y Lucía Estrada obtienen el Premio Gabo de Literatura en Traducción y Textos Multilingües

Russel Karrick, poeta y traductor estadounidense vertió al inglés dos poemas del panameño Javier Alvarado y dos de la poeta colombiana Lucía Estrada, obteniendo de manos del aclamado poeta de Estados Unidos, Ilya Kaminsky, el Premio Gabo de Literatura en Traducciones y Textos Multilingües, organizado por la revista Lunch Ticket y por la Universidad Antioch Los Angeles. Presentamos en Altazor los textos en español de ambos autores que merecieron esta distinción.

 

 

PREMIO GABO DE LITERATURA EN TRADUCCIONES Y TEXTOS MULTILINGÜES
VERAÑO-OTOÑO 2020
Traducciones al inglés por Russel Karrick (Estados Unidos)

 

Acerca del premio

Lunch Ticket se honra en albergar el Premio Gabo de Literatura en Traducción y Textos Multilingües. El Premio Gabo está financiado por escritores, traductores y las exalumnas de la Maestría en Bellas Artes de la Universidad de Antioch en Los Ángeles, Allie Marini y Jennifer McCharen, quienes proyectaron este premio para respaldar el trabajo de sus colegas traductores.

La traducción literaria es esencial para los escritores de todas las culturas. Si no hubiera sido por un traductor, el Quijote de Cervantes nunca hubiera sido leído por William Faulkner. La obra de Faulkner, a su vez, fue traducida al español y ejerció su influencia en el trabajo de Gabriel García Márquez, cuya obra ha sido traducida a más de cien idiomas, influenciando a autores de todo el mundo. Por esta razón, decidimos nombrar este premio en honor a “Gabo” —Gabriel García Márquez— quien alguna vez nos contara:

“Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”
― Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

Sin la traducción literaria, seríamos razas y culturas aisladas, condenadas a vivir cien años de soledad. Nuestros pergaminos jamás serían descifrados, y nuestras historias quedarían eternamente sin replicarse. Pero con la traducción, no tenemos que ver pasar el tiempo en soledad. A través de las voces e historias de aquellos que hace mucho nos arrebataron, pero que fueron tan humanos como nosotros—logramos nuestra segunda oportunidad en esta tierra.

 

Juez Invitado Especial, Ilya Kaminsky
(Aclamado poeta de Estados Unidos)

El ganador del Premio Gabo de este año es “Panamá, ya sea en el Pacífico o el Atlántico”. Admiro las intrincadas oraciones largas de este poema y cuán fluida es la voz del poeta y por cómo la tonalidad del poema y su sintaxis van, de una estrofa a otra, tomadas de la mano. En traducción, capturar esa tonalidad no es una tarea fácil, no es nada fácil en absoluto — por tanto, se debe felicitar al traductor por su destreza y habilidad con que hace su trabajo.

¡Pero, esperen! ¿A qué me estoy refiriendo? ¿Qué tipo de tonalidad es ésta exactamente?

Este premio lleva el nombre de Márquez, y su estilo metafórico y mágico se ve claramente reflejado en el tono de este poema. El hablante busca el hogar de su infancia, Panamá, donde sea que esté: “Panamá la que siempre/ encuentro aunque por otros caminos vaya/ donde silbo a las criaturas que se/ advienen en mi fondo, / con mi lámpara de niño”. Al igual que Márquez, el poeta no le teme a lo mágico, ni a encontrarse, en todas partes, “las marcas de la niñez como una mariposa en el sombrero”. Existe una inocencia romántica en esta nostalgia, sí, pero también hay alguien que sufre una pérdida y no está dispuesto a conformarse con nada, con nada, con cualquier cosa que no sea Panamá, donde sea que se encuentre. Es un poema hermoso.

 

 

 

Javier Alvarado

(Panamá)

 

Panamá, ya sea en el Pacífico o en el Atlántico

Panamá en esta calle y en este tiempo que nos falta,
Antes de mis días y mis noches
(Y del poema) fluctuando entre los lirios como el agua,
Con sus gruesas murallas y sus edificios
Que le dan color de tacto a los espejos,
A las criaturas del mar que se advienen a mi fondo,
A mi lámpara de niño y a mi mano afiebrada de poeta.

Nunca antes por siglos volví a ver el mismo día
En que abrí los ojos tanteando la tierra
Y el polvo del lugar donde ocurrió mi nacimiento,
Donde me convertía en talingo y en estatua
Con peces de aire entrando por el mármol.

Panamá fue una musa entrando
-vena a vena-
Un arcoíris en la boca,
El tamaño de una brújula en el eros y en la gnosis.
Una ciudad en mi piel, como algo corpóreo
Como la música en una temporada de lluvia
O como un tamborito en una oleada de calor.

Siempre llego a ella aunque por otros caminos vaya
Dejando fuego, dejando amor, coloquios,
Algo de poesía. Mi talón siempre regresa al milagro
De su musgo, a sus piedras temerarias,
A su selva donde nunca he ido, donde nunca vuelvo,
Donde respiro la verdad del mundo
Ensalinada al borde de sus playas.

¿A dónde dejar el muro, el trapecio
Y las marcas de la reniñez como una mariposa en el sombrero,
El desnudo campo
Por donde persigo duendes y espejismos de luciérnaga,
Imágenes de Dios o de un caballo que atesora
Las caminatas imaginadas por el tucán en la tormenta?

Panamá
En el Pacifico, en el Atlántico,
¿En dónde está?, ¿en dónde estuvo?,
¿En dónde me encuentra el mar con su Canal
Y su memorial dolido? Panamá la que siempre
Encuentro aunque por otros caminos vaya
Donde silbo a las criaturas que se advienen a mi fondo,
Con mi lámpara de niño y mi mano afiebrada de poeta.
 

 

La Muerte y su barco

La muerte regresa a tientas con su barco
Escupe sus negros esclavos, sus piezas de mercadería
Regresa desde los sueños en forma de galeón o de canoa
Es en nosotros que vive con su llanto sumergido

A veces me pregunto a quién llaman mis padres
Desde la senilidad con sus tantas voces;
Por qué se repiten mis abuelos en los mismos hábitos
De hablar con la nada
O de esparcir sus fotografías
En el garabato de la niebla?

Aún no se esconden las cosas presentes y los veo
Jugar con los nietos, que permanecerán cantando para siempre
Cuando hay brea sobre estos puertos
O gaviotas confusas que se posan en los mástiles y en las cuerdas
A diatribar con los gallotes.

No hay más misterios nivelados que observar el mar
Y su llanto sumergido,
Esos dioses gemebundos
Que bostezan despacio o que se llenan la boca con fabulaciones
De foca o de ballena.

Es este miedo a respirar las sales que ya conozco
A visitar esos puertos donde se quedó mi cuerpo de tritón
O de almirante,
Escribir los mismos poemas
Que circularon con las estrellas de la espuma, o recordar
Esa balada que va en la boca de los longorongos
Que gritan sus orgasmos repletos de fiebre;

Vegetar en mi espejo que se vuelve un caracol henchido
O una furia oceánica que se repite como un triste maremoto.

Por eso atestiguo el recolectar con mi caña de pescar estas imágenes.
Estas verdades que tiemblan y se agitan en el fondo
De todas las nadas como peces que resguardan la tranquilidad del aire
O como burbujas secas que se quedan vacilando
En mis manos como medusas.
La muerte me llevará a todos los puertos
E irá doblando mis pantalones y mis restos de equipaje.

Seré más oscuro o luminoso cuando recorra
Las huestes y las epopeyas de otros mares, seré joven o viejo
O quizás oblicuo como todo resplandor que nace.
A veces creo que cada día
La muerte nos prepara para entrar en su barco.

 

 

Lucía Estrada

(Colombia)

III

El aire de abrió lentamente con el sonido de las
campanas, y en los cuartos,
Cada cosa ocupó su lugar y su nombre.
Todo era posible bajo esa luz de invierno en la que
señalaste un jardín cerrado,
Un estanque vacío esperando por mis ojos. Era preciso
Mirarlo con atención antes de que se diluyera
en la sombra.
Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces
del jardín venían desde adentro,
Y las formas encontraban entre sí su
correspondencia.
Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,
La fuente brilló en su penumbra.
Esto es lo que soñamos. Hundirnos en
a transparencia
Y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente
lo que para nosotros
ha perdido su misterio. Aquí están todas las cosas
recién descubiertas,
U el mundo, cada vez más pleno de sí mismo,
Cada vez más verdadero.
Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren
Para conducirnos a otro silencio, y cómo cavamos en él
Aunque las cuerdas de la voz se hayan debilitado.
El estanque se cubrirá de agua. Puedo presentirla.
Es oscura y asciende hasta tus ojos llenándote
de extrañeza.
Pero delante de ti, nada perderá su claridad.
Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,
Que allí también encontrarás presencias luminosas.
Será entonces como si nunca
Te hubieras apartado del camino: “El resistir lo es todo.”

 

 

La máscara de hueso

La máscara de hueso
se niega a revelar
si los rasgos que oculta
son los de un dios
o los de una bestia
o si de ambos que, tras la muerte,
continúan combatiendo
por una misma corona.