Isbel Hernández

Progenie

 

 

 

 

 

PROGENIE

 

Salmos nórdicos liberan

a tus descendientes

y a los míos,

de la fina luz de la liberación.

 

Ofrendo mi paz desde lo no descubierto,

a tu amor ya consabido.

A esta idea de asombro.

Eres mi luz, y yo también soy tu luz.

Yo te advertí, lo que veía en mis visiones.

Te sacarán de las tierras de Egipto,

como a una Marsellesa,

cantarán los peregrinos junto a ti,

cuando los tiestos ya no estén en pugnas con el cielo.

 

Otra cosa es la Egiptología

que haya estudiado tu padre,

las momias al servicio de sus palabras

pueden no ser sus visiones.

Y sí la única tierra del sol.

Y yo al lado de tu padre,

como los gorrioncillos.

 

Dijo el espíritu del enterramiento, dijo: hagase la luz.

Hoy, nos quitarán a las dos

las vendas puestas por César a Roma

y le daremos al Césaralgo de comer

como si fuéramos niños sin alimentos.

Nos leerán los secretos del Corán.

Y nuevamente nos amansará la caricia

de la tierra, la caricia de una abuela

sobre penumbras de almácigo.

 

Salmos nórdicos liberan

a tus descendientes y a los míos,

de la fina luz de la liberación.

Ofrecen al pueblo,

sus carabelas.

 

 

 

 

PISADAS

 

Los que proclaman

el éxodo, en alguna de sus partes.

Los que son fascinados

por las últimas leyes,

y sólo por las últimas

y aún no han sido

bendecidos por las primeras.

Varón de dolores eres.

Los que piensan en el fin

como los hijos de algunos

de los varones de las tribus de Dios,

sobre todo Abraham,

ese siervo que da vueltas

en cúmulonimbos allá en su tienda, también allá en su Tabernáculo.

Varón de dolores eres.

Ya no prometas, más descendencia,

Dios mío.

Ya no prometas más hombres

saturados.

Aquí, bajo la nube

de las congregaciones,

hubiéramos muerto, porque

aquí moriremos.

Debajo de la sementera

de las viñas, de los huertos de olivo.

Mirando con odio,

el cielo de metal.

 

 

 

 

LEVITACIÓN

 

En el estanque de Siloé,

los peces babilonios, devoran

las espinas

que irradian como legumbres.

 

El cadáver de sus cuerpos,

brillantes, anonadados,

van a lo mismo,

a deshacer su mundo.

Y no, a rehacer los mundos.

 

En el estanque de Siloé,

ya no verán al necesitado

apartarse o erguirse

al lado del que tienen,

ya no verán al necesitado

conciliar el sueño

de los necesitados,

 

de los realmente mendigos poderosos.

Un clamor de agua, es un clamor

de Agua,

único sobre la tierra.

 

En el estanque de Siloé,

Geraldine, saldrá de una roca abrupta,

para calmar su sed.

 

 

 

 

VITUPERIO

 

Yo habría recorrido

el Iluminismo de tu cuerpo con mis letras,

no Voltaire

ni Diderot.

Ya no pensar en los grandes ojos fijos

que todo lo ven,

y todo lo saben. Me aproximo

e inclinada te elogio

como a un vituperio.

al que saciaste como uvas,

como las uvas de Lot.

Al vituperio que saciaste de soles que nos ahogaron el alba.

Ansias tengo de ver tus colinas y museos reverberantes.

También de ver tus manos.

Yo habría sido

la paz que reina con sus mitades,

partidaria de aquel iluminismo tuyo

entre la plenitud de los bambúes.

Partidaria dotada de tu pensamiento,

de tu pasión,

hubiese sido lo que no fui.

Pero tu piel es ahora

la humana y la carnal

armada de Rosseau,

el más oscuro.

Y digo que las estrellas

siembran sus vidas

y que el odio pertenece a David Hume

cuando la noche cosecha

muerte.

 

 

 

 

EL ESPÍRITU DE SU ALBATROS

 

Besa sus pies, ahora que puedes

renunciar a ellos

y al espíritu de su albatros.

 

Yavhé, entra en sus palmas oscuras, se acomoda y allí guarda ese placer de refugio.

La obscuridad se tiende,

se rinde como tributo

de muchacha sin piel.

Somos gansos desnudos en el

albatros.

 

Yavhé, sabe quién he sido hoy y quién seréis en el mañana.

No morirán de frío las canteras

que le quedan a sus huesos.

Ni el éter etílico de su boca.

 

Mueven los pies su sistema inmunológico divino.

Los costales agradecidos

de cierto redil.

 

Besa sus manos, ahora que sientes

el amparo del desierto.

 

No forniques con el cactus

de largos cabellos.

No entres al Seol de los muertos

descabezados,

aplatanados en sus dudas

y deudas descomunales.

 

Yoshua entra en el espíritu del albatros,

silencia el cáñamo desvencijado

de sus fieles descendientes,

carne propia.

 

¡Es la noche de las incondicionalidades,

Amor!

 

 

 

 

BOLIVIA

 

El estado de la gracia

de mil ciudadanos

y habitantes

entre los cuáles no estoy.

 

¡Bolivia dentro de mí!

¡Chile dentro de mí!

 

Un almacén de ciruelas

prohibidas en los estantes silencios

de un país.

Cuba

nacerá de dos repúblicas,

alguna vez,

ya no prostituídas

sobre el goce

de los cuerpos.

 

Cadáveres por aniquilar

bajo los grifos

y los eclipses que abruman.

 

Mi cuerpo sostenido por el tuyo

en aquel extrañamiento.

Lengua de guardianes

que nunca se tocaron

ni sepultaron

bajo una especie tremenda.

 

En Bolivia, en Chile, en Cuba,

aquí en Cuba dirán

que tu vientre

era el objeto enorme,

el rigor sobre la hamaca de palma

donde mi abuelo asistía

el parto de las mulas.

 

Lamentaremos la furia

de sus axilas.

Su hambre de gemidos.

Lamentaremos su sangre tibia

de hombre de tinajas.

 

Más yo quiero conocerte

más allá del sol

que invocaron los hombres

de la conquista,

eran quizás las conquistas

menos comunes.

Pero el fin era detenerte,

despojarte

como un negro animal

de mármol.

 

Ahora tú, no pienses en la ebriedad.

Las élites de la conquista ya fueron iluminadas,

y ya no pueden

soportan el licor

los bambúes y cañas

del puño de Dios.

 

Yo sé que en Bolivia matarán,

sepultarán orgasmos.

 

Isbel Hernández Nacida en Cuba. es Licenciada en Comunicación Social. Es poeta y editora. Tiene publicado un poemario sobre la condición humana, en poesí ... LEER MÁS DEL AUTOR