La caída de la casa Kissinger
SOBRE UN PANEGÍRICO TORCIDO
Por Camilo Brodsky
Mezcla de kaddish inverso y libelo del descreimiento, panegírico torcido y labor de amanuense, en que la plegaria salta en espasmos de agudo resentimiento y constatación de la muerte de la esperanza, La caída de la casa Kissinger puede ser a ratos uno de los más herméticos textos de Jaime Luis Huenún Villa, alternándose las voces del ex Secretario de Estado norteamericano y de Edgar Allan Poe, pero también los ecos del despojo y la miseria tercermundista que campean como reverberaciones de la aniquilación originaria, que no es una, sino un permanente juego de espejos en el cual Kissinger entró a sangre y napalm, tanto en Vietnam como -bien lo sabemos- en nuestra propia historia reciente.
El cielo de un imperio, mientras tanto, se desmorona en medio de la peste que recorre el mundo. Testimonio en sordina del nuevo, lento e invisible derrumbe de Occidente, La caída de la casa Kissinger es también una suma de mínimas estampas y voces que entrelazan atisbos de pandemia, política y memoria literaria.
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GOBERNAR LA TRAGEDIA DE LOS VIVOS (fragmento)
Por Carlos Henrickson
Revisando los títulos en la bibliografía de Jaime Huenún, bien podríamos decir que La caída de la casa Kissinger se ubica en la continuación de una serie. Tenemos al poeta alemán Georg Trakl, en su libro Puerto Trakl del 2001; al psiquiatra, filósofo y revolucionario martiniqués Frantz Fanon, en Fanon city meu del 2014; y al poeta ruso Ósip Mandelshtam en La calle Mandelstam del 2017. Henry Kissinger sería el cuarto de esta serie, y no debería extrañarnos. Si lo que une a Trakl y Mandelshtam es su condición de intelectuales que vivieron de espaldas al poder, Fanon y Kissinger son ambos intelectuales “orgánicos”; si el primero lo fue desde su militancia revolucionaria, el segundo lo es desde su papel paradigmático de asesor de política exterior, desde su participación en los primeros modelos de los que serían después conocidos como Think Tanks, al crear en 1956 el Special Studies Project, desde el Fondo de los Hermanos Rockefeller, y colaborar con la RAND Corporation.
No obstante, esta serie contiene otro determinante fundamental: lo que definitivamente une a los cuatro es que se trata de intelectuales de la Catástrofe. Me refiero con este término, restringidamente, a ese momento en que la razón de los estados y de la historia, generada por los seres humanos en su progreso social, se transforma en una fuerza que se alimenta de la masacre de estos mismos en un ciclo casi permanente, que hace que se pueda apreciar la modernidad como una oleada incesante de catástrofes, la Catástrofe como una sola marea que solo permite predecir la continuidad futura de esta misma oleada hasta lo impensable. Trakl bajo la I Guerra Mundial, Mandelshtam en los campos de trabajo de la Unión Soviética, y Fanon en el contexto de la lucha del Frente de Liberación Nacional argelino, testimonian bien esto. Pero en este sentido, Kissinger como referente revela toda su significación: él mismo está determinado desde su infancia y juventud por la catástrofe de la persecución nazi y la migración forzosa, toda la elaboración de su pensamiento político está bajo la obsesión por evitar las “catástrofes” de la expansión comunista y de la guerra mundial, y en nombre de esta obsesión él mismo será un responsable de primera línea en producir catástrofes en todo el orbe, desde Vietnam hasta nuestro país, asumiendo la “necesidad” de estas, casi como pequeños sacrificios que pudiesen ser sustitutivos de un gran cataclismo. Él es efectivamente quien asume la necesidad de gobernar / la tragedia de los vivos.
Selección de poemas
Quieres un país para vivir.
Quieres un país para morir.
Quieres un pequeño mundo
sin sol ni oscuridad.
*
El canto de los pájaros apátridas
anuncia disparos
y silencio.
*
Ustedes no saben
lo que es nacer entre piedras y cascajos,
llevar una familia de marranos
en la sangre y en la lengua,
cruzar las podridas nieves de Europa,
para empuñar la voz y la razón
como un martillo
en púlpitos, pentágonos
y tribunales.
Ustedes no saben
lo que es pasar por cientos de guerras,
comer ratas, galletas y coles
y mantener a flote un barco
sólo con la débil ambición de no morir.
Ustedes no saben
lo que es hacerse un nombre,
crear un imperio de palabras,
dar consejos a hombres caprichosos
para que dominen por un momento
el mundo.
Ingresé al negocio del Estado
como un escéptico, sépanlo,
y lo abandoné
con los lujos y las culpas
de un creyente.
*
Nada sé del ajedrez
en las esquinas de este encierro,
pero sí de la cauta mezquindad
que da prestigio a la razón.
Allá caballos para derribar torres,
acá peones para defender
reinas y monarcas
con el corazón encendido
por una clarividencia cruel.
Quedan campos arrasados
en la lenta memoria de la tierra.
Quedan ojos abiertos a las nubes
sepultados por los límpidos
papeles de la diplomacia.
*
No envejecerás en vano,
me dijeron las arpías,
toda ofrenda será poca
para honrar tu monumento.
No envejecerás en vano,
me cantaron las valquirias,
aún hay firmas que estampar
en los mapas del futuro.
No envejecerás en vano,
declararon las estrellas,
el poder se sobrepone
a hecatombes y delirios.
Pero llevo polvo ardiendo
en la punta de los dedos,
y animales desgraciados
en la niña de mis ojos.
Oh, madona de la noche,
desnuda samaritana,
alivia con tus canciones
la cruz de mi sueño impío.
*
Yo que fui el custodio de una lengua universal,
vedme ahora picoteado
por los cuervos de palacio.
Con papeles me abrigo, como si fueran cilicios,
con decretos y canciones
de nacimientos y bodas.
Confesiones de cornudos y asesinos
me acaloran la piel,
plegarias para el barro y los cirios parroquiales
alumbran mis pensamientos.
Execrable es el brillo de los verbos que resguardo.
Las palabras santas de la tierra y de la sangre
se amontonan ahora
en las aguas negras del Pentágono
que reflejan, oh destino,
las aladas nubes de su origen.
*
El caos nos acompaña,
pero el orden prevalece.
La Historia es un fracaso
y el crimen no tiene fin.
La vida cambia sus máscaras
bajo un cielo de yacentes.
Alguien debe gobernar
la tragedia de los vivos.
*
¿A quién hizo feliz
la sangre derramada, Secretario?
¿A quién nubló la voz
tu armada voz de mando
en el pedestal del mundo?
No existe paz ni honor
cuando la paz no sacia
el hambre de los niños.
No existe paz ni honor
cuando el lobo imperial
se hinca en cuellos nigger.
Yo parto, Secretario,
sereno digo adiós
a las campanas del bosque.
¿A quién añoras tú
ahora que te llevan
en féretro de fresno?
¿Recuerdas a esa madre
con hijos a la espalda
subiendo la montaña?
¿Recuerdas las canciones
judías que cantabas
en las calles de Fürth?
Yo marcho en silencio,
me alejo de la historia
revuelta de mis hijos.
Y escucho los disparos
que el gobierno dedica
a tu nombre y tu ley.
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-Jaime Huenún
La caída de la casa Kissinger
Editorial clandestina Dementes Unidos
Chile, mayo de 2022