Reflejarse en el abismo como en un espejo
Nuevas Voces de la Argentina
Por Luis Benítez
La poética del argentino Gito Minore se distingue por la capacidad del autor para lograr un acertado contrapunto entre el empleo de expresiones características del discurso coloquial y el uso de imágenes y metáforas de diversa índole, así como maneja con habilidad la sugerencia de polisemias que suman sentidos a sus expresiones en verso. La metafísica no está ausente en sus trabajos, aunque generalmente enmascarada hábilmente bajo referencias que provienen de lo cotidiano. De tal manera, alcanza una muy mayor penetración en la sensibilidad del lector, al tiempo que posibilita que este interprete desde sus mismos códigos cada pieza poética.
Luis Benítez
Poemas de Gito Minore
TODOS BAILAN
Formó parte de la cotidianidad,
del todo del que muchas veces
renegamos ser parte.
Ser sirvientes en esta fiesta
continua
en la que todos bailan,
incluso nosotros.
SOLTARSE
Abandonar el sendero.
Alejarse kilómetros
de la ruta.
Observar atentamente,
que solo quede la extensión
silente y pelada,
después de deglutirse
el último sonido.
Caminar hasta el borde,
hasta el límite de la nada con la nada.
Asomar la cara.
Reflejarse en el abismo
como en un espejo,
encontrar
las siete diferencias
de uno
con uno,
reconocer,
-si está al alcance-
cuántos
somos los que habitamos
este desquicio,
cuántos
los que no pudimos
escapar.
Entonces,
contemplar el vacío,
y, si aún quedan agallas,
respirar.
FLORES
Están
yendo y viniendo
en cada rincón
del sueño,
de la cotidiana pesadilla.
Son los difuntos
no muertos
que laten
poblando la noche,
martillando el descanso,
asaltando cada recoveco
del desvencijado
cerebro.
Mi inconsciente
es un pabellón intranquilo
del cementerio de Flores.
VERDUGO
Hasta lastimarse,
hasta que arda
de solo pensar
un poquito en ello.
Hacerlo,
sin amarretear una lágrima,
sin sucumbir ante la tentación
de echarse a la buena de Dios,
sin dejarse seducir
por la vocecita que aún recuerda
cuán imbécil se es
por seguir el mismo camino.
No darle la espalda
a la angustia ni al delirio
ni a la locura ni al bálsamo
que representa
beber
las escasas mieles
que deparó este páramo.
Una vez más,
por si quedan dudas,
perseguir los sueños,
hasta arrinconar al verdugo
que habita
en las propias entrañas,
hasta hacerlo pedir perdón.
JAQUE
No tenés
ni la más pálida idea
del crimen que cometo
si te callo,
si te ausento
de mi voz.
Te aniquilo.
Ya lo ves,
no depende de mí.
La muerte me viste
con sus atributos,
me convierte
en su acólito,
perverso.
Quedate tranquilo.
Ponerte en mis labios,
nombrarte,
una y otra vez,
es permitirte ser.
Hacer que sigas vivo,
jaquearle la reina
al destino.
QUE
Que parece llenarlo todo,
que da la ilusión de llenarlo todo,
que es como si lo llenara todo,
que te convence de que lo llena todo,
que va por la vida gritando
que lo llena todo,
que no deja dudas
de que lo llena todo,
que no da más, que está
que explota de llenarlo todo,
que no le cabe un alfiler.
Pero que al final,
si lo mirás de cerca,
si le descosés un poquito el simulacro,
si le plantás una pregunta,
si le mostrás apenas
un mínimo de desconfianza,
te das cuenta
de que no llena nada.
Y que es nada,
nada de nada,
una mísera, insignificante,
y alcahueta nada.
Puro humo,
nomás.
PROCEDIMIENTO
Aprehender la lluvia,
guardarla en un bolsillo.
Conservarla,
para que esté disponible,
para cuando su inclemencia
sea necesaria.
Recién ahí,
repetir el procedimiento
con el incendio.
ADN
No hubo tiempo
ni lo hubiese habido nunca,
de darnos una chance
y volver a tirar los dados,
de someternos a una prueba
de ADN
a ver si uno de los dos
no era hijo
de la misma desgracia
que nos parió.
No.
Justamente,
exactamente,
puntualmente,
por eso
nuestro odio es tan genuino.
Por sabernos hermanos,
carne y sangre
de un mismo
duelo nunca clausurado.
Quizás
por semejante rencor
extraordinario
que nos prodigamos,
definiéndonos
enemigos,
es que llegamos
a legitimarnos
el uno al otro,
a cada lado
de este violento tajo,
y logramos ser
de una buena vez
el otro
del otro,
de ese otro,
que en algún momento
fuimos nosotros.
RESTO
Como quien abre
los ojos
por primera vez al mundo,
eso.
Todo lo demás
pasa.
La poesía
es lo que fluye,
permanece
y resta.
CONTABA GUITA
Inmóvil,
sobre su cama
yacía el viejo,
mientras tanto
en la cocina contigua,
ante la vista de nadie,
mi padre contaba guita.
Cabizbajo,
sin emitir sonido,
movía apenas
sus dedos
y uno a uno,
como cuentas
de un rosario pagano,
como lagrimitas,
los colorados billetes
se desangraban,
coreografiando
un lánguido stop motion
en el que San Martín
no sonreía
en cámara lenta.
Abstraído del resto,
como si esperara
en la cola del banco,
contaba guita.
¿El cajón?
¿Alguna deuda?
¿Una parte de la herencia
liquidada en súper efectivo
ya-ya-ya?
¿Para qué contaba
ese manojo grueso
de pétalos rojos,
pesos rojos,
pesos argentinos
recientemente devaluados
del antiguo peso ley,
próximo a devaluarse
a su vez
en australes
azules, verdes y grises,
como el invierno post radical
también devaluado
nuevamente en pesos convertibles
1 a 1 con el dólar?
¿Qué contaba
mi padre
en ese bodoque grueso
que hoy no cabría
en una moneda de 10 centavos?
En la habitación
el viejo,
el padre de mi padre,
yacía inerte
clavando la ceguedad
de su mirada
en el cielorraso.
Confianzudo y dicharachero,
el tío morboso
que nunca falta
en semejante entuerto,
esbozando una sonrisa
increpó al niño que aún era:
“Mirá que pintón
está el abuelito”.
Se acomodó el cinto
debajo de la buzarda,
la pasaba bien
el hijo de puta.
Algunas mujeres lloraban,
otras iban y venían,
algún recién llegado
saludaba con resignación.
Mientras
mi padre
rodeado de silencio,
quietito, quietito,
contaba guita.
Contaba guita
ante la vista de nadie.