Gioconda Belli

Uno no escoge

 

 

 

 

 

ABANDONADOS

 

Tocamos la noche con las manos,

escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,

sobándola como la piel de una oveja negra.

Nos hemos abandonado al desamor,

al desgano de vivir colectando horas en el vacío,

en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,

intrascendentes,

sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,

sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,

el hueco de un sacabocados en el pecho,

el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol

que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad

y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,

hacerlo retroceder acobardado

por nuestra inquebrantable decisión.

Pero… quién sabe si podremos recapturar el momento que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado

cuando ya quizás no somos los mismos,

cuando ya quizás hemos olvidado

el nombre de la calle

donde

alguna vez

pudimos

encontrarnos.

 

 

 

 

CASTILLOS DE ARENA

 

¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo

ese castillo de arena?

Hubiera sido tan hermoso

poder entrar por su pequeña puerta,

recorrer sus salados corredores,

esperarte en los cuadros de conchas,

hablándote desde el balcón

con la boca llena de espuma blanca y transparente

como mis palabras,

esas palabras livianas que te digo,

que no tienen más que el peso

del aire entre mis dientes.

Es tan hermoso contemplar el mar.

Hubiera sido tan hermoso el mar

desde nuestro castillo de arena,

relamiendo el tiempo

con la ternura

honda y profunda del agua,

divagando sobre las historias que nos contaban

cuando niños, éramos un sólo poro

abierto a la naturaleza.

Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena

en la marea alta.

Se ha llevado las torres,

los fosos,

la puertecita por donde hubiéramos pasado

en la marea baja,

cuando la realidad está lejos

y hay castillos de arena

sobre la playa…

 

 

 

 

COTIDIANO

 

Toda mi casa está regada por mis poemas.

Me aparecen en la cocina, en el estudio,

en el dormitorio. Están extendidos a lo

largo de mi desorden, esparciendo su dulzura

por las horas tediosas de la barrida y de

la arreglada de los cuartos, dándome ese

mensaje de que si hay algo vivo en mí,

de que mi vitalidad está impregnada en

esos papeles donde he dejado el recuerdo

de estos momentos intensos en que yo

dejo de ser yo y me convierto en un poema.

 

 

 

 

DIME

 

Dime que no me conformarás nunca,

ni me darás la felicidad de la resignación,

sino la felicidad que duele de los elegidos,

los que pueden abarcar el mar y el cielo con sus ojos

y llevar el Universo dentro de sus cuerpos.

Y yo te vestiré con lodo y te daré a comer tierra

para que conozcas el sabor de vientre del mundo.

Escribiré sobre tu cuerpo la letra de mis poemas

para que sientas en ti el dolor del alumbramiento.

Te vendrás conmigo: haremos un rito del amor

y una explosión de cada uno de nuestros actos.

No habrán paredes que nos acorralen,

ni techo sobre nuestras cabezas.

Olvidaremos la palabra

y tendremos nuestra propia manera de entendernos;

ni los días, ni las horas podrán atraparnos

porque estaremos escondidos del tiempo en la niebla.

Crecerán las ciudades,

se extenderá la humanidad invadiéndolo todo;

nosotros dos seremos eternos,

porque siempre habrá un lugar del mundo que nos cubra

y un pedazo de tierra que nos alimente.

 

 

 

QUIERO

 

Quiero tener ese hijo tuyo, amor.

Dárteme desde dentro de mi vientre

en una nueva prolongación de tu inmortalidad.

mostrarte hasta dónde puede crecer mi vida,

como un árbol,

si tú la riegas;

hasta dónde puedo llegar a dárteme

en todas las formas,

en todos los momentos conscientes e inconscientes,

llegar a ser tu río, tu sombra,

la almohada suave donde apoyar tu cabeza,

el viento, el mar,

la risa, la mañana,

tu cama, tu suelo,

tu mujer.

 

 

 

 

UNO NO ESCOGE

 

Uno no escoge el país donde nace;

pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;

pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,

enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,

una historia que hacer,

una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:

Ahora podemos hacer el mundo

en que nacerá y crecerá

la semilla que trajimos con nosotros.

 

 

 

-De Sobre la grama, 1974.

Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948). Es poeta y novelista. Ha ganado numerosos premios internacionales y ha sido ampliamente traducida. Entre sus lib ... LEER MÁS DEL AUTOR