GUSTAVO OSORIO DE ITA
Telémaco duerme
Duerme siempre del lado derecho
Para aliviar la presión sobre el corazón
Porque todo mundo sabe que el peso encima
De algo que se mueve sin cesar
Hasta que se rompe o se aburre
Solo causa que el sonido producido
Por el esfuerzo de la arteria
Por el contenido rumor de sangre atrapada
Se vuelva un sueño de espasmos
Y veranos de playas áridas donde el mar
Se retrae temeroso de la sombra
Dijiste que el mar vuelve
Porque extraña mirar desde las montañas
El fin del mundo y el vacío que se crece ante su ausencia
La sangre se retrae y avanza sobre las costas de los sueños
Dijiste que durmiera del lado derecho
También para que pudiera ver hacia la ventana
Desde no se puede ver el mar que vuelve
Ni los vacíos que quedan ni el fin del mundo
Ni donde tú tensas las velas de una barcaza demasiado frágil
Para llegar al otro lado de la noche
Y así lo hago
La palabra celacanto se parece a amianto y a fondo
El celacanto es un pez que emerge de otro tiempo
Un fósil viviente de aproximadamente dos metros
De longitud y hasta noventa kilogramos de persistencia
Que se alimenta de honduras; atrapado con aletas
Casi pies, con ojos casi humanos. Un pez fuera del agua
Boquea intentando sujetar su vida de la brisa.
Un pez fuera del agua vive hasta tres mil seiscientos
Segundos, antes de que se colapse bajo un sol húmedo
En un bote mientras su cuerpo de espasmos
Hace salpicar gotas de agua. Mi rostro,
Donde caen las gotas que el celacanto trajo consigo
Del fondo del mar, a aproximadamente sesentaicinco
Millones de años de distancia, se ve cansado
En esa fotografía que guardo como testimonio
De un viaje que he hecho para escapar
—Como si pudiera hacerlo—
De tu muerte. ¿Cuál era la probabilidad?
Al fondo una isla cuyo nombre estoy seguro no recordaré
A diferencia del nombre amianto
Que es una manera hermosa e impoluta
De llamar al asbesto. Así como celacanto
Es una forma acerada de reconocer el brillo antiguo
Y nombrar la muerte húmeda e inesperada
Que se tarda la suma de vidas en aparecer de nuevo
Porque la muerte siempre flota;
O distrés respiratorio por envenenamiento ambiental
Que es otra forma de decir que no había nadie a quien
Culpar, que falta el aire, que los pulmones
No van a volver a ser los mismos, igual que la vida
Que no es nada sino guardar aire.
Era, recuerdo en la piel, una forma fría, como la sensación
De las gotas que comienzan a confundirse
En mi rostro y que caen sobre la madera
Resistente —no como tu cuerpo— del barco en renta —como tu cuerpo—.
Otra forma de decir que el aire que cabría en tus ojos
Estaba contado. La playa se acerca. Los últimos
Espasmos. Tanto desplazarse en el tiempo
Y el espacio para nada. Puedo jurar vi los ojos del pez
En tus ojos. Aunque aquello fue antes —mucho antes—
No sé. Tantas cosas que vienen de otros fondos
—vivir tanto para morir tan lejos—
Que emergen respiran luz
Y se ahogan en el aire.
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GUSTAVO OSORIO DE ITA (Puebla, México. 1986). Ha publicado poemas en medios nacionales e internacionales, así como los poemarios “Bonapartes” (Conaculta, 2012) y “Las armas de mi padre” (Círculo de Poesía Ediciones, 2022). Algunos de sus poemas han sido traducidos al rumano, chino, francés, árabe y griego. Ha publicado, en traducción, “Almuerzo con Pancho Villa” de Paul Muldoon (Valparaíso, 2016), “Vuelo y otros poemas” de Kwame Dawes (Valparaíso, 2017), “Otros vislumbres. Poesía actual de la India” (Círculo de Poesía Ediciones, 2018) y “Las nadadoras deshuesadas” de Linda Maria Baros (IFAL/Círculo de Poesía, 2024). Fue invitado a la residencia creativa en el Lu Xun Literary Insitute en la ciudad de Beijing en 2017 y obtuvo en 2020 el Premio a Poeta del Año del tercer encuentro Silk Road Poetry en China por la colección de poemas Goldsmith of a farce, así como también el premio de la Asociación Poetry East West en el año 2022 en el área de traducción de poesía.