Georg Trakl. Mi corazón al atardecer

Presentamos algunos textos del gran poeta austriaco en la versión al español de Pura López Colomé.

 

 

 

Georg Trakl

 

 

Mi corazón al atardecer

Por la tarde se escucha el grito del murciélago.
Dos caballos negros saltan por la pradera.
El rumor del arce rojo.
En el camino, aparece una taberna ante el viajero.
Delicioso es el sabor del vino joven y las nueces.
Delicioso es tambalearse, ebrio, por el bosque que oscurece.
Por entre las negras ramas resuenan campanas dolorosas;
Gotas de rocío caen sobre el rostro.

 

 

 

Trompetas

Bajo los sauces talados, donde juegan niños morenos
Y caen las hojas, resuenan las trompetas. Escalofrío de cementerio.
Banderas escarlata caen en la pena de los arces.
Jinetes en los campos de cebada y molinos vacíos.

O los pastores cantan por la noche, y los venados
Entran al círculo de fuego, la antigua tristeza de los bosques.
Los danzantes emergen de un muro negro;
Banderas escarlata, risas, desvarío, trompetas.

 

 

 

Cantos para un rosario

1. A mi hermana

Por donde pasas, dejas la tarde y el otoño.
Un venado azul se escucha bajo los árboles,
Un estanque solitario por la tarde.

Se escucha suave el vuelo de las aves,
La tristeza cubre tus ojos.
Se escucha tu breve sonrisa.

Dios ha ocultado tus párpados.
Por las noches las estrellas buscan,
Niña de Viernes Santo, tu frente.

 

 

2. Cercanía de la muerte

Oh, va la tarde por las oscuras aldeas de la infancia.
El estanque bajo los sauces
Se llena de suspiros envenenados por la pena.

Oh, el bosque baja suavemente sus ojos cafés.
Desde las manos huesudas de los abandonados
Cae el púrpura de sus días extasiados.

Oh, la cercanía de la muerte. Oremos.
Esta noche se disuelven entre almohadones suaves,
Color incienso, los delicados muslos de los amantes.

 

 

3. Amén

La putrefacción se desliza por la estancia;
Sombras sobre el tapiz amarillo; en los oscuros espejos
Se arquea la tristeza de marfil de nuestras manos.

Perlas cafés se cuelan entre dedos extintos.
En el silencio
Se abren los amapolinos ojos de un ángel.

También la tarde es azul;
La hora de nuestra muerte, la sombra de Azrael,
Que oscurece un ocre jardincillo.