A dónde van los caballos mientras duermo
Mi soledad gusta de lapidarme en la cocina
Ella es incalculable
tiene la manía de respirar por las llaves del gas
y dejarse escurrir por las tuberías
hasta que adquiere la forma de un embrión
y reposa en la circunferencia de un sartén.
Ella enloquece con cuchillos,
se los clava en su inmensidad
para asegurar que el dolor
es un sedante contra la alegría.
Ella se nutre de nada y se nutre de todo,
incluyendo la voluntad de Jesús
por cortar el pan, por destilar el vino,
por anunciarse en la pasión de un foco
o en mi última oración en la cocina.
Ella desde siempre no tiene forma ni sustancia.
Puedo olerla dentro de un congelador en flor de loto
o ardiendo en un horno como esfinge de museo;
ella tiene escamas, es ebullición, efervescencia,
flotan sus ojos en platos desbordados de sopa
con su corazón lleno de helio, lleno de nada,
lleno de lenguas hidratándose en mis dedos.
Ella,
imantada a mí ella siempre
es una sombra en todos los espacios,
su fuerza reside en eclipsar la luz
en dejar caer cubiertos con tenor psicoanalista,
en zambullirse en licuadora, en pintarse de rombos,
en maquillarse el rostro con harina para ser un clown
y confundir mi terrible adicción por el azúcar
con las instrucciones del veneno para insectos.
Ella no es una musa hirviendo en olla exprés,
no la ausencia de clonazepam o cilantro en alacena,
es la refrigeración por invertir navajas en mi cuello,
es un hueso que acribilla mi garganta
que por más que mastico y mastico
su intangible sepultura
no cesa de lapidarme en la cocina.
Cuarto acolchonado
En este lugar
no existen las mariposas
solo su vuelo
empujándome al vacío.
Confesión en el diván
He sentido un viento anaranjado,
un sobrevuelo de interrogaciones.
Desde mi silencio
un péndulo lunar
llega desde la idea de Dios
hasta la cumbre más inhóspita
de mis abismos…
Con mi testimonio en el diván
una voz de polen cubre mis tobillos
al tiempo que las mariposas
encuentran destino en mi corazón.
¿Quién soy
ahora que Cristo camina por la sala
para tomar una abeja de mis manos?
Un pañuelo de Dios
En los lugares terrenales
pasta la pobreza en asfalto,
que los zapatos
que las zapatillas
que los reporteros
saltan en carnaval sin fin.
En el tiradero de la especie humana,
cabezas de muñecos extirpan sus pies
para futbolistas que juegan a morirse.
Pero sobre todo mundanal;
en esta fábrica quirúrgica
de ampolletas para adulterio
de pintura digital para cubrir el crimen
¡Un pañuelo!
extiende su cuerpo a toda la sustancia
para ser el único pájaro del todo
en un miserable desorden de la nada.
Romance con las vacas
Amo la tranquilidad de las vacas
la concentración que tienen al masticar la hierba.
Amo sus manchas filosóficas,
sus ojos religiosos,
amo su incansable gusto por pastar
en la memoria o metafísica de Buda.
Amo a las vacas cuando meditan
en un tablero de ajedrez,
pero más aun
cuando caminan a la dimensión
de mi existencia y dicen:
“Despierta
la leche está servida”.
Las flores solo saben mirar al cielo
A Zingonia Zingone
Meciéndose en el transcurrir del viento
y aun con el crecimiento de la tanta hierba
de la tanta edificación de casas de empeño,
las flores
a pesar de los incendios
de los escarabajos en señal de auxilio
de espinas clavadas en dedos de mi madre,
las flores
con sus tallos que encorvarán hacia la muerte
y su corazón que será picoteado por avispas
y su sangre que será molida por mercurio de un pintor,
las flores
aun como astillas en las pezuñas de una cabra
o como coronas en un certamen de belleza,
las flores
con su espíritu de nube
con su blanco andar de sacerdotisa,
las flores
nunca dejan de mirar al Cielo.
A dónde van los caballos mientras duermo
En el lugar de las ideas
separado de la imaginación
y de las matemáticas del tiempo,
los vi saltar ante la desnutrición
de las palabras hechas talco
hecha taquicardia
en la exaltación de un caballero
en las caballerías.
Los caballos se fugan de mi mente,
navegan por el aire y su galope
es un manantial de castañuelas
alimentando mi corazón hidráulico.
No hay jinetes de cianuro sobre sus lomos,
ni látex ni hueso o leche que pueda contener
sus risas largas en el insomnio de los sueros
cuando los espárragos son lámparas en dormitorios
y los dormitorios son llanuras en mis venas
por donde crecen caballos sin rimas en la frente.
Incansables equinos son revoluciones,
sin límite van saltando toda barda terrenal,
todo autógrafo del quehacer artístico
en tigres o en barbas o en frascos con petróleo
con proyección de una guerra en mapa escolar.
A dónde van los caballos mientras duermo
si no es para alejarse de toda paja inútil
o en el arribo de un hipódromo poema
que aún no puede ser escrito.
Reflejo subconsciente
En mi plato con sopa
asoma el rostro de una mantarraya.
No me atrevo
a partir el espárrago en su sonrisa;
deshacer su reflejo
sería asesinar una simpática ilusión.
Entre el mar de la ventana
y la mesa llena de alimentos
hay dos intrusos observándose
en la fugacidad del espejismo.
La mantarraya abre la boca,
y ante la tanta desnutrición
¡con tanta hambre!
no sé quién devorará a quién.
Consejos de respiración hasta el exterminio
Respirar la nieve la nube la nuca nunca vista de Dios.
Respirar el primer pájaro del día hasta la clarividencia
y la fatiga de un concertista en vegetación eléctrica.
Exhalar
no sólo bajo el sol o bajo un yunque de hipotermia.
Exhalar
aun con plomo en los bolsillos
aun con amoniaco entre los dedos.
Exhalar con la carne con el pensamiento con el espíritu
aunque la hipnosis matutina pronostique un colapso de plantas venenosas.
Aspirar el hundimiento la elevación lo invisible la astrología lo subterráneo.
Celebremos una gota de vino en un temblor de parálisis mental
asistamos a un planeador para sobrevolar la calvicie de nuestra muerte
como una danza de alto riesgo en el espejismo de una peluquería.
Imaginar lo que no puede ser respirado:
un amor en el centro del infinito
un caminar de Lao Tsé en un haiku
una lluvia para que el nacimiento del mar
sea un pez durmiendo en nuestras manos.
Respirar bien el todo y la nada.
Que la oxigenación en nuestra sangre nos impulse
a trotar la historia universal
a velocidad de caracol a salto de guitarra
que nuestros pulmones sean un fractal de mariposas
cuando la era cibernauta cuando el fin del mundo
nos tome dando vueltas en una rueda de la suerte
o en la contemplación de una cascada
que la naturaleza ordeña.
Respirar siempre prominente
en vibrato en el ayuno de Tomas Merton
o de un economista pronosticando
descalcificación en nuestra patria.
Demos respiración de boca a boca
aire a los cometas
viento a los aviones
aliento a los naufragios
seamos el último surfista en época de aire
donde una sirena alcanza su plenitud de vuelo.
Que las estrellas se resguarden bajo nuestros parpados
y los astronautas sean acordeones en la música de Dios.
Seamos hidrogeno en la meditación de un tigre
mientras vacacionamos en la piedad de su metabolismo.
Enaltezcamos fuego sagrado en celebración de vivos
en el instante en el único trago de nuestra llama
de casualidad de átomo de azar de la interrogante
cuando el Herrero desde el espacio exterior martillea
una partícula que tiene tu rostro
en un caldero que bien ilustra un alquimista
respira la existencia.
-Estos poemas forman parte del libro Confesión en el diván / Seguido de cuando los ángeles se materializan, publicado por Editorial Literateria, en 2023, Toluca, Estado de México.