Una mujer llora en la cocina
X
Una mujer llora en la cocina. Detrás
del olor a locro.
Macera la carne con limón
y con su inefable tristeza.
Las lágrimas caen en la espuma de leche
que se derrama hasta la indolencia.
El aire se vuelve tan oleoso que debería irse
y apagar el día.
En la cocina una mujer se parte viva,
se corta los dedos, desangra.
El dedo va a la boca.
El dolor está detrás
del hilo dormido que se secó en el vientre,
detrás de aquel humo que se llevó el después.
Detrás, siempre y detrás de todo.
Cuando los olores se mezclan
ella destapa las cacerolas.
Es la única que se queda enjuagando el día
hasta que vuelva a ser.
Una mujer en la cocina.
-Del libro Diabla. Editorial Último Reino, tercera edición, Buenos Aires, 2016.
XXVII
Las mujeres de ese pueblo en el telar
hilan la luz.
Enhebran con su lengua el brillo que en la saliva queda.
Siempre hay un después que se oculta
en sus enaguas.
Laten
mientras bordan ese atardecer que pasó.
Fue como un viento rojo
que se llevó la luz y sus destinos.
Las mujeres de ese pueblo no esperan,
no hablan,
miran los olores para zurcirlos
quietos en la trama.
El deseo las atraviesa mudas
mientras sus vestidos arrancan;
pero no piden,
no esperan,
no hablan.
-Del libro Diabla. Editorial Último Reino, tercera edición, Buenos Aires, 2016.
LA MUJER DE ROJO
La transparencia del vestido
refleja
la otra transparencia
el dolor que se quedó en el cuerpo
nudos entrelazados en una trama
mirada hasta el hueso
herida sin palabras.
Relámpagos,
brasas en las manos,
temblores
detrás del encaje
una escena
aquella niña
La mujer de rojo
triste
no fue reina ni emperatriz
ni tampoco caperucita
Ya no se desnuda
ni balancea sus caderas
camina descalza detrás de la hendija
ya no está el puente
está el río
sólo se celebra la nada.
(Inédito)
MI VECINO
Desde la ventana veo faisanes
proyecto el telescopio para llegar a otra,
la de mi vecino nuevo
Ese hombre viene y va
miro sus movimientos en la casa
Me inquieta este vecino
de mirada aviesa.
En su balcón pájaros extraños,
paraguas, rollos de pergamino
y una gata.
Habla por teléfono mientras se desnuda,
es alto, tiene la piel escrita.
Entra en un cuarto,
ya no veo.
Me inquieta espiar a este vecino.
Sale del cuarto y se apoya en el vidrio
es
aquel hombre de sombrero gris,
con quien hicimos el amor hasta el amanecer
un par de ocasos, un par de año
y nos fuimos
Nunca supe quién era
y ahora,
es
fue mi vecino
-Del libro El protegido del ciervo, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.
CEMENTERIO
a mi padre
Quedar adentro de los ojos de mi padre
leerle la cabeza
Me he quedado ciega sin el lago
de sus ojos.
Quevedo dice que se pueden leer
los ojos de los muertos.
Toco el azul que cruza la palabra sur
y entonces abro la intuición que me lleve al infinito.
La muerte se lee con el cuerpo
es una lectura física
la muerte.
En aquellos trenes que llevaban
pájaros
y en esa interminable siesta
bajo el duraznero, está mi padre.
Recuerdo que mis ojos cruzaban
desde el río al cielo
la inocencia
nuestros teros.
Cuando murió mi padre
las palabras crecieron bajo su tumba
y el cementerio se hizo palabra.
Fue la más potente que pronuncié,
que pronuncio
fue del grito al silencio.
Mi padre está muerto y leo su palabra
en mi palabra,
y veo en los ojos de mi padre.
Padre estás muerto sin tus zorzales
y tus zorzales me cantan y me silban
canciones de amor,
las de tu alegría.
Padre te leo.
Padre te escucho
-Del libro El protegido del ciervo, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 2012.
LA ORILLA
La mañana era un temblor en los ojos
de los pájaros exiliados
¿Por qué las miradas terminan?
El mañana, ¿qué es el mañana?
una palabra,
la incertidumbre
algunas cerezas llevándose a la boca
un intenso abrazo que desbraza
el instante.
Dos mundos
un puente
y la sombra ágil de la sombra
Un hilo se desliza en otro hilo.
Bailemos, si bailemos en la orilla
de este mar donde están los pescadores de fiesta.
Crucemos el día en la gota
y bailemos
bailemos
(Inédito)