Agua rápida
Agua rápida
*
¿Qué vale más,
tu caída
o la dura tierra
donde caes?
¿Qué duele más,
la montaña inalcanzable
o el lento camino a casa?
No hay cabeza libre
bajo el ramaje de los árboles
ni ojos que se sacien con el agua
del amor.
Mira el desesperado
y ardiente cielo isleño
rodando entre las rojas
aves de la noche.
*
Todos nos iremos con la tempestad,
todos perderemos la visión
a punta de relámpagos.
El rostro del amor se quedará en el viento,
la casa y la parroquia
serán un rápido reflejo
en el agua torrencial.
La rabia flotará como un sauce desraizado,
el cariño de los perros huirá
a las más lejanas cumbres.
Cantará la noche sólo para ti,
oh, querido loco,
oh, perdido animal
sobreviviente.
*
Fui el bastardo que consoló a los árboles,
el pequeño perro que no huyó de los disparos,
un poeta sin palabras ni sombras ni alegrías
que lloró sobre las piedras y el polvo
y rodó sobre el oro y el mármol
como un ebrio harapiento
sin perdón, sin dolor
alejado de todo regazo,
abrigado por un vano corazón traicionado.
*
No te quedes en casa.
En la raíz del sol
escuchamos el eco de la ciudad,
el silbido de las nubes
que van borrando el día,
el rostro de los muertos
en la corteza de los castaños.
No te quedes en casa,
no te quedes en la palabra noche,
en el oculto quejido del amor
que aflora en los cementerios.
Abre el portal del sueño,
el sucio ventanal del amanecer
y cruza esa blanca manada de animales
que beben el primer rayo de luz
en un lento río que desaparece.
*
Sólo lo que a veces recuerdas
puede ser de nuevo convocado,
como el cauce veraniego
que añora los antiguos torrentes invernales.
La palabra en la boca
dibuja en el aire
el rostro de los hechos,
la imagen de los nombres
que cruzaron brevemente sus destinos.
Arde la memoria que no pudo escribir
la pasión, la desdicha, el abandono,
sólo la melancolía de un parque solitario
y un camino de bajada
frente al río invisible de la ciudad.
*
Como un blanco secreto
huye el amor
de quienes fríos yacen
bajo los puentes.
Se escucha el tren del sur
sobre las negras nubes,
el agitado canto
de los bohemios.
Los viejos cargan cellos
hacia barcos rugientes.
Monedas brillan, caen
como hojas al barro.
Y el agua nos alumbra
en los quietos ojos del mirlo.
*
No hay lectores en el cielo, la tempestad
es siempre imaginaria y el amor
un enemigo común.
El adorable sol de los niños,
salado como el mar matutino,
ilumina tus ojos y te hace estallar
en cantos, en danzas celestiales
que acompañan
la iluminación del abismo.
Lo que no se pudo tener
se barre con la escoba del tiempo, se bebe
en la sangre entumecida, se incendia
en los rayos que arden
en áureas ciudades antiguas.
Lo que no se pudo tener, ese
olor cariñoso, esa desaparición,
esas vastas meditaciones que se escriben
para los pájaros y los perros
que yacen enterrados
bajo la lluvia y la neblina.
No hay lectores en la tierra, en las raíces
del destino, las palabras
son imaginarias
como la luz de los cuerpos que se alejan
para poder respirar.
-Jaime Huenún
Agua rápida
Ediciones DASKAPITAL
Chile, 2024