Preludio a la miseria del siglo
(Versión al español de Omar Lara)
Preludio a la miseria del siglo
Cómo enmohece el tiempo en calendarios
cómo pasa con flechas por el corazón
dormimos ahora
a la sombra de siglos desplomados.
Alguna vez pasaba yo la noche bajo las estrellas
de Mesopotamia
tú te acurrucabas junto a mí, joven pantera
el brazo con el que te estrechaba
podía obstruir el Éufrates.
¿Qué maldición nos arrojó
en un siglo
con suela de cartón?
Ahora tú vienes en tranvía a verme
para escuchar a Caruso en el gramófono
pero al acariciarte el pelo cortado a la garçonne
siento aún el aroma de la cicuta
que tenías cuando nos bañábamos en el Mar Muerto
y después, mordiéndome los labios hasta sangrar
bailabas con mi cabeza en la bandeja.
Canto de rebeldía, de amor y de muerte
IX
Virgen amarilla pariente de los grandes desastres del amor,
canto tu cuerpo que me duele en el sueño hasta el suicidio,
canto mis noches infernales de fiebre, de insomnio,
noches en las cuales pájaros rapaces, convulsivos, me desgarran
mientras la ciudad duerme como un cementerio bajo los rayos de la luna.
Virgen amarilla pariente de los grandes desastres del amor,
canto tus senos que me duelen en los sueños hasta el suicidio,
canto tu cuerpo ante cuyo pensamiento la respiración me agujerea los pulmones,
virgen amarilla pariente de los grandes desastres del amor,
canto tu arisca virginidad, como una mirada de esfinge, como un sello de la nada,
virgen amarilla —corazón mío— canto tu arisca virginidad,
como un sello de la nada, como un cometa
que trae el fin del mundo.
Ioana María (1937)
I
(Ioana María es una carabela de otro tiempo)
Ioana María, tú estás ahora lejos,
tú siempre has querido estar lejos,
Ioana María.
Tú has amado los mares en que las carabelas
flotan días y noches al azar,
y los puertos donde regresan los pescadores de corales
tú has amado también,
montañas cubiertas por la nieve, islas y ciudades desconocidas,
todo lo que no ha estado aquí y ha estado lejos,
tú has amado,
y las lejanías han cantado en ti como cantan las arpas
todas las canciones de la tierra
y de los mares,
canciones para viajes sin fin, para viajes sin huellas,
para todos los que se desprenden de las orillas y parten lejos,
y ningún canto para la lejanía estelar de mis ojos,
cuando te miraba y te decía:
Ioana María, eres la más bella flor del mundo.
IV
Ioana María, aquellas noches
permanecerán en la memoria de las estatuas
de los grandes bulevares.
Ellas vieron cómo caminaba a tu lado,
y cómo regresaba solo y triste
apretando entre los dientes la amargura del mundo.
Ioana María, aquellas noches
sentí de nuevo
el sublime sabor de la dinamita,
hubo noches
cuando deseé que la ciudad saltara en el aire
con todos los hombres
que dormían entre sus muros.
Había noches
cuando permanecía despierto hasta el amanecer
solo y torvo
pensando en ti
y tenía de nuevo diecisiete años
para ti, Ioana María.
Recuerdos de Polonia
I
En Varsovia, una muchacha hablaba así:
si quieres acariciarme, yo no me opondría
si quieres besarme, puedes hacerlo
te permitiría que me desnudes los senos.
Pero debes saber que a papá lo fusilaron los alemanes
y a un hermano mío lo quemaron en los hornos.
Si quieres acariciarme, yo no me opondría
pero debes saber que todos estos muertos aúllan en mí
y yo toda, toda soy de ceniza.
Bésame, pero que no te sepa amarga.
II
En Cracovia, una muchacha hablaba así:
si quieres puedes abrazarme
si quieres puedes acariciarme los senos
pero no me compres abalorios, nunca.
Tenía trece años cuando los alemanes
ahorcaron a mamá, de un árbol en la calle.
Si quieres podemos atravesar nadando el Vístula
pero no me digas que tengo el cuello blanco y bello
y no me compres abalorios, nunca.
Pesadilla H
IV
He soñado un candelabro de oro, colosal.
Bajo las luces los generales brindan con champaña.
Todos tenían condecoraciones y botas de charol.
Yo escuchaba la tierra llorando.
VIII
Atravieso nadando el océano de odio.
¿Desde cuándo atravieso el océano de odio?
Por doquier me rodea el océano de odio.
¡Oh, cuán profundo es, sin fondo, el océano de odio!
¿Llegaré alguna vez a la orilla o pereceré en el océano de odio?
¡Oh, cuán profundo es, sin fondo, el océano de odio!
Por doquier me rodea el océano de odio.
¿Desde cuándo atravieso el océando de odio?
Atravieso nadando el océano de odio.
Signos
Con las rodillas en la boca, los puños apretados
duermen las criaturas en el vientre de las madres,
suaves signos de interrogación.
Con el cuerpo derecho, con la cara hacia arriba
duermen los muertos en lo hondo de la tierra,
rígidos signos de exclamación.
¿Qué habrán hallado? ¡Qué categóricos son!
Todo hombre
Todo hombre a quien no puedo amar es para mí
una fuente de profunda tristeza.
Todo hombre a quien he amado y ya no puedo amar,
significa para mí un paso hacia la muerte.
Entonces cuando ya no pueda amar a nadie, moriré.
Vosotros, los que sabéis que merecéis mi amor,
tened cuidado de no matarme.
Lobo de mar
Bajo mi mirada pasan los mares del mundo
a veinte nudos por hora, sin cesar.
Bajo los rayos del sol, a la luz de la luna
inconteniblemente pasan, panteras verdes, y yo
olvidando la orilla y sus pálidos faros
impertérrito penetro en su boca enorme
amando la atolondrada ira del océano
hasta sentir sobre mis hombros blanqueados por la sal,
el universo, como una pata amistosa de tigre.
—Geo Bogza
Orión
Versión al español de Omar Lara
Colección El Oro de los Tigres II
Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria
Universidad Autónoma de Nuevo León
México