Graciela Aráoz

Una mujer en el aire

 

 

 

 

 

LA VIOLINISTA DEL QUINTO

 

Ella se abraza y se queda quieta

aprieta los dientes

va y viene sintiendo el olor del pato

que la vecina descuartizó.

 

Se abraza cada vez más largo

desde su ventana ve la cabeza sangrante

del pato

cruza y la ceremonia se anuncia

la cocina hierve, las especias tendidas

mientras ella paladea el deseo:

la boca se abre,

se huele la comida, se abraza nuevamente,

abre los ojos, la boca abre,

la abraza, se besan

hasta que el beso muerde

el elixir de los vampiros

y ahí regresa

y vuelve a ser la violinista del quinto piso.

 

De El protegido del ciervo. Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.

 

 

 

 

XXXV

 

Dicen que estuve viva

y escribía en los pastizales con tizas de nácar.

Dicen que fui una viuda

y llevaba canciones quechuas al cementerio.

Que no lloraba, dicen.

Sólo cantaba

inmóvil

con mi lengua mestiza.

 

De Diabla, 3° edición, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2016.

 

 

 

 

XXXIV

 

Desperté esta mañana llovida mi memoria

caminando a una casa

donde había una morera, una damasca, que eran mías.

 

Ésta era una casa con un patio muy grande

donde mi padre cuidaba de infinitos canarios,

calandrias y zorzales y teros.

Ellos eran el hermano que yo no tenía

y jugaba a inventarles silencios en el viento.

Me sentaba igualmente a escribir en el aire

esa luna que veía entre árboles.

 

Y en esta ciudad, en que la música se esfuma

en el río inmenso,

ese hombre aún me dice:

“Escuchá, allí está la calandria”.

 

Tiene los ojos más húmedos que mis ojos han visto,

por su canto de los pájaros sabe

y por el recuerdo vuelve a hacerse mía

la casa

que ya no es mía.

 

De Diabla, 3° edición, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2016.

 

 

 

 

CEMENTERIO

 

a mi padre

 

Quedar adentro de los ojos de mi padre

leerle la cabeza

 

***

 

Me he quedado ciega sin el lago

de sus ojos.

Quevedo dice que se pueden leer

los ojos de los muertos.

Toco el azul que cruza la palabra sur

y entonces abro la intuición que me lleve al infinito.

 

***

 

La muerte se lee con el cuerpo

es una lectura física

la muerte.

 

***

 

En aquellos trenes que llevaban

pájaros

y en esa interminable siesta

bajo el duraznero, está mi padre.

Recuerdo que mis ojos cruzaban

desde el río al cielo

la inocencia

nuestros teros.

 

***

 

Cuando murió mi padre

las palabras crecieron bajo su tumba

y el cementerio se hizo palabra.

Fue la más potente que pronuncié,

que pronuncio

fue del grito al silencio.

 

***
Mi padre está muerto y leo su palabra

en mi palabra,

y veo en los ojos de mi padre.

 

***

 

Padre estás muerto sin tus zorzales

y tus zorzales me cantan y me silban

canciones de amor,

las de tu alegría.

 

***

 

Padre te leo.

Padre te escucho

 

De El protegido del ciervo. Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.

 

 

 

 

XII

 

Estoy dentro de una mujer extraña

que no soy yo.

 

A veces, cuando nos encontramos

en el espejo veo,

que yo soy otra y que otra es la otra.

 

Me captura y me desborda

en la impiedad de la ausente.

 

Soy tantas mujeres y ninguna.

Soy Juana, la que se desnuda la piel,

y es como una uva,

o la niñita aquella que al helicóptero subió

con todas las mariposas.

Y también la suicida ebria que engatilla

el revólver y las rosas se vuelan.

 

Y también soy Teresa, la que le pide

a la virgencita una esperanza sola.

 

Y soy Isadora, la que se quita

despacio

la ropa,

oleosa cuando va a la cama.

 

Extrañas y sonámbulas persiguiendo a su sombra.

 

Soy esta mujer maldita que se me adueña

entre dinosaurios y amapolas y elefantes en miniatura.

Soy esta mujer que no piensa en toda la miel

que hay en la casa sin tener abejas,

y que a veces piensa que las abejas tienen luceros

 

estridentes que tocan mi boca más allá de mi cabeza.

 

La busco,

irremediablemente,

la busco.

 

Más allá del cigarrillo que enciendo y no fumo

 

Más allá del libro abierto que escribo sin escribirlo.

 

Más acá del sabor de las cerezas o de los ojos

niños de mi amor, que me miran

como todas estas que no soy y que soy

y que tampoco entienden.

 

El que entiende todo, el único, es el amor.

 

El que me salva es el amor, dispuesto

a saltar al vacío

y encontrarme.

 

De Diabla, 3° edición, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2016.

 

 

 

 

XXVI

 

Las mujeres de ese pueblo en el telar

hilan la luz.

 

Enhebran con su lengua el brillo que en la saliva

queda.

Siempre hay un después que se oculta

en sus enaguas.

Laten

mientras bordan ese atardecer que pasó.

Fue como un viento rojo

que se llevó la luz y sus destinos.

 

Las mujeres de ese pueblo no esperan,

no hablan,

miran los olores para zurcirlos

quietos en la trama.

 

El deseo las atraviesa mudas

mientras sus vestidos arrancan;

 

pero no piden,

no esperan,

no hablan.

 

De Diabla, 3° edición, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2016.

 

 

 

 

UNA MUJER EN EL AIRE

 

El viento desteje las alianzas

de la sangre

y el aire tiene ese desparpajo

de torcer el viento

para que el hombre y la mujer se pierdan

sin que nadie intuya

que adentro de ese hueco de aire

hay una mujer entera

llevando a cuestas a un hombre

entero

que no sabe que existe.

 

Un instante en el aire

un infinito eterno.

 

Una mujer en el aire un instante.

Una mujer y un hombre en el aire

 

un infinito.

 

De El protegido del ciervo. Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.

 

 

 

 

 

LEYENDO A EMILY DICKINSON

 

Todo es igual en todos lados

Decía Emily

leo la extranjería de los rostros

que se apagan,

se van apagando

 

Las estaciones son las mismas

y sin embargo en otoño,

los colores cobran la dimensión

exacta

en que el color se vuelve palabra.

 

La mañana revienta en mediodía,

y el cielo doblega

la certeza de la noche

cuando desesperadamente una mujer busca

a su amante,

y es entonces cuando la mañana

al romperse sus cápsulas de fuego

revienta en mediodía.

 

Todo es igual en todos lados

Decía Emily

 

De El protegido del ciervo. Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.

 

Graciela Aráoz Nació en Villa Mercedes, provincia de San Luis. República Argentina. Es Profesora en Letras, y realizó postgrados en Madrid. Actualmente ... LEER MÁS DEL AUTOR