Graciela Maturo

Y los destinos esenciales de la vanguardia en Argentina

 

Por Floriano Martins*

 

FM | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en Argentina? ¿Cómo era el ambiente cultural entonces?

GRACIELA MATURO | Ante todo, cabe deshacer un equívoco acerca de la palabra Vanguardia y su relación con el Surrealismo.

Los movimientos europeos y americanos de la vanguardia arrastran esa misma ambigüedad. Desde el romántico Expresionismo, crítico de la Modernidad, hasta el ultramoderno Futurismo, que canta a la máquina (la locomotora, el automóvil) se abre un amplio espectro que suele abarcar a las Vanguardias.

Yo definiría como “Vanguardia” al momento extremo del sujeto creador, dueño de sus instrumentos, que hace del arte un campo de experimentación.

Frente a ello el Surrealismo aparece como anti-vanguardia. Es el momento en que ese sujeto creador descubre un centro de sentido que es ajeno al hombre. El hombre no es ya el único que produce significaciones; las significaciones, o el sentido, lo preceden y abarcan. Por eso el poeta surrealista se convierte en escucha, en soñador, en médium. Sería “post-moderno” si esta palabra no estuviera ya tan connotada con otras actitudes.

Soy crítica de la automática clasificación de la literatura americana según los momentos de la europea. No podemos hablar de una vanguardia latinoamericana calcada de las vanguardias europeas, simplemente porque no somos europeos, y nuestra cultura no es pura recepción de lo que produce Occidente. Tenemos una cultura propia, fruto de la inicial transculturación hispano-indígena, con aportes africanos, asiáticos y de otros pueblos. Dentro del espectro cultural de América Latina es cierto que la Argentina tiene un perfil más europeísta que las demás naciones, pero esto no puede ser llevado al extremo de considerar su cultura como espejo de Europa.

En las primeras décadas del siglo Veinte prevalece el aire del Modernismo, que tiene ya toques vanguardistas, como puede verse en las obras de Ricardo Güiraldes, Baldomero Fernández Moreno y Leopoldo Lugones. Son obras de transición, que sin embargo no abandonan el ideario humanista del Romanticismo. Si tuviera que fijar un punto de arranque del Vanguardismo lo fijaría en una obra de Leopoldo Lugones: Lunario Sentimental, de 1909. Lugones incorpora el humor, el prosaísmo, la inversión de los cánones tradicionales, la audacia expresiva. Sin embargo, no puede decirse que su obra posterior continúe por esta vía.

A partir de 1922 un grupo de jóvenes poetas estimulados por Jorge Luis Borges, que volvía de su residencia juvenil en Suiza y en España, inician el Movimiento Ultraísta Argentino que tiene cierta continuidad con el español. Las revistas Proa, Prisma y Martín Fierro son representativas de este movimiento al que aportaron Leopoldo Marechal, Brandán Caraffa, Eduardo González Lanuza, Oliverio Girondo, Ricardo E. Molinari. El culto de la metáfora distingue en esa etapa a los poetas nombrados. Un manifiesto de Jorge Luis Borges en la revista Proa pretendía instalar los puntos esenciales de una nueva estética, (que ninguno de ellos continuó). Esos puntos eran esencialmente la abolición del sujeto romántico y del confesionalismo, la realización del poema como entidad autónoma, trabajada como objeto artístico, la eliminación de lo explicativo y de las zonas neutras del poema, la utilización selectiva de adjetivos y otros elementos del lenguaje, la concentración en la metáfora, considerada como el elemento esencial de la poesía.

La década de los años 20 señala el efímero despliegue de estas propuestas expresivas, que conviven con las de otros grupos de estética social, romántica, popular, etc. en las ciudades argentinas. Se ha hablado siempre de la contraposición Florida/Boedo en la Ciudad de Buenos Aires (contraposición que enfrentaría a los poetas de vanguardia y los poetas sociales, de lenguaje romántico, en la década de 1920) pero esto deja de lado la emergencia de otros grupos menos estruendosos en las ciudades del interior, y de trayectorias poéticas importantes que no pueden ser incluidas en los grupos porteños. Pongo por caso al poeta mendocino Jorge Enrique Ramponi, que inicia su trayectoria poética a fines de los años 20 con algunos libros vanguardistas, y luego se va apartando de esa escuela para instalar un lenguaje propio ligado al orfismo, al ejercicio del ritmo y la musicalidad del verso, y a una inclinación metafísica. Ejemplos de la Vanguardia Ultraísta son las obras siguientes:

Oliverio Girondo: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (Argenteuil, 1922, Buenos Aires, 1925); Jorge Luis Borges: Fervor de Buenos Aires, 1923, Luna de enfrente; 1925; Leopoldo Marechal: Días como flechas, 1926; Ricardo E. Molinari: El imaginero, 1927.

En suma, yo diría que la vanguardia no asume una total importancia en la Argentina. Los propios poetas de lo que se llamó el Martinfierrismo, encabezados como ya he dicho por Borges en 1922, siguen trayectorias individuales independientes, aunque algunos de ellos conservan marcas vanguardistas, por ejemplo, Marechal, poeta y novelista de esa generación. Nadie podría decir en cambio que la poesía de Borges ulterior a aquellos años siga siendo vanguardista. Tampoco podría llamarse vanguardista la obra de Molinari, pese a que sus primeros libros llevan señales estéticas de la época.

En la novela y el cuento asoman signos vanguardistas, que no siempre son de ruptura con la tradición. Así las obras de Macedonio Fernández (La novela de la eterna), el ya nombrado Güiraldes (Don Segundo Sombra), Roberto Arlt (Los siete locos) y Juan Filloy (Op olop).

FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?

GRACIELA MATURO | América Latina se ha caracterizado por su receptividad “fagocitante” de Europa. Y al mismo tiempo por una fuerte identidad que muchos olvidan, y que otorga su sello propio a toda corriente incorporada. Creo que la Vanguardia Latinoamericana tiene un sello romántico y humanista, de acuerdo con su propia cultura. Nuestros poetas pocas veces dan por abolido el sujeto, ni confieren al poema un carácter totalmente experimental, desentendido de la historia o de los procesos interiores. De todos modos, las vanguardias americanas, incluso el Modernismo brasileño, que es una forma de las vanguardias, tienen rasgos sorprendentes: son negristas, indigenistas, populares, americanistas. No se limitan al juego ni a la experimentación artística, se vuelven sobre la cultura propia, incorporan la magia, los ritos, la cultura popular. Hay también aspectos más urbanos del vanguardismo, menos conectados con el folklore. En este clima irrumpe el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro, cuyo vanguardismo, lanzado desde Santiago y Buenos Aires, termina en mi opinión cuando da a conocer Altazor, en 1931. (He estudiado esta obra como clausura del Creacionismo de Huidobro y como vuelta a la tradición órfica y romántica, hasta podría decirse surrealista, aunque conserve algunas formas del vanguardismo).

Las vanguardias se inician tempranamente en la Argentina, con algunos aspectos del Modernismo –que a primera vista parece tan antitético a ellas. (Ya los últimos románticos incorporaban –tanto en Europa como en América– aspectos experimentales que preanunciaban el Vanguardismo). Leopoldo Lugones produce en 1908 su obra Lunario Sentimental, que podría considerarse iniciadora de un clima vanguardista. El sujeto creador pasa a primer plano como técnico y dueño del lenguaje, llevando a éste a sus últimas posibilidades, con un espíritu lúdico y humorístico.

FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?

GRACIELA MATURO | Hay relaciones de los poetas norteños argentinos, por ejemplo, Manuel Castilla, con movimientos de vanguardia en Perú y Bolivia. Sin embargo, Castilla, es un restaurador del Cancionero Popular, de la copla. En el caso de la poesía cubana es notable su relación de los años ‘20 y ‘30 con movimientos estéticos de Chile. Un ejemplo es la obra del mendocino Ricardo Tudela, romántico-vanguardista. Son rasgos que nos obligarían a revisar la mecánica adjudicación de nombres europeos para los fenómenos típicos de nuestra propia tradición cultural, que se caracteriza por el mestizaje, la transculturación, el barroquismo y la mezcla de culturas.

FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?

GRACIELA MATURO | La vanguardia al modo europeo es pasajera en América. Sin embargo, no puede ignorarse que el Vanguardismo contribuyó a poner fin a la solemnidad del discurso romántico latinoamericano, a veces demasiado frondoso y retórico, y a generar modos más ágiles y renovados de expresión. Podría hablarse de un cierto ritmo histórico que alterna tendencias neo-románticas, como la que se atribuye a la Generación del 40, y grupos vanguardistas o neovanguardistas, como el Invencionismo, el grupo Madí y otros que proliferan a partir de los años ‘50. Hay cierto vanguardismo en la obra de Cortázar, en la poesía de Edgar Bailey. Pero no veo marcas notables de vanguardismo en la poesía actual, en poetas significativos como Leopoldo Castilla, Carlos Penelas, Hugo Mujica, Oscar Portela.

El Surrealismo es más profundo y más acorde con la idiosincrasia mágica y sincretista de los pueblos latinoamericanos, aunque no es un surrealismo avant la lettre, adaptado al de André Breton. En la Argentina Aldo Pellegrini inicia este movimiento con un carácter más filosófico que literario en 1929, a través de la revista Qué. Esa actividad se renueva siempre bajo su dirección, ligada a la poesía, a partir de 1944 y hasta la muerte de Pellegrini. Sin hablar ya de grupos, la perspectiva surrealista se ha difundido. Como decía el propio Breton: Le surréalisme est dans l’air. En mi opinión, el siglo actual está destinado a vivir el Surrealismo, pero no un Surrealismo de escuela ni puramente estético.

FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?

GRACIELA MATURO | Hay diversos libros sobre las vanguardias en América Latina. Algunos recuperan documentos, pueden ser buscados por Internet. Por mi parte, aunque he estudiado a Huidobro –a mi ver el creador y teórico principal de la Vanguardia americana– me he dedicado más al Surrealismo.

 

 

 

Poemas de Graciela Maturo

 

 

JARDÍN DE HIERRO

No puede ser que todo se pierda para siempre,
que no tengan su número de amor
ni la música oscura que fluye entre mis dedos
ni el agua, ni la arena
ni la movida llana
ni el enorme silencio de los ojos del perro
ni el sueño de la tarde que bellamente muere.
Cómo será el olvido,
los días sin memoria,
sin este claro peso de las cosas amadas,
sin el tierno contorno familiar de los árboles
acaso sin tus ojos…
Cómo serán los lentos imperios de la gloria
su radiante crepúsculo sin noche
su implacable diadema.
Quizás pediré a Dios que me conceda un día
poder mirar el cielo desde huesos mortales
y saciar estos labios con un agua de tierra…
Volveré a los parajes que anduvieron mis pasos
entre piedras antiguas o entre muros
dulces, perecederos…
Acaso volveré, desterrada y ardiente
a mi jardín de hierro.

 

 

LA NUEVA ESTACIÓN

Apollinaire

Con una dulce hiedra de amor crecerán nuestras palabras
como el río impetuoso que en vano hemos querido contener
y surge y se derrama poderoso sobre la tierra
sobre la nieve sobre las rosas sobre el trigo
sobre el cemento sobre el cieno
Las palabras
creciendo como brazos de hermanos que se buscan
en un aire radiante de palomas.
La luz se mueve ahora hacia nosotros
mientras marchamos, discurrimos,
traficamos.
La luz quiere nacer en la palabra del que agoniza y vela,
en la palabra de carne y hueso, con el amor.
Cantando
haremos reverdecer las duras piedras que el desprecio ha secado
y hundiremos el rostro en los helechos
y el agua endurecida de la granada saciará nuestra lengua
En el aire giran los signos de la nueva estación.
Una bandada de pájaros se posa sobre el desierto de los escribas

 

 

MEMORIA DEL TRASMUNDO, XXVI

Vuelo sobre el mar
dejando atrás las cenizas
de los que amo.
Vuelo sobre los tiempos del dolor
sobre los cementerios
donde enterré mis lágrimas.
Voy hacia días desconocidos
hacia las Islas Afortunadas
donde crece
el árbol mágico del pan.
Dueña de mí y del aire
sé que todo está vivo para siempre.
La distancia es sólo una ficción
inventada por los condenados.

 

 

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*Floriano Martins (Brasil, 1957) es poeta, editor, ensayista y traductor. Es director de ARC Edições y Agulha Revista de Cultura. Su sello editorial mantiene en coedición con Editora Cintra una muy amplia colección de libros virtuales (con opción de versión impresa) por Amazon. Martins es estudioso del Surrealismo y la tradición lírica hispanoamericana, con algunos libros publicados sobre los dos temas. Su poesía completa, bajo el título Antes que el árbol se cierre, acaba de ser publicada (enero de 2020). En Brasil ha publicado traducciones suyas de libros de Enrique Molina, Vicente Huidobro, Pablo Antonio Cuadra, Aldo Pellegrini, entre otros. Su mejor contacto es floriano.agulha@gmail.com.

Graciela Maturo Poeta y ensayista, Graciela Maturo (Argentina, 1928) es una referencia fundamental en la crítica en su país. Autora de libros como La ... LEER MÁS DEL AUTOR