Francisco Véjar

Habitar un país como tus ojos

 

 

 

 

Cita en el pacífico sur / 1999

 

Es bello flotar, así flotan los extraños objetos
que amanecen en las playas y que nadie reconoce.
¿Vienen de algún naufragio? Y qué importa, todos
venimos de algún naufragio aunque no lo sepamos.
Rosamel del Valle

 

El mar es nuestro refugio

En días de navegación por el Pacífico Sur

Ese curioso resplandor

Ha sido la única piedra filosofal

Que hemos llegado a poseer

Anoche la vaguada costera viajó con nosotros

Y todo parecía detenerse en ese instante

Tan claro como la luz de la luna

Plateando arena, mar y muelles

Una extraña ave vino a morir a nuestros pies

Mas sobrevivimos burlándonos de nosotros mismos

Y viendo pájaros acuáticos donde sólo había silencio

O poniendo libros sobre mesas de restaurantes marítimos

En comunión con los demás

O con las discriminaciones silvestres a que incita el cielo

La brisa del mar insiste en desordenar el texto

Y repentinamente estas palabras

Relatan – es su derecho –

Lo que ellas son entre nosotros

 

 

 

 

Ha muerto Joseph Brodsky

 

Ha muerto Joseph Brodsky

En nuestro barrio alguien tocaba un anacrónico piano de cola

Y se encendía la luz de melodías cansinas

Esos días no entran en el calendario

Y se mezclan como un ponche

Suave como el fluir de nuestra sangre

Pero no sólo ponche corre por las venas

En la calle las motocicletas pasan como avispas

Y una adolescente abandona su doble vida para volver a casa.

Ha muerto Joseph Brodsky y con él parte de las lecturas

Que hacíamos de sus poemas en veranos marítimos.

Ya no bastan sol, mar, ni luna

Y no vale la pena preguntarnos por el valor de la vida

Sólo queda vagabundear por calles y lugares donde nos gustaría

Hacer como tú una antología universal del amor

Para los amantes de hoteles de paso.

Queremos recordar estas palabras tuyas:

El día te va buscando en el armario una camisa

Ojalá llegue pronto el invierno y con la nieve cubra

Las ciudades los hombres sobre todo lo verde

Si de noche veo una estrella en el techo

Ella – según las leyes de combustión –

Me resbala por la mejilla hasta la almohada

Sin darme tiempo a pensar un deseo.

 

 

 

 

Habitar un país como tus ojos

 

Quiero vivir en un país como tus ojos

más nítido que las horas que el tiempo deshecha,

más lúcido y real.

 

Quiero habitar un país como tus ojos;

tu piel navegando en mi piel,

las coincidencias, la respiración,

las horas que sin saberlo se unen,

un bolero y el abrir y cerrar de puertas,

sabiendo que nuestro tema sigue siendo el viento.

Mas el lenguaje no basta, ni el fragmento del sol

que guardabas en tu cuerpo para entregármelo

tras un ir y venir poblado de voces.

 

Desde las enrarecidas calles me haces señas

para que no ande a tientas,

ciego, borracho o como yo.

 

El aire de la mañana se suspende allá afuera.

 

 

 

 

Carta astral

 

En memoria de René Char

 

Mi carta astral después de años

Entre el vértigo y la espera

El vaho de espejos y canciones escarchadas

Eso era lo mismo que la muerte

Donde lentamente se pierde el combate

En los cambios que hace la luna

O el viaje de retorno al lugar de origen.

 

Ahora cada uno de nosotros puede recibir

La parte misteriosa del otro

Noches de caminar bajo el resplandor de la tierra

Sin siquiera derramar su luminoso secreto.

 

Cada uno es hacedor de lo indecible

Incluso los pesares que se lanzan al vacío

Y luego pasan como una hoja en la tempestad.

 

Nadie quiere morir al borde de sus abismos

Sólo se necesita espacio y aire para vivir.

 

 

 

 

Estación Leopoldo María Panero

 

Estación Leopoldo María Panero

todo lo que escribo y diviso

se va al fondo de la sangre.

Fumo para mirar la vida que pasa

mientras el cenicero acumula

voces e ideas de locos rematados.

 

El dipsómano baja urgente en la estación

a beberse un Nevermore.

 

Nuestra suerte sigue en manos de los ciegos

y lo que escribimos tal vez sea leído por parejas del 2050

en el follaje de un bosque agitado por el viento.

Hay luces harapientas, tumbas sin sosiego,

niebla sobre el césped de la calle Miguel de Cervantes.

 

El dipsómano sale urgente de la estación

a beberse el crepúsculo Nevermore.

 

Aquí dejamos latas de cervezas,

colillas que se acumulan en ceniceros,

cenizas que se acumulan en cementerios.

 

Observamos el funcionamiento del camión de la basura

mientras el dipsómano vuelve urgente a la estación

a beberse el crepúsculo Nevermore.

 

Es tan bella la ruina, tan profunda

que ni siquiera el tiempo puede hacernos morir.

 

Niebla en la calle Miguel de Cervantes,

niebla en la estación Leopoldo María Panero.

 

 

 

 

La vibración del río sobre la ciudad

 

Hemos visto árboles desnudos en la ciudad

que levantan veredas y reclaman lo suyo.

Sus raíces se abrazan como amantes subterráneos

que saben de sueños y pérdidas.

 

Es extraño estar aquí y oír el grito de las gaviotas

que caen inciertas sobre el agua.

Esperar una barcaza de madera

o la huida del sol en el océano.

Seis y media de la tarde en las riberas del Mapocho,

la inevitable cicatriz de Santiago.

 

Estos escritos se perderán con el fluir del río

y su eco será como verse en una película absurda

cuyos actores principales han sido dados de baja.

 

 

 

 

Escrito encontrado en una mesa del restaurante Miramar (Quintay)

 

Si el abismo no nos llamara con su silencio

no podríamos leer a Trakl, ni permanecer horas

mirando estas lápidas anónimas que golpea la tempestad

como el grito del ave que acompaña a los muertos.

Líneas de Sebastián en sueños al fin de una playa

de arenas movedizas como náufragos. Nuestro tiempo

debería ser infinito como las arenas de esa playa.

Mas toda ceniza, toda embriaguez, toda permanencia

es innecesaria porque perecemos. Y en la costa – como se sabe – sigue

el incesante espectáculo del oleaje. Caminamos

sobre osamentas dispersas que han devuelto las olas del mar,

caminamos para abrir tantas puertas;

puertas de acero, puertas de madera, puertas invisibles,

– mudanza interior de la cual queremos desprendernos –

donde una palabra lleva todo lo que hemos podido poseer.

 

 

 

 

Los amigos ya no son originales ante la muerte

 

La muerte es la ceniza del poema

La muerte anda en todas partes

La muerte es huésped predilecta

La muerte es anáfora y puñal

La muerte garabatea páginas a diario

(y desordena los cuartos de hoteles

que abandonamos al amanecer).

 

La muerte se impacienta

y somos sus fieles cautivos.

Nos aguarda en la ciudad

con gentíos sombríos

que se buscan entre la muchedumbre

y comentan los juegos de azar

cerca de puentes y avenidas.

 

Por eso, lo nuestro es guarecernos en la noche

para llegar a la eterna conclusión:

los amigos ya no son originales ante la muerte.

Francisco Véjar Nació en Viña del Mar, en 1967. Es poeta, crítico, antólogo y ensayista chileno. Incluido en diversas antologías, tanto en Chile como e ... LEER MÁS DEL AUTOR