El proyecto de sí mismo
(Traducción al español de Emilio Coco)
CUERPO
Cuerpo –yo no ignoro
tu piedad.
Yo –que sin cesar exploro
tu pensarte y pensar.
Y al fondo del inmenso mar
comparo tu fondo:
lo que en ti y de ti
viaja tras este aparente
estar quieto en un sitio o en la cama
y se modifica –sustancia de tu aspecto
más allá de esta aparente
identidad tuya.
Cuerpo –de olor y calor,
de fuego, de luz y de vapor.
Cuerpo –destinado a ser ceniza
y a la inconsciencia solitaria de sí.
Tú que para darte no puedes no quemarte.
Tú que no puedes aferrarte al instante que te ama.
Cuerpo –curiosidad
animalmente inerme que se hurga
en un juego de niños entre los setos.
Cuerpo –que en otro cuerpo se comprueba
y en él ansía reflejarse,
estamparse con una huella de temblor.
Cuerpo –cerrada mónada
si atrancas las puertas y ventanas de tus sentidos.
Cuerpo –despojado y alumbrado.
Cuerpo –de luna y de sol.
Cuerpo –silencioso y paciente.
Cuerpo –que ninguna mirada ha recordado.
Cuerpo –cuánto rebosa
tras los estrechos límites de la mente
y navega hacia su propia destrucción.
Y por una sombra, una arruga mínima en el vientre
o un trazo desgraciado del pie declara
su melancolía irremediable.
Cuerpo –ofendido y adorable.
Oh puro espíritu.
EL PROYECTO DE SÍ MISMO (II)
El ingeniero no era el ingeniero que proyecta
el puente por donde otros tendrán que pasar:
era él mismo el hombre perseguido que espera
delante del vacío la cosa que atravesar.
Ni el puente era el puente que se extiende
de un principio de tierra a un término cierto:
era la aventura de un arco que nace
en una bóveda inexistente.
No era el ingeniero que junta
cemento y mortero y alquitrán y piedras:
era él mismo que debía fragmentarse y construirse,
avanzar encima de sí con sus pasos lentos.
Entonces ingeniosamente se empeñaba.
Colmaba la nada de delante con la nada que detrás quedaba.
Se tumbaba cuan largo era, se levantaba, caminaba:
tan rápidamente que a aquel vacío no se precipitaba.
SOTTO IL VOLTO (III)[1]
III
Miserable es el hombre que necesita ayuda
Miserable quien se percata
De cuánto no vale riqueza
De imágenes grandeza de pensamientos
Vertida en libros de historia:
Tuviera yo los actos infinitos
De tu trabajo con que castigar mi jactancia
«Todavía no estoy bien, no estaré
Nunca más bien» –es tarde para entrar
Dentro de cada gesto tuyo de cuarenta años
Donde fue amor tu concreto afanarte
En cuidarte de mí prepararme la cena y la comida
Entreteniendo a nuestros hijos para que pudiera recitar
A mí mismo una vida de novela
Yo que piedad y consuelo
Imploro ahora –yo
Que he pasado junto a ti como un muerto
Vieja mujer exprimida
Que interrogabas tu congoja muda:
Para que fuesen mías
Todas tus poesías
EN MI AÑO TRIGÉSIMO
En l’an de mon trentiesme aage,
Que toutes mes hontes j’eus beues…
Villon
En mi año trigésimo, que fue amado
como los otros, envueltos en un ovillo,
prisioneros de la cadena perpetua del tiempo,
en mi año trigésimo he dejado
las mesas de los cafés, los agradables
paseos vespertinos, los falsos arcángeles
de las poesías, el ansia de no negarme
a vigilias inacabadas.
Apenas un aliento
de vida humana adentro, que en los cristales
se estampa, es en mí el recuerdo de los pecados
cometidos sin arrepentimiento, efímero
sentimiento de errores irrevocables
que se volvieron más queridos, en el amor, la ganancia,
el fútbol: los goles fallados,
sólo a un paso de la red.
A mi
común año trigésimo la muerta
adolescencia importa poco (y era
quizá otro, si es cierto que cada día
en nosotros se pone):
y otro nace en mí,
un hombre que se deja crucificar
contando los golpes del martillo, y descubre
en el vuelo de las golondrinas un lenguaje.
1.Es el nombre de la calle donde vivía el poeta (Via Sotto il Volto,1) en La Serra di Lerici (La Spezia).