Helena Sinervo

La mitad del aullido

 

 

(Traducción al español y notas de Enrique Solinas)

 

En la actualidad, Helena Sinervo es la poeta más importante de Finlandia. Lo confirman sus once libros publicados hasta hoy y su presencia, cada vez más frecuente, en los festivales internacionales de poesía. No sólo su obra es de un nivel fuera de lo común –ya por el tratamiento y la profundidad de los temas que aborda con dureza, ya por la forma que asume desde el registro coloquial hasta el registro más culto–, sino también por la combinación de estados y situaciones de la vida que nos dejan perplejos.

En su poesía la naturaleza ocupa un espacio central y contrasta con la ciudad. La naturaleza provee del misterio necesario para invocar en el poema y la ciudad ofrece el rigor de la vida implacable. Con voz pequeña transita el mundo de la poiesis y en ese camino describe lo que ve, traduce lo que siente, percibe al Otro desde el extrañamiento ante lo desconocido y también desde la falta.

Especial para Altazor, he aquí estos poemas de Helena Sinervo, una gran poeta de nuestro mundo.

 

 

 

 

Media madera

 

somos dos y las hojas nos cubren

somos dos y las raíces se apoderan de nosotros

tú comes la mitad de las nubes, yo como la otra mitad

tú aflojas la mitad del suelo, yo la otra mitad

cuando mueres, me convierto en un perro y aúllo

tu fantasma aúlla la mitad del aullido

cegado por el dolor, tu fantasma pisa un clavo,

trota la mitad de mi carrera con su pie doloroso

y la mitad de mi pata está inflamada en mi mitad

y la mitad de mi dolor brilla como brasas debajo de tu piel

y yo vuelvo la otra mitad de mi otra mejilla hacia la muerte y digo

no ciega, pero habiendo visto demasiado, es lo  mismo, y digo:

somos dos por la mitad

desde la mitad de este lado hasta la mitad del lado lejano

como el que mira con impaciencia

como aquel cuya canción corren los árboles para escuchar

como la mitad de quien canta y la otra mitad que escucha

de los cuales la mitad son dos en los que se sientan las aves

mientras se sientan en nosotros y nos hacen agujeros

 

 

 

Aún

 

El mar levanta su sombrero de espuma,

un caballero, el mar, el báltico,

duerme en su cuenca, ojos cerrados,

mientras que las redes, las web, la tensión surgida

está aún despierta,

lleva en sus barcos  clubes nocturnos,

trozos de tablas, mejillones y bellotas,

el bosque verde de las aguas,

 

y el bosque que cubre con sus agujas

umbrales, tumbas, canteros,

cubre la helada temprana

saca un suéter verde

por detrás de su cuello sobre su cara

desde los fiordos de Noruega hasta Vladivostok,

 

y aún, todavía duelen, las uñas de las estrellas

en las palmas del espacio,

desangran su luz sobre el promontorio, las islas,

la orilla de la bahía

en el puerto construido sobre el cabo y la iglesia,

tomado por el frío y el vértigo,

los asombrados transeúntes, vaciados de noche,

centellean, venden anuncios,

 

y quién escribió en la acera

¡Mari, te amo!

 

¿vive allí arriba

entre las copas de los árboles?

¿se para junto a la ventana

mirando hacia abajo, aquí abajo

a las parejas amorosas, a los arces,

al parque entre los edificios,

 

brillando bajo las farolas,

lamiéndonos

con su lengua de savia?

 

 

 

En el lugar de un edificio

 

¿Están construyendo  un geriátrico aquí?

Pregunto porque creo que es bueno

que no tengas que movilizarte lejos

y te ves como si supieras

las respuestas a todas las preguntas,

Ella sentada allí, un niño en su regazo, mirando la grúa.

Niño, sube rápido, ¿puede hablar ya?

Mi hijo siempre se sentaba en el sofá blanco

vestido de verde en el sofá blanco,

alguien podía escuchar la hierba creciendo desde la punta de sus dedos,

tú no podías mirarlo, y cuando miraste,

ese lugar estaba vacío.

 

 

 

El jinete

 

Por  detrás del sol, fuera del ardiente regazo de una tormenta de partículas,

aterrizó debajo de esta lámpara de lectura

e inmediatamente cargó de una habitación a otra,

banderines que fluyen desde los omóplatos,

y sobre la capa, los primeros gérmenes de identidad

lo suficientemente pequeños como para caber en una cucharadita.

 

Praderas y pozos veloces bajo sus párpados, ¿qué intentó hacer?

 

Construir una pista de carreras, luego arrodillarse

sobre la hierba frágil

delante de sus juguetes

 

 

 

La infancia de Munch y muchos otros

 

El niño se arrastra por la playa, sabe caminar, trepar, correr,

se para en cuatro patas sobre la arena,

mira hacia adelante como una excavadora,

lo que está mirando está fuera de alcance,

charcos de luz, mistificado hielo resbaladizo de la infancia,

olor a algas, una imagen tierna y dolorosa,

 

y el otro niño, hermanito, se para

con sus dedos descansando sobre sus hombros,

aletea sus alas,

pero el artista los congela en vuelo,

no por el bien del niño sino por la composición,

y eso incluye todo el museo, la gente

pasando por sus habitaciones

leyendo las notas descriptivas,

sus dolores de espalda y pastillas,

un bebé dormido en su bolsa, su madre

se sienta en un banco

y mira la pintura,

miran al frente, siempre al frente, qué

permanece fuera del marco,

un castillo de arena, la ciudad brillante

carros, armas, teléfonos,

fondos de inversión,

el guardia en la parte superior de la pared gira

y escanea la playa

detrás de él

 

 

 

El reloj

 

Dejaste tu reloj pulsera en el lavatorio.

Dos primaveras seguidas marcaron la hora

antes de que la batería se agotara y bajara las manos

en este pleno momento de la tarde, aquí.

Esto  es demasiado brillante, en esta luz

la taza blanca parece abandonada

con su mancha de café seco en el fondo

y el perro aúlla arriba, es solo un cachorro de cola raída.

No llores.  Mamá estará en casa pronto,

ella vendrá corriendo por las ruidosas escaleras, abrirá la puerta, no llores.

Ahora el gemido se detiene y puedes escuchar hablar otra vez,

no te tomes un descanso, por favor hazlo.

Me mantendré despierta sòlo por ti.

 

 

 

El placer de Tiresias

 

Pocos olvidan el mar

por una gotita,

pero no me acuerdo

tu cara, solo la gota

que colgaba de la punta de tu nariz

y cayó en la copa de vino.

 

Te estaba mirando

o me miraba a mí misma, o miraba

algo en medio, no recuerdo

pero la luz incandescente

golpeó esa gota y brilló

y, brillante, cayó.

 

Todavía tiembla el vino.

 

 

 

Hora de visita

 

Deja la puerta abierta, sé amable.

Nada se compara con el viento.

Mientras sopla a través del edificio desde el patio trasero,

las cortinas se inflan, las persianas chocan,

las aletas del asta de la bandera

al otro lado del estrecho, debajo del puente, a través de la ciudad

nada se compara.

Entonces, en la primavera, sueño con una tormenta de otoño,

cómo derriba árboles y andamios,

rasga los techos, nada se compara.

¿Leíste sobre la mujer que paseaba a su perro por un puente?

Se arrojó al río, ella se ahogó, me hubiera gustado

ver eso, nada se compara.

Me he estado preguntando por qué

vienes aquí con tu hijo,

tu madre desapareció hace mucho tiempo, ahora flota

en un mar tranquilo, calma el blanco de sus ojos.

Ella ya no te conocerá jamás.

Helena Sinervo (Tampere, Finlandia, 1961). Poeta, novelista, profesora de Piano, traductora, estudió literatura en Helsinki y en París. Publicó hasta la ... LEER MÁS DEL AUTOR