Héctor Cañón Hurtado

Las ondas que dibuja la piedra

 

 

FRONTERIZOS (23)
Néstor Mendoza

 

Héctor Cañón Hurtado conoce las demarcaciones del poema breve y se aprovecha de ese conocimiento. Me refiero a los poemas breves que son comunidades autónomas, autosuficientes y autosustentables. En ellos todo sucede y parece que nada es excesivo. Ya sabemos que la brevedad conlleva sus propios conflictos, al igual que el poema de largo aliento. Este atributo le permite a Héctor balancearse sin caer entre el sentido y su cubierta formal: lo que evoca el poema y la serenidad y precisión en el decir. El poeta se sumerge tanto en ese universo mínimo que parece habitarlo siempre, como si pretendiera olvidarse de todo lo demás. Es en ese mundo delimitado, el cercado y “matemático” mundo del poema, donde es posible los más variados estímulos, reflexiones y percepciones. Yo quisiera ver estos mundos de Héctor como cortometrajes y no solamente como textos: el carácter visual tiene tanta presencia que no sabemos bien si estamos leyendo o si estamos frente a una pantalla o frente a un proyector de imágenes. En momentos de divagación pienso en esa invención de Morel, ese francés inventado por Bioy Casares. Pienso en ese artefacto reproductor de imágenes, las cuales, a decir verdad, no sabemos si las reproduce o si realmente ha robado las almas de los personajes para una eterna y quizás artificial reproducción. Aquí la noción de imagen parece tener unas propiedades tangibles: como la piedra, que habitualmente posee el estigma semántico de la dureza, pudiera moverse con la sinuosidad de una masa maleable. Unido a esta labor de precisión, en los intereses temáticos y formales del poeta bogotano se suma la experimentación con bridas: dentro de estos mismos límites la intensidad mantiene sus temperaturas.

 

 

 

 

 

EL CAMINO DE VUELTA

 

Las ondas que dibuja la piedra

al caer en el agua

regresan desde las orillas

al corazón del hombre.

 

Todo lo que va y viene

es música nadando

a contracorriente.

 

El cuerpo no cambia

al agitar su reflejo en el río

ni la sombra se deshace

tras reposar en la noche.

 

La piedra del fondo sentencia

que todas las aguas viajeras

tienen un camino de vuelta.

 

 

***

 

 

NO ES EL HAMBRE IMPLACABLE

devorando al jaguar

ni el cuerpo insistiendo en bañarse

una vez más en el mismo río.

 

No sucede el círculo de los siglos:

el hombre escribe la noche

y el aire la atraviesa sin hacer ruido.

 

 

***

 

 

ATRAPAR UN PUÑADO DE AIRE

alienta más a escribir a la mano frustrada

que cerrarle los párpados a un cadáver.

 

Cambiarse de nombre es extravagancia

y escribir poemas una disculpa

para arribar tarde a la cita con la muerte.

 

Volar no es lo que hace libre al águila,

sino el hecho de que el testigo

no encuentre su rastro en el horizonte.

 

 

 

 

PALOMINO

 

Los planetas

son peces del cielo.

 

Esta noche vinieron todos

porque sienten curiosidad

de mirar un mar en reposo.

 

Las olas siguen trabajando

y su música es luz en la costa.

 

Hace calor,

la ceiba reposa

y sus hojas están tan calladas

que oímos el pulso azul de los planetas

y los secretos que la orilla

guarda del agua.

 

 

 

 

ESCRITO A TIENTAS

 

Amé a los buitres que te devoraban

mientras les dabas de beber canciones

en el cuenco de tu vientre.

Amé tu nombre inasible

como llovizna que se escurre

entre las manos de los locos.

Amé la vulnerabilidad del agua

que borraba tu rastro en mi cuerpo.

De repente se abrió una vasta zanja

entre la punta de tus dedos y los míos.

No tuve más remedio que llamarle muerte

en un poema escrito a tientas

como quien lame una cicatriz.

 

 

 

 

AGUA FIRME

 

Me pregunto si regresas

en el barco que se asoma a mi mirada

si en altamar navega la botella

que nos embriagó con espuma de olas

si recuerdas las luces

de aquel pueblo en la costa

mientras te peinas

sin mirar el reflejo en la corriente

y acaricias las orillas con un gesto

 

Me respondo somos cómplices del agua:

la tierna caracola

predijo que el eco de la lluvia

nos descifraría si dormíamos desnudos

y el río de la memoria

se ha llevado la piel muerta de la primera cita

y el peso de dos nombres en tierras lejanas

 

 

 

 

TAITA YAGÉ

 

Le arrancó el corazón a la noche enferma

y lo puso a bailar en su mano

como un trompo de fuego.

Dijo las mismas palabras con que fundaron

el quechua en la nieve perpetua:

amor sin mover la lengua ni los labios

y compasión con la cadencia

del riachuelo que separaba su reino del mío.

Vomité a sus pies una piedra negra

a la que él bautizó Envidia,

dijo que mis amigos la habían sembrado

allí con su ojeroso pensamiento.

Quise haber nacido a ritmo de dulzaina

y con un atado de plumas

magenta y celeste en los tobillos.

Lamenté el río desbocado de la mente

mientras las piedras fluían como agua.

Vi un puñal en mi mano ensangrentada

y cabalgué sobre el lomo del pánico

la travesía más fértil que recuerdo.

Se transformó en loro

con un chasquido de dedos

y abandonó su cuerpo para viajar

hasta la constelación de los ancestros.

Trajo en su lengua el hálito

de un ejército de cigarras

que iluminaría las fronteras

de la Tierra hasta desvanecerlas.

Arrulló el último aliento

de una estrella fugaz que acababa

de sucumbir al imán de la selva.

Al unísono nacieron un árbol

sin pasado ni futuro y su savia innombrable.

Curó el corazón de la noche enferma

con un soplo de aguardiente

y lo puso a latir de nuevo

al amparo de plantas de ortiga desvelada.

Juntos lloramos al recordar que éramos

forasteros bajo el techo del otro

y reímos al cantar con la voz recién nacida del alba.

 

 

***

 

 

EL COPETÓN

al picotear el charco

dicta su poema

 

se seca en el cable

de alta tensión

Héctor Cañón Hurtado Bogotá, 1974. Ganó el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2018. Fue finalista del concurso de cuento El Brasil de los Sueños 20 ... LEER MÁS DEL AUTOR