Isaac Felipe Azofeifa

La cima del gozo

 

 

 

 

LA CIMA DEL GOZO

 

I

 

Dices que quieres

que el poema diga con palabras frescas

algo inefable,.

Descubrir en las palabras de todos los días algo;

un lodo mágico adherido,

un secreto nido de música,

una hendidura donde la abeja,

donde el agua o el aire o la luz

pusieron algo.

 

Pero dices que quieres que el poema tenga

un puro y claro límite

como tú tienes

la redonda, infinita curva de tu cuerpo.

Así sea.

 

 

II

 

Dices.

-Esta rosa que traigo en la mano es mi cuerpo

y mi alma.

Sobre tu corazón colócame.

Que el vaso de tu sangre sea mi alimento.

 

Dices:

-Esta llama que traigo en los ojos es mi cuerpo

y mi alma.

Déjame arder en tu frente.

Que tu pensamiento sea el vendaval que me encienda.

 

 

Dices:

-A esta unidad te llamo con mi cuerpo y mi alma.

Ámame como un río que rodeara a la tierra.

Poséeme

Tu vida sea el único idioma que yo entienda.

 

 

III

 

Distribuyes

direcciones, sonidos, luces, ángulos, imágenes.

Llegas como el secreto ejército del viento

que descarga su golpe arrebatando

y sin cesar girando.

 

Te pareces

al corazón sediento de un gran pájaro

que bebiera como un agua infinita

la infinitud del mundo.

 

Contigo nace joven

el universo.

Eres un árbol,-su alta copa ardiendo arriba-,

su savia como un río puesto en pie.

 

La vida empieza en la palabra tuya

Y no se sabe a dónde fueron el dolor y la muerte.

 

 

IV

 

De qué uva este vino.

De qué raíz la uva y la embriaguez.

 

Qué viva brasa se hunde en mi costado

y te me entrega, amor, quemando sin sosiego

mi propia llama.

 

Qué estrella infatigable

la que me das, amor, para vivir ardiendo.

 

De qué celeste oscuridad, emerges,

recién nacida fuerza, amor que llegas.

 

En qué ángel constante resucitas

cada día, y me salvas

de la pálida loba que me sigue.

 

 

XXXIV

 

Allí está la poesía, cógela.

Mírala reposar sobre esa piedra,

Iluminándola.  Óyela

en este silencio, que así te habla.

De pronto  pasa en un estruendo; tiembla en un árbol,

echa alas, emplea aromas, y si llora alguien,

paño de lágrimas es, y a veces

se irrita, acusa, truena, pero a nadie le importa.

El mundo es suyo, solo que

siempre anda sola, en busca

de algo que no ha perdido.

Su sabiduría está en ser loca.

 

 

LIV

 

Yo te he llamado leona,

pequeña fiera dulce,

salvaje pájaro encantado,

flor inmensa goteando

como un bosque en carne viva.

 

Ahora no tengo nombres para ti: todos los tienes.

Gracia plena del gozo.

Al lado tuyo, en ti, contigo está

ese profundo a que no alcanzo;

quizá Dios, si es la vida.

 

Creces en ti mi simiente.

En ti se expande la célula original

del universo.

Por eso eres,

bendecida entre todas.

 

Yo he nacido en tu vientre.

Bendito sea el fruto de este amor,

el hijo nuestro.

 

 

LV

 

Qué dilatados, infinitos, breves días hace

llegaste a mi corazón.

 

Esta es la cima albísima del gozo.

 

Dulce es el tiempo, bienamada,

que hemos creado.  Nuestro día

tiene una luz sin término.  Vivamos.

La vida empieza dentro de ti su llanto, su terca voz,

su irremediable sueño,

y amor es siempre la razón del mundo.

 

Isaac Felipe Azofeifa Nació en Santo Domingo de Heredia el 11 de mayo de 1909 y fallece en San José el 3 de abril de 1997. Recibe el galardón por su extensa o ... LEER MÁS DEL AUTOR