Horacio Benavides

Aleaciones breves

 

 

 

FRONTERIZOS (25)

Por Néstor Mendoza

 

Horacio Benavides tiene la condición (o condenación) de Midas: irremediablemente, para bien o para mal, según el foco que utilicemos, todo lo convierte en airados metales: “Algo que vale más y menos que el oro,/cadáveres sobre sus lomos”.  El oro, más allá de la celebración, viene al caso como condición de su escritura. La realidad encapsulada en el texto es poetizada, reducida y comprimida. Los poemas son piezas deshidratadas, sacadas de su origen cotidiano, transformadas y devueltas a ese estado primario. No obstante, luego de este proceso de empacado al vacío, lo que está en nuestras manos son organismos nuevos y vivientes. Para Benavides, un animal es un animal y también otra cosa. Un escarabajo, un buey, un rinoceronte, una hormiga, una tortuga, una oruga, una garza, una lagartija o una paloma, le sirve de excusa para entablar un coloquio consigo mismo y con el material seleccionado: él y la cosa observada se funden y dan paso a una entidad lírica, una pieza verbal autosuficiente y casi siempre breve. Lo atrayente de este proceso es la variedad de sus intereses: logra que conectemos anímicamente con relatos ya conocidos (episodios bíblicos, míticos, históricos o relacionados con la fábula), pero que el poeta ofrece con honesta y renovada originalidad. Estas cualidades se unen a la respiración del poema: un aliento medido, un verso corto y económico. Si toco madera tres veces (aquí no hay superstición, es sólo un ejemplo), cada toque sobre la superficie será un tiempo en el poema de Benavides: inicio, desarrollo y cierre: cabeza, tronco y extremidades. Tres golpes de una percusión que indican una pausa no siempre explícita. Aunque el poema se cierra formalmente, en espiral, imitando al caracol, evoca una puerta casi siempre abierta. La muerte y el sueño, la imagen rural de un padre que se evoca con dolor, dioses domésticos que aparecen e interactúan.  Algo de cancionero hay en su estilo, en no pocos de sus poemas. Aleaciones breves: mercurio y otros metales.

 

 

 

 

Poemas de Horacio Benavides

 

 

 

EL CERDO

 

El cerdo entra en el poema

como una ofensa

pero nadie sabe

que el cerdo también reza

 

Al final del verano

cuando las golondrinas

arrastran el paracaídas

de la lluvia

el cerdo se sale de sí:

 

da vueltas salta grita

aplaude el universo

 

 

 

 

DISTANCIA

 

Para Rodolfo Benavides

 

Entre nosotros y las torcazas

hay una distancia enorme

casi insalvable

 

Nos puede ocurrir verlas

acariciadas por la luz

en el alba de los árboles

 

Ah las torcazas exclamamos

empinándonos en la sorpresa

y ya no la vemos

 

 

 

 

ESCARABAJO

 

De cobre

de oro

es el espejo

 

y la carga

no de pena

sino de paraíso

 

 

 

 

43

 

Te traigo tu mula, padre

no te quedes parado, mudo

 

Te traigo tu mula negra

la he encontrado en la montaña

dale tu sal que es llama

 

pasa la mano por su lomo

échale el peso de tu carga

no me hagas dudar, padre

 

No me digas que arreo sueños

que esta no es tu mula

que he cogido la que pena

 

 

 

 

45

 

Ha detenido su mula

para saludarme

don Zenón Benavides

 

Un poco dolorida su sonrisa

su manera de indio

suave y lenta

 

“Creo Fidel que esta vez me toca”

me dice

 

Podríamos reír como otras veces

¿pero quién esconde la mano

que señala?

 

Lo veo alejarse en su mula

por el valle

donde los bueyes siegan

la serena hierba

 

 

 

 

LA MARIPOSA DE TU ALMA CRUZANDO EL ABISMO

 

En memoria de Javier Benavides

 

Una tarde de regreso a casa

escuchaste una música extraña

el crujir de mínimas armas

airados metales

 

En el barranco de tierra cuarteada

diste con un nido de alacranes

enloquecidos de vida

 

Barquero

hazle un puesto en tu nave

a este muchacho

que quizás olvidó su moneda

 

Piensa que no es poco

escuchar una música

jamás oída

 

 

 

 

DIOS NOS GUARDE

 

Este animalito plano y pequeño

como un grano de lentejas

se hace el muerto

 

Acaso Dios

que es el conductor de las galaxias

el guarda de los agujeros negros

poniendo sus ojos en lo insignificante

le sopló su salvación

 

O el muy listo

solo en su guarida

llevándose la mano a la cabeza

ideó el plan

 

O este animalito también es Dios

la punta de un cabello de Dios

 

 

Horacio Benavides (Bolívar, Cauca, Colombia, 1949). Ha sido profesor y coordinador de talleres de literatura. Ha publicado los libros de poemas: Orígene ... LEER MÁS DEL AUTOR