El mar quema las máscaras
(Traducción al español de Emilio Coco)
MARZO
Después de la lluvia la tierra
es un fruto recién pelado.
El hálito del heno mojado
es más acre – pero sonríe
el sol blanco en el césped de marzo
a una muchacha que abre una ventana.
ALBA
Una cosa insípida
con su sabor a césped
mojado, esta mañana
en mi boca aún
adormecida.
En los ojos nacen como
en las aguas de las ciénagas
las casas, el puente, los olivos:
sin calor.
Está ausente la sal
del mundo: el sol.
RECUERDO
Recuerdo una iglesia antigua,
solitaria,
a la hora en que el aire se anaranja
y la voz se astilla
bajo el arco del cielo.
Estabas cansada,
y nos sentamos en un escalón
como dos pordioseros.
Sin embargo, la sangre hervía
asombrada al ver
cada pájaro convertirse en estrella
en el cielo.
VIENTO A PRIMEROS DE VERANO
A esta hora la sangre
del día inflama aún
la mejilla del césped,
y si se han apagado
las riñas y las pedreas
ruidosas, en el viento está vivo
un aliento de bocas
acaloradas
de niños, tras desenfrenadas
carreras.
CREPÚSCULO
La larga fila de soldados
ha pasado; en el césped ha quedado
el acre olor de la hierba
pisada – y el eco
de un canto en el aire vespertino.
Por poniente, en el fuego
blanco de un astro, desaparece
la última golondrina. Poco
a poco, el día palidece
(recuerdo de hombres y jardines)
en la memoria cansada de la noche.
A OLGA FRANZONI
(in memoriam)
Éste que en nácar
de lágrimas en tus murientes
ojos se cerró claro
plueblo,
ahora que ya
se han apagado juegos y peleas
bulliciosas, y a jadeantes
bocas por alegres carreras
sabe el aire, y por exaltadas
riñas,
esta noche vuelve
a morir, difuminando la luz
en el río, aquí donde en voz baja
canta una mujer inclinada
sobre el agua que corre.
SIEMPRE TAN PUNTUAL
Siempre tan puntual,
como el perro fiel
en el umbral de la casa,
aparece con su color
de malva la primavera
en el borde del alféizar.
En breve oiremos una flor
de música abriéndose igual
en el vano de cada balcón
encendido:
será la señal
habitual de los juveniles
clamores – de las alegrías
claras en el césped
todavía cálido de sol.
(De la mano en leves encajes
encerradas, las muchachas
pasan al son de
su querida canción).
El mar quema las máscaras,
las incendia el fuego de la sal.
Hombres llenos de máscaras
arden en el litoral.
Tú sola podrás resistir
en la hoguera del Carnaval.
Tú sola que sin máscaras
escondes el arte de existir.
CONDICIÓN
Un hombre solo,
encerrado en su cuarto.
Con todas sus razones.
Todos sus errores.
Solo en un cuarto vacío,
hablando. A los muertos.
AL ALBA
Estaban obligados, todos,
a seguirlo, a él, el solo
que tenía una linterna.
Pero al alba,
todos, se han desvanecido
como hace la niebla. Todos.
Algunos acá, otros allá.
(Alguien ha tomado,
al parecer, un camino falso.
Otro se ha precipitado. Es fácil.)
Oh libertad, libertad.
TODO
Han quemado todo.
La iglesia. La escuela.
El ayuntamiento.
Todo.
También la hierba.
También,
con el camposanto, el humo
tierno de la chimenea
del horno.
Ilesa,
amanece solo la arena
y el agua: el agua que tiembla
con mi voz, y refleja
la desolación de un grito
sin manantial.
La gente
ya no sabes dónde está.
Quemada también la taberna.
También el coche de línea.
Todo.
No queda ni siquiera el luto,
en el gris, esperando la sola
(inexistente) palabra.
EL BUSCADOR
Había colocado
su linterna en el césped.
Había abierto
los brazos. Todo
aquel sol. Todo
aquel verde centelleo de hierba
por toda la cañada.
Estaba desanimado.
«¿Cómo
puede iluminarme?»,
pensaba. «¿Cómo
puede horadar la tiniebla,
en tanta inundación
de luz?»
Lloraba,
casi. Se había
cubierto la cara.
Se apretaba los ojos.
Había
perdido completamente,
con la esperanza, toda huella.
ATQUE IN PERPETUUM , FRATER…
Cuánto invierno, cuánta
nieve he atravesado, Pedro,
para encontrarte.
¿Qué me ha recibido?
El hielo
de tu muerte, y toda
aquella nieve blanca
de febrero – el negro
de tu fosa.
He dicho
yo también mis plegarias
rituales.
Pero sólo,
Pedro, para decirte adiós
y adiós para siempre, yo
que en ti tenía el único y verdadero
amigo, hermano mío.