Gabriela Guerra Rey

El poema no escrito

 

 

 

 

 

Gabriela

 

Soy

La indómita frontera de mí misma

esta balanza de cristal que busca

La que esconde su noche

y a los malos

bajo el párpado trecho

y guarece las sombras

hasta el albor de la mañana

La que escribe versos bajo la lluvia

la que quiere todo, el amor

el hogar y el sueño

el mar, la montaña y tu boca

la que vaga en busca de la luz

la que codicia

expatriar desiertos

 

Soy

La que anda         La isla

Y la isla dentro de la isla

La que no engendró

más que palabras

La que aulló tan lejos

La que rompió la jaula

La que cantó sin voz

ahogada por el verbo

La que quiso gritar y se contuvo

y sí engendró la sonrisa

como escudo entre las balas

 

Soy

Gabriela, María

Hellena, Rebeca

Marian, Apolonia y Juana

Soy Inconforme Bebé.

 

 

 

 

Nosotros

 

Qué destinos le esperan

a un hombre y una mujer

que sin verse presagian levedades

entre la maleza, en mi abra

Que sin tocarse resisten el tiempo

el viento

el polvo

el hambre

la vaga nada

 

Cuál el destino de los hijos

que la isla arrojó al agua

a la impenitencia de los abismos

a la memoria desarmada

 

Dónde quedó la rosa

entre mi trópico y el tuyo

que nadie aún deshoja

que nada

que vaga

 

Hacia qué allá te desvías

Dónde izo esta bandera desgarrada

y toco tu boca, mi vientre y esa nada

 

Cierro los ojos

me pongo a gritar dónde estás

Te veo loco, fisura en la montaña

Y yo sin mí, sin nosotros

sin este viernes de junio

sin morada.

 

 

 

 

Dos pájaros

 

Muchacho de la barba escollera

Oso pardo, oso del altiplano mexicano

conquistador de mis nieves blancas

estruendo de volcán en la ladera de la oreja

cráter profundo de mis lavas movedizas

desgarrado padre de nuestros no hijos

liviano amante de sólida osamenta

que entre las láminas de fuego de mis llagas

encuentra asideros, efluvios de violeta

muestras preclaras del amor perpetuo

 

Renovado calabozo de tus labios

ansiosa monja de tus capillas sin cielos

Me entrego al paraíso de tus hirsutos besos

tus salivas límpidas

escurro la virtud de los profetas

y auguro, yo, Gabriela tuya

la eternidad de los nidos de pájaro

que retornan primaveras, otra vez empollan

y saltan al vuelo del abismo

desnudos de la tristeza y del tiempo.

 

 

 

 

El poema no escrito

 

Un verso se esconde en la tristeza

herencia de mujer, despiadada y bella

que sin decir adiós saltó al camino

y se llevó las alas

 

Un libro de versos se hunde en el librero

contando en secreto lo que no supimos

Un año como un verso de amor nunca dicho

se escabulle del recuerdo…

Un año de un siglo innombrable

lleno de versos rotos sin adioses y sin dioses

 

Pasa la sombra ligera por debajo de los pies

envuelve la estancia, los ojos y esos versos que

sin él, se resisten a ocupar lugar

en el poema no escrito

 

Cómo fue que el silencio

desterró del poeta las palabras

A qué deshabitado nido volaron

las golondrinas, la postrera primavera

Dónde estás, inspiración

que despoblada dejas la hoja y las horas

Qué tiernas manos no nacidas

iluminan cuál camino intransitado

 

Todo lo que queda es yermo o está yerto

Ni una estrella mata el firmamento de este hoy

Ni un mar inunda las cuencas de mis desiertos

Ni un solo hombre, ni una mujer, serán ya derrotados

La jaula capituló, dejando caer los barrotes

La presa

ya estaba muerta.

 

 

 

 

Mis pies…

 

Sin noches ya, se arrastrarán sobre el asfalto

desnudos, huérfanos, gitanos, envejecidos

Los surcos del pasado atravesarán sus plantas

las orugas gigantes, las cicatrices rígidas

las últimas guerras y los rumores de fin de siglo

 

Mis pies…

inertes, marcharán otra vez

en procesión, en quejido final

Dejarán al borde la esperanza y

recogerán del ocaso los colores

para alumbrar la muerte

 

Mis pies…

volverán a las sombras detenidas

pasos cortos, sangre fría

Correrán a tropezones al abismo

caerán, libremente, sin ecos ni respaldos

y allí, nadie me estará esperando.

 

 

 

 

La culpa. ese verdugo…

 

La culpa

de ser

de no hacer

de hacer demasiado

de vida vacía

de intentar llenarla

de no mover

un solo dedo

La culpa del amor

del sexo sin amor

La culpa de los amantes

que buscan redención

La culpa de la madre

que abandona a su cría

La culpa que no saber

amar más que a su hijo

La culpa de la que no engendró

 

La culpa del desarraigo

de olvidar

La culpa de la soledad

de abandonar

El ansia de alcanzar

la culpa de no saber llegar

 

Ah, la culpa, ese verdugo…

 

 

 

 

Guerra

 

Estoy en guerra

contigo, conmigo

estoy en guerra

con la metralla al hombro

asesinando sentimientos, sutilezas

estoy en guerra en mi remanso de paz

en la montaña

el rio quieto

el mar eterno

Estoy en guerra

y no es por ti, ni por mí

es por el miedo

que estoy en esta guerra.

 

Gabriela Guerra Rey (Cubano-mexicana). Es escritora, periodista, investigadora y directora editorial de Editorial Aquitania Siglo XXI. Maestra en Letras por la ... LEER MÁS DEL AUTOR