Igor Barreto

La sombra del apostador

 

 

 

 

Gallerías

 

Más que un toro

de lidia

de ojos inocentes,

el Gallo de Combate

es un animal

letalmente explícito.

 

Más que una tarde

en alguna

bella maestranza,

la gallera es un

teatro sin escena.

 

La mirada humana

convierte al hombre

en ave,

y al gallo

lo pone a pensar

igual que tú.

 

Solo el estoque oculto

tras la muleta

del último tercio

y la espuela

de carey

de una jaca de combate

se igualan

en crudeza.

 

Ambos objetos

podrían ser

las palabras

de un epigrama

de Marcial,

quien no le regateó

al Mundo

lo que el Mundo

era capaz de hacer.

 

Dame tu crueldad, Mundo,

dame tu violencia,

yo las quiero.

 

La verdad es que

hay maneras

de mirar en los ojos

el final de la vida.

 

Pero compartir

ese momento

y creer que mueres

con el otro que muere,

creer y sentir

una enconosa herida:

eso…

solo en los gallos.

 

 

 

 

The cockfighting

 

Al pájaro de la muerte

 

¡Gallo! ¡Gallo!, que ardiendo brillas

entre la arboleda de la noche,

¿qué mano mortal, qué ojo

ideó tan terrible simetría?

 

¿En qué lejanos montes o cielos

arde el fuego de tu canto?

¿Quién vuela más que tú?

¿En cuál combate sentirás la semilla del miedo?

 

¿Y con qué trampas y venenos

quebrantarán tu bravura y tu casta?

Pero si tu corazón comenzara a latir con fuerza:

¿serías capaz de volver a matar

con tus espuelas de espanto?

 

¿Con qué martillo? ¿De qué horno

salió tu siniestro cerebro?

 

¿En qué yunque forjaron tus corvas uñas,

tu navaja dorada,

la tenaza de tu pico y esa mirada severa?

 

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas

y un crudo invierno ennegreció las nubes,

¿sonrió el hombre al ver su obra?

Quien te hizo a ti fue pastor de una sombra.

 

¡Gallo! ¡Gallo!, que ardiendo brillas

en las selvas de Indonesia,

¿qué mano mortal, qué ojo,

lentamente modeló tu terrible simetría?

 

 

 

 

Elogio del destello

 

La emoción

que origina el poema

 

ocurre en ese destello

de la refriega de los días

 

y apenas

permanece el tiempo

 

que toma una cerilla

en encenderse

 

iluminando

el rostro

 

como la geografía

más lozana

 

pero si no sacas

tu libreta y anotas

 

con paticas de grillo

presurosas

 

que salen

de la punta del lápiz

 

y si penosamente

solo te conformas

 

con soplar la cerilla

para dormirte

 

entonces el fuego

se transformará

 

en humo

y lo revelado

 

dibujará siluetas:

una nube

 

que apenas

será capaz

 

de procurar

palabras inservibles.

 

 

 

 

Tulipanero africano

 

Fuimos un par de niños

en los breves minutos

a la salida del colegio,

cada uno

sostenía una flor

del tulipanero africano

o tulipier du gabon

que es una flor compuesta

por una base

de terciopelo     amarronado

y sobre ella

la llamarada

de un solo pétalo

como la cola de un gallo:

con ese fulgor enardecido.

 

Y aquellos niños

tomaban la flor por su base

o imaginario cuerpo de ave

y apostaban un centavo:

una moneda

donde se oscurecía

el rostro

de algún tonto

que murió «patriota».

 

Y sin mediar

otras palabras

entrechocaban las flores

del tulipanero

dos o tres veces.

 

Poco tiempo

hacía falta

para que una de estas aves

perdiera su penacho

anaranjado

o su cola ardiente.

 

Y la flor quebrada

de gallo silencioso

—qué pena—

caía

sobre otras flores

que estaban en la tierra

esperando su turno.

 

……………………

 

Cómo has retoñado

este noviembre

tulipanero africano:

llama-del-bosque,

árbol de cien gallitos

 

que vuelan

desde las ramas

procurando una riña

 

donde perdí un centavo.

 

 

 

 

Caminar hacia atrás

 

Al final todo se redujo al hecho

 

de que no tuve tiempo.

 

Pude hacerlo

 

pero no estaba en mis manos.

 

Tampoco llegaron los ojos,

 

ni la lengua pronunció

 

—o hizo—

 

lo que ha debido hacer.

 

¡Qué gran distracción!,

 

esta pérdida de sentido.

 

¿Hacia dónde miraba?

 

Tal vez esperé demasiado:

 

así ocurre,

 

así ocurre.

 

Tenía el ánimo

 

pero fui por el camino equivocado

 

y apareció gente extraña con sus dudas.

 

Todo me llevó hacia atrás:

 

caminar hacia atrás,

 

caminar hacia atrás

 

día /y/ noche

 

caminar hacia atrás,

 

caminar hacia atrás.

 

 

 

 

 

-Igor Barreto
La sombra del apostador
Colección Visor de Poesía
España, 2021

 

visor

Igor Barreto (San Fernando de Apure, Venezuela, 1952). Es poeta, editor, traductor y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Su obra poética fu ... LEER MÁS DEL AUTOR