Gloria Young

Estos pliegues de vida

 

 

 

 

 

De Fiebre
(1987)

 

 

Bajo el puente 1

 

Agua, vino, sangre

y tu piel sobre la mía.

 

Piedra y musgo que sostienen

tanta angustia desbordada.

 

Llanto sobre tu hombro

y la marea que se acerca.

 

Visión de un techo de estrellas

y de un barco que se aleja.

 

Noche contigo bajo el puente inmenso

junto al mar y a la costa

de tu cuerpo.

 

 

 

 

Bajo el puente 2

 

Desde mi propio rompeolas

la mirada se pierde

en los barcos

que navegan lentamente

hacia el mar

hacia el mar cuyas aguas se asoman

sobre el cuerpo desnudo

esta noche.

 

Desde aquí, el horizonte no se pierde

y dices que es seguro este rompeolas

que el mundo puede terminar

y comenzar nuevamente

mientras juntos navegamos

desde aquí.

 

Y dices más

que mire el puente y los tres faroles

y los dibujos en la chimenea del barco

y yo no miro,

porque el rompeolas,

piedra y vida

recibe suavemente     con ternura

las aguas

del mar.

 

 

 

 

Fiebre

 

Más allá de la imagen del tiempo

tu fiebre y sudor

de hombre

piel ceniza

penetra y recorre

cual sombra dulce

mi paisaje desnudo.

 

Me hundo en tu voz

y censuro las palabras

con un beso.

 

Callo callo

mejor no decir nada

callar la voz

y escuchar las roncas olas

estrellarse en el puerto

blanca espuma.

 

Callar la voz

que hable nuestra piel

nuestro cuerpo

que se quiebren los huesos

en un abrazo

 

y de regreso de quien sabe

diablos mundo

multitud de hogueras

todos los infiernos

el trópico incendio

la lava corriendo por la sangre

cien mil caballos rojos

rompan diques     y laven

todas las angustias.

 

Callar la voz

quemo las palabras

y te empujo en mí suavemente

 

ah, hermosa espada

de mi príncipe triste

necesitas morir a la orilla

de mi puerta.

 

¡Abajo el fin del mundo!

 

Es más que suficiente… que abras la ventana

para que yo entre como el aire en tu pecho

ave alborotada

alas de viento dando vueltas en la vida.

 

 

 

 

De Hotel
(1990)

 

 

Estos pliegues de vida

 

Estos pliegues de vida

colgados a los huesos,

esta cintura aún visible

donde te aferras

/a ratos

recios

estos muslos anchos

que trotan tus espacios

esta cadera ahuecada

estuche para tus manos

estas piernas que te asfixian

con nudo de terciopelo

desde la oscura garganta

hasta el fuego

-tierno

mástil

que trastorna los sentidos-

 

estos pies que te caminan

estas manos que te hurgan

esta mujer que te quiere,

aquí,

en el cuarto imperfecto.

 

 

 

 

La luna es el día incendiado bajo el árbol

 

La luna es el día incendiado bajo el árbol.

 

El agua quema mi garganta

sólo una palabra fresca

inunda mi cuerpo y mi alma.

 

Es la palabra que juntó nuestros pasos

en cualquier esquina

y tropezó entre sombras

y adoquines

y encontró el camino del mar

perdido.

 

Es la palabra amarrada

a la muerte de los relojes

y a la lluvia del domingo azul

con su espuma

que lava

mi vientre de polvo.

 

Es la palabra que cruzó la calle

y entró al hotel

al cuarto

y se acostó en la cama.

 

 

 

 

El sol entró por la ventana del cuarto

 

El sol entró por la ventana del cuarto.

 

Todavía en la tarde estábamos vivos

con ganas de seguir

en el crepúsculo.

 

La calle vomitaba fuego por la boca

-el horno de las horas-.

 

En una esquina encontramos una vieja sombra

como el agua.

 

Nos hundimos en ella hasta el fondo

sin querer salir.

 

En la noche fuimos penumbra

sin importarnos los andenes vacíos

del mundo

con su reloj.

 

La luna entró por la ventana del cuarto.

 

Y paro de contar la historia.

 

 

 

 

Yo, cuerpo de mujer

 

Yo, cuerpo de mujer

alma de hielo

te miro desnudo

tras la ventana.

 

El fantasma que habita mi pecho

cual casa abandonada

toca su corazón como un tambor

y anuncia

entre rayos y rosas muertas

el principio del amor

del mundo

y de su sombra vuelta.

 

 

 

 

En este cuadrilátero perfecto

 

En este cuadrilátero perfecto

no hay frágil belleza.

 

Hay hermosos cocodrilos

hartos de bañistas

haciendo el amor con la espuma.

 

Hay voces de dioses malditos

destruyendo el odio del mundo.;

 

el mundo de todos y de nadie

que yo inventé

al amarte

al alba.

 

Hay aves de fuego que en mi

fuego

quemé una tarde

todo un día.

 

Hay finalmente,

esas ganas de amar

a todos los hombres del mundo

en ti.

 

 

 

 

Sábanas y almohadas

 

Sábanas y almohadas

mi pequeña compañía

mientras no llegas

el tiempo manchado de luna

me trago entero

y no sueño.

 

Sorbo despacio tu olor prendido

a la invisible y roja partícula

del viento

cargado

de espera.

 

Necesito urgentemente escuchar pasos

abrirse puertas

llaves dejándose caer

zapatos esquinados

y cuerpos

estrujando huesos          apartando

almohadas

sábanas

temores

descubriendo nuevas formas

donde no exista la ausencia

imposible sea el olvido

y la distancia se torne

sencillamente

una ilusión.

 

Necesito urgentemente que regreses

de comprar             los malditos

cigarrillos.

 

 

 

 

Y bien, aquí

 

Y bien,

Aquí,

bajo el círculo de sombra

que asoma

mientras tu razón dormita

y las angustias pastan otros

campos

he te decirte            calladamente

que sospecho

que este espacio se vuelve insuficiente

se torna inhabitable

a las palabras

a los gestos

al ávido sosiego

de esta nueva trasnochada locura.

 

He de decirte

que la imaginación desborda

furiosas visiones

de niños sin frescas madrugadas

con sus hombros lastimados

por pesados fusiles;

de madres que nunca llegarán a serlo

y de hombres que dejan de ser hombres

para convertirse en fieras

de otros hombres.

 

He de decirte

que me siento muy pequeña

en este cuarto de sombra

donde te abandonas    en mis senos;

donde hace poco fuimos

dos lenguas rojas

ennegrecidas por el fuego

donde no juramos

ningún              amor      eterno

porque aquí no cabe          ningún

amor

eterno.

 

He de decirte

que las sombras de una noche

en retirada

son monstruos delirantes

con sangre en los círculos

que miran;

son trozos de lo que seríamos

si las piedras gotearan lágrimas

de madrugada;

son helados veranos

que nos habitan

cuando la muerte ronda

y nos acecha.

 

Sí…

este espacio se vuelve insuficiente

para el afilado puñal

que sale de la luna

y se quiere clavar

aquí

en el alma    que supura

nuevas primaveras;

aquí

donde nuestros cuerpos han cantado

ligeras canciones

que no pesan

ligeras canciones

que rompen el silencio

mas,

nunca

la

memoria.

 

 

 

 

Tú, allí dormido, desnudo

 

Tú, allí, dormido, desnudo.

 

La calle sigue detrás de ti.

 

La calle apagada

se lleva tus espejos

y los guarda entre hierbas y gotas

de rocío.

 

Ahora, ahora,

es decir, mil años más,

nunca será suficiente

morder

lo que queda

de vida

en los mismos sitios

con las mismas gentes.

 

 

 

 

Aquí, todo el olvido

 

Aquí, todo el olvido;

aquí, esa sombra, ese largo camino

para después.

 

Después, este será un cuarto

vacío

una mujer transparente

y sola

y todo, todo fue.

 

La sombra, el camino

Y siempre el

después.

 

Gloria Young Nació en la Ciudad de Panamá, en 1953. Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública y en Literatura Dramática y Teatro (h ... LEER MÁS DEL AUTOR