Señales y otros textos
ESCUCHANDO A JIM MIENTRAS TODO ESTÁ EN SILENCIO
Gris el espectáculo de escuchar a Jim Morrison en enero.
La lluvia me deja cicatrices cuando me siento frente a mi laptop
y contemplo poemas dejados al descuido
mientras el invierno se esconde en mi casa.
Escucho a Jim Morrison para morir en la lentitud del domingo.
No sé en qué lugar dejar mis huesos,
pero no será en este sitio de amargo esplendor.
Soy una sombra,
un disparo al que el silencio busca.
Soy la voz que abraza un rock,
un mundo de dolor
mientras la tarde es más oscura
y el tiempo se destroza contra mi cara.
Me deprimo cuando mis manos reposan lejos del teclado.
Ni la vida,
ni el paso firme hacia la muerte cambian
este descenso.
Para qué entender esta droga que no llega a mi sangre.
Soy el último,
el hombre que parte sin más fuerza
que un libro
que un golpe
que un fracaso.
Escucho Alabama Song con los pies dolidos
de tanto salir de mi casa a ver la tristeza,
barro sobre el cuerpo,
calles para sumergir el alma.
Jim Morrison me arroja sus papeles,
recuerdos de noches en bares infinitos.
Estoy en cero,
Mi saldo son las vidas que soñé,
mi vida es un tránsito al futuro
desde la muerte.
EL MURO
A quienes no pudieron cruzarlo
Millones de cuerpos como paneles de hormigón.
El paso de las caravanas
impone un ritmo: seco, alucinante, donde no hay otra voz
que una marcha entre el polvo quemante de naciones.
El muro es palabra a ratos íntima.
Posee los recuerdos en sus grietas,
pero no soporta el tránsito de hormigas
que mueren como muere el mundo.
Veo su inmensidad mientras mi tv muestra el odio fluir,
el miedo fluir,
la burla fluir.
Todos llevamos un muro a cuestas,
es el precio de asumir las caravanas
(sangre más allá de la sangre)
Sabemos que todo tiene un límite,
pero su eternidad asusta.
He visto crecer el muro:
rostro contra rostro, alma entre el vacío,
siglos que se funden de forma irregular
para dejarnos una bestia-horizonte
que nos teme.
DEGRADACIÓN
Yo pertenezco al clan de los marginados.
Nací sobre un tanque soviético en 1976.
Mis ojos eran verdes
como los sueños de mi madre.
La Habana fue esquirla,
espejo de una época
donde morir era un discurso
irreversible.
En una máquina Singer,
mi madre escribía grandes poemas.
Luego supe que la ternura
se convirtió en platos vacíos,
espectros, sonoridad, retorno al corazón de la isla.
Crecí sobre el mismo tanque.
Cifré la resistencia
en una barricada de huesos:
Maniobra al interior más lúcido,
estructura, escualidez
que nos dejó cerrar los puños en solitario.
Ahora contemplo la franja de las esteras,
los cuerpos insepultos,
la vida estática,
el quejido del motor.
Mi verdad no es trueque en la penumbra.
Soy una ostra,
el último en salir
porque pertenezco al clan de los marginados.
Nací, por accidente, sobre un tanque soviético, en 1976.
TORRE DE CONTROL
Nos recuerdan que llegar es posible.
Nada más es preciso un poco de paciencia.
El calor es eterno.
La muerte es circular.
Nos lleva con los cánticos
a descubrir atardeceres,
simulaciones de quien respira el humo en paz.
En mis horas de terapia escribo.
El tiempo arde y me parece ver a los suicidas de ayer
en rostros de hoy.
La felicidad es posible, nos dicen, mientras la combustión avanza.
ALZHEIMER
Dime, pedazo de memoria,
¿qué sucedió?
Un hombre necesita el universo
de sus huellas para seguir.
Rasuro mi rostro
frente a un desconocido.
La espuma del jabón nos envejece.
Él y yo movemos la máquina
que poco a poco nos deja
heridas apenas visibles.
En el espejo comienzan las arrugas,
señales que descifro con dificultad.
Se borra el desayuno de la niñez,
el abrazo al padre que se va
a guerras de hambre,
siglos de alcohol,
simple obituario.
Por más que resisto
todo se reduce a fotos borrosas,
a sábanas creciendo,
y a un horizonte blanco sin mí.
POEMA DE INVIERNO
Lo inmenso queda atrás.
Existe un horizonte por descubrir:
Corazón-cerebro-espanto.
Nadar en contra,
dejar que todos se larguen,
es mi grandeza.
Lo inmenso queda atrás.
Abstracto dolor
para el olvido.
Avanzar o pertenecer a un aquelarre
no me interesa.
Mi cuerpo es un país
dentro de un país.
CON JOSÉ MARTÍ CAVANDO EL MISMO TÚNEL DE SIEMPRE
Cavamos el túnel infinito.
Es una maldición de isla.
Antes que yo, millones fueron sudor,
salmo,
fosa común.
No tengo fuerzas
para rocas que nacen y perfuman
la oscuridad.
A mi lado la imagen de Martí,
el grillete más débil que su piel.
Le digo:
“Padre, dame tu corazón
para morir por el fuego
de mis palabras”.
Miro sus ojos
y el túnel es un vientre.
Todo fluye, desde el metal
hasta el crujir de huesos,
desde la soledad a la esperanza.
Cavamos un túnel,
carrera contra el tiempo
de una isla que nos devora
ante el asombro
y la mudez del mundo.
SEÑALES
Algo sucede, dijeron en el patíbulo,
en las catacumbas,
en las crucifixiones,
en la hoguera,
en la guillotina,
en los disparos,
en la electricidad
quemando la carne,
en la hoja perfecta de la daga,
en la caída desde aviones secretos,
en el ácido,
en los hornos de Auschwitz.
en los mares de las dictaduras,
en los laboratorios,
en la espalda agujereada,
en la explosión,
en las desapariciones,
en el suicidio (in)voluntario,
en las turbas,
en el remordimiento,
en la negación de las doctrinas.
Algo sucede, decimos,
sin entender la oscuridad que avanza
sobre un demonio.
CERTEZA
Mi madre es una hormiga
que carga toda la tristeza del país.