Banquetes y funerales
(Traducción al español de George Nina Elian)
CABALLOS DE MADERA
Fue un año fructífero, lleno de desastres.
¡Dios, del cielo fluye la sangre sobre las hojas blancas,
sin rastro de escritura!
mi mejilla tendida a secarse sobre una cuerda
cambia de palidez
según la dirección del viento
máscaras deformadas, gastadas, usadas toda la vida,
remendadas aquí y allá
se arrugan, se secan,
hacen muecas de disgusto,
tocadas por llamas codiciosas
ensartadas al lado, mis máscaras
caras que fluyen entre sí.
idénticas.
formando una única y engañosa figura
de espadas
estrellada con los ojos
fijos en la parte posterior de mi cabeza
desenredando mis pesadas colas
o tal vez cabezas de madera
rostros tallados en piedra reunidos en un círculo
los caballos de madera que esconden a los agresores,
los astutos
reunidos para una última cena
para una ceremonia en el salón central
una boda, un bautizo, una vigilia
(yo soy la comida en sus cuencos cuidadosamente
dispuestos. el sacrificio y la ley
que lo requiere)
figuras de madera, congeladas y ciegas
— pero detrás de las pupilas
se esconde un bullicio peligroso —
los jueces me entronizan,
pronunciando
en coro angelical-diabólico
una homilía sobre la impostura y la culpa,
controversias, polémicas rompen mandíbulas
apretadas,
palabras anudadas, víboras
vaciando su veneno…
bajo mi mano el papel brama como una vaca sellada
entre cuyos cuernos pones
el signo de posesión,
ruega y lame mi herética mano derecha,
la muy culpable
la que no quiere, la que no puede,
la que intenta arrancarse del hombro
arrastrándose contra su voluntad
hacia el lugar geométrico de la sien…
El año fue fructífero (ver el calendario
de lluvias):
ni siquiera a los pobres
les falta bebida y comida;
vuestras mujeres han sido bendecidas
como la vid bendita del Señor
termino mi cena solo.
ajeno, mi nombre se aleja de mí.
nombre estéril y helado.
afuera está lloviendo. promesas de abundancia.
la grasa de la tierra untará las gargantas
también en el año que ahora comienza.
aparto la cara, como un paria.
la página permanece en blanco.
sombra fiel y casta, como una camisa mortuoria
sobre la que brillan los estigmas.
Bajaremos juntos.
EL PEZ
(CRUCE NOCTURNO)
Sucederá la noche del solsticio, rey,
en medio de la cena
seré el pez grande que cazarán con los dientes
en el cruce nocturno
un desastre, una calamidad, una nieve
de mil años:
cuadros con bombas y platillos, con empalamientos
como al regreso del hijo pródigo;
habrá una cosecha implacable, rey,
una sequía que abolirá todo
un rojo turbulento se extenderá
como un charco borboteante
que quemará la garganta
del asustado profesor, nevará
en el refectorio, en la biblioteca, en
los quirófanos, sobre el escritorio
sobre el que gobierna Malleus maleficarum*
sopla la muerte como un viento estelar.
Pero si eres tú el sacrificador,
si eres el crucificado,
no te dejes traspasar,
Amant du Feu, Maître de la Clarté,
sólo esconde tus manos, las horquillas ensangrentadas,
y actúa de tal manera
que esta ablación, éste gancho clavado en la carne,
este azote y este látigo de castigo no duelan
lirio escarlata: sigillum diabolicum.
Sucederá la noche del solsticio, dentro
de mil años: un feto
en un huevo increado
y, muy cerca, la luz de tus ojos
y el cielo estrellado.
* “Malleus maleficarum” es un tratado de demonología, famoso por su extremismo; Fue escrito en 1486, por los monjes dominicos Jakob Sprenger y Heinrich Kramer, inquisidores alemanes, quienes sacrificaron a más de 500 brujas.
BANQUETES Y FUNERALES
Julio: cuarenta grados a la sombra. banquetes y funerales.
un hombre vomita en una palangana.
en el aposento alto
la muerte posa para el pintor.
naturaleza muerta con sol ateo
y manzana
un gusano en la manzana que guarda las marcas de los dientes
un gusano en el sol.
la cuidadora de la lámpara votiva y el vendedor de velas se toman de la mano
se besan e intercambian anillos frente al altar
un flash rasga en dos tiras asimétricas
el rostro apático de un invitado a la boda
llueven flores
piedras ardientes
y huevos eclosionados
amigos y familiares caen de sus asientos
con la cabeza alejada del cuerpo
se retuercen en la arena. y desaparecen
chupados por la arena.
Cien grados a la sombra. furgonetas que transportan a los muertos, herméticamente cerradas,
salen de la ciudad
se escuchan acordes de piano, los aduaneros aceptan sobornos
toda la nación está en las calles ondeando banderitas rojas
silbando, maldiciendo
muchos siguen yendo. otros regresan de allí
se detienen pecho con pecho en un puente angosto
gallos de pelea furiosos
enzarzados
en el último asalto.
Entierros y fiestas, conjuntos folclóricos
que bailan en salas llenas
y se pagan con el dinero del difunto
(hombre rico y generoso. y gordo. incluso muerto
sigue ganando peso).
carreras de caballos, concursos con premios
esposas de peces gordos corriendo hacia las casas de baños
jóvenes quiroprácticos
amasando con sus pies espaldas que tiemblan de tanta grasa
y muslos y barbillas dobles,
viento, portazos
las damas salen pintadas, con el pelo teñido y acostadas boca arriba
en ataúdes
sol, estupidez, máxima entropía
viento
relojes blandos…
En las terrazas blancas se bebe limonada helada
alguien corta la tarta de la novia
las mujeres comparten, sobre pequeños trozos de celofán,
un pastel de funeral
después de tantas limosnas hasta los perros yacen ahogados en grasa
y sus pulgas
ya no saltan
(¡ya se ha depositado una fina capa de tocino en las caderas de esas quimeras!…)
un afortunado sacó el premio mayor de una urna
lo subieron a un podio
le pusieron una corona de flores alrededor de su grueso cuello
y debajo, retorcida en cuatro,
una cuerda
durante una hora entera se ha estado descomponiendo al sol
meciéndose con el viento salado
sangrando profusamente
y aún permanece caliente
¡se enfría tan lentamente! ¡tan lentamente pierde su apariencia humana!…
El altavoz anuncia mil grados en la sombra
ojos vacíos miran fijamente el cielo vacío
el barbero corre
con la palangana y la brocha de afeitar,
enjabonando a los muertos
los niños los peinan y les atan largas cintas en el pelo.
arriba en el cerro el estudiante de bellas artes pinta
un grupo humano:
los desnudadores de los muertos descansando sobre troncos y comiendo de las cantimploras
después de terminar su trabajo
(tienen la boca llena
en los funerales se divierten con la borracha
Fräulein
a través de la botella de ginebra que tiene en la mano
se ve el astro del último día,
pintado
como si tuviera ojos y brazos extendidos hacia ellos, listos para atraparlos
y estrangularlos).
luego dibuja un camino que pasa por los campos de trigo
y dos ciclistas pedaleando hacia el oeste
hacia el sol —
no esto; otro, una vez conocido,
que palpitaba como una vulva,
mucho más bello, mucho más sangriento,
apofático…
MEDIODÍA CON PÁJAROS
Una casa de madera con el techo arrancado
y asediada por aves rapaces.
blancas y negras.
la excarnación ritual. a la hora de la siesta.
quimeras
o sombras proféticas extendidas
enormemente
a lo largo de la llanura abierta
mediante un complicado sistema de lentes convexas.
ves el ojo pegado a ellas.
contemplando.
ves pájaros con rostro humano
remando en el feroz mediodía, volando
sobre las cálidas entrañas distribuidas
en enormes cubos de hierro
ves todo esto y otros detalles:
una casa de madera, una puerta de madera
y la máscara totémica que cuelga encima,
haciendo guardia.
vientos adversos se desgarran en sus afilados
cuernos…
pero el rostro del que yacía en el suelo no está claro.
parece estar durmiendo, tomando una siesta
a la sombra que deja el disco solar
como una pesada losa
presionando su pecho, aplastándole el tórax
caído en un sueño inocente.
impotente y puro en su ambigua desnudez
asfixiado por las alas del archaeopteryx
mientras
enormes y codiciosas voladoras arrancan
grandes trozos humeantes,
clamando…
una flota de guerra
desplegando su artillería pesada
escuadrón en formación de batalla,
alineado en la llanura abierta,
golpeando las ventanas con sus picos mudos
reunidos en anillos dorados
como para anunciar
un mandamiento, una sentencia
o una palabra de amor
y perdón…
mediodía feroz con aves rapaces
heréticas
concubinas de la muerte,
congeladas en posturas hieráticas
estableciéndose frente a mí en bandadas cada vez mayores
saliendo de la caverna, de las cuevas, de los sótanos
del Vaticano
o de mi cerebro cansado…
aquí, en la casa de madera, mi despensa está llena
de provisiones para todo un ejército:
pescado seco, aceitunas brillantes y un poco de agua salada
y amarga…
finalmente, desatado, ennegreciendo el dócil papel
con minúsculas dobladas hacia la izquierda
(como atletas siempre corriendo
hacia atrás, en un tiempo recurrente, prohibido)
apilando tantos
tomos enteros bajo la suela desnuda
y ninguna verdad me fue revelada…
flanqueado por figuras zoomorfas, me defiendo
de los pájaros, llorando
sobre la hoja de papel limpia (hoy no maculada por las palabras)
como un buey apuñalado.
mi lápiz es un falo
poderoso
que las penetra y las fecunda,
y ellas rápidamente ponen en el horno caliente del desierto
huevos redondos y pesados como piedras de molino,
de donde salen veloces buitres, águilas y halcones
que tienen alas de acero en lugar de plumas
levitas hambrientos,
dracónides, acreedores
que me rodean cada vez más fuertemente,
inmóviles,
con rostro humano…
la hora calurosa del mediodía cuando no sé qué hacer
con mis manos enormes
y torpes
tal vez tallaré con amor
un hermoso pájaro de madera
para encerrarme en su cálido cuerpo humano,
un barco navegando sin timón y sin brújula
una casa de madera flotante, pulida durante mucho tiempo
una casa con seis aberturas, por donde
sacaré mis alas negras,
comenzando a remar
las sinuosas aguas — a veces más cerca, a veces más lejos
de vosotros…
O, IGNIS SPIRITUS PARACLITE
Yo también pasé por aquí. mudo, en el camino oscuro…
me agacho en el campo
en Tu vientre, en Tu cerebro
un animal de color carne. bajo el cielo de carne.
vi a aquellos:
apiñados, perseguidos por los poderes,
soportaban la violencia del ocaso
¡se enfrentaban a los destellos!
recién nacidos en el crepúsculo,
todavía atados por cordones umbilicales a un sol que pulsaba
psicóticamente,
balanceándose al ritmo del movimiento de su combustión.
vi una luz cabalgando sobre luz,
corriendo hacia la luz
y hermosos cuerpos atrapados al lado,
alucinando en clavos,
con los ojos abiertos y la boca redondeada como glorificando
el horror del ocaso
cabezas negras, afeitadas, de mejor raza. el pubis también afeitado…
vi hombres ardiendo en el esplendor
cegador
de la oscuridad arriba
y otros, abajo, nadando contra la corriente,
deseando alcanzar el cielo, perforar
su himen
con la suave cabeza,
entrar al esfínter con el cuerpo.
yo también entré en la habitación de los ascetas.
estaba llena:
caras junto a caras y cuerpos junto a cuerpos
compañeros de cama azotándose unos a otros
alimentándose unos de otros, cortando trozos de carne y chuletas,
estaban sudando profusamente.
sentí bien profundo el fuego
venéreo de la penitencia.
¡qué alegría me quemó!
luego mi Serenidad se oscureció.
vi el celo, el libertinaje, la matanza
la furia de la súplica, la devoción, la ira
y la ley moral arriba
como un hacha.
sólo el loco y el mudo seguían adelante…
a éstos los arrastré detrás de mí desde las cuevas,
les corté sus largas melenas
leoninas
que pesaban mil siclos de oro
los lavé. los domé. soplé
sobre ellos,
ahora profetizan en las calles
parecen personas. no lo son.
desde lejos vi el becerro de oro
entronizado sobre una montaña
y con los huevos sagrados brillando en una bandeja
colocada delante de él.
y vi con ira cómo, a cuanto los habían besado,
de debajo del oro, aquí y allá, había salido
el cobre…
había muchos alrededor: en cuclillas o bailando como los cosacos
cantaban deportados en el crepúsculo,
martirizados por la os-
curidad
pero otros guardaban silencio. maestros envueltos como bebés, pupas gigantes
profesionales del éxtasis. con estipendios
inconmensurables.
las luces corrían por sus hombros como agua sobre
un ganso.
y luego quise abrir el ganado
para ver qué había dentro:
qué miembros, qué estiércol, qué signo.
lloró y gritó humanamente,
alcanzada por un rayo entre los cuernos
y sin traer la buena noticia…
vi ejércitos de saltamontes bajos y de gran barriga
que bajaban de la montaña, como caballos de guerra,
y en el patio interior un gallo rojo,
enorme,
tan ancho por detrás como la Bestia
y alto como una montaña,
yace en el polvo, con el cuello torcido…
también vi a otros, más claros, más cercanos:
gente que galopaba por el campo
se convertía en animales enormes y rugía;
las medias lunas negras debajo de los párpados brillaron por un momento más,
luego la luz de los ojos se apagó…
los pasé por encima,
mudo, por el camino oscuro,
apenas deslizándome en una puesta de sol refluyente
y amniótica
hacia los comedores, hacia los dormitorios
y conocí a dos extraños. hermana y hermano.
puestos contra el muro
y atrapados en siete anillos de hierro.
solo en uno de ellos se había enterrado vivo Dios.
y supe que el muro era sueño. y borrachera.
vi un abanico de caras
exhalaciones solares
pensativas y sensibles
y supe que yo también ardería.
vi esos. ¡y yo entre ellos!
también vi a una Mujer Ciega acostada de espaldas en el campo,
con los pies apoyados en el cielo,
dando a luz al sol rojo e infla-
cionario
en el que nos hundimos como en una pila bautismal —
bestias enamoradas,
occidentales de rostro dorado
cantando en el crepúsculo penitencial:
“O, ignis spiritus paraclite”,
luego — sólo el éxtasis. la cremación, la extinción.
Todo…