Francisco Hernández

De cómo Robert Schumann fue vencido
por los demonios

 

 

 

 

De cómo Robert Schumann fue vencido
por los demonios

 

I

 

Hoy converso contigo, Robert Schumann,

te cuento de tu sombra en la pared rugosa

y hago que mis hijos te oigan en sus sueños

como quien escucha pasar un trineo

tirado por caballos enfermos.

Estoy harto de todo, Robert Schumann,

de esta urbe pesarosa de torrentes plomizos,

de este bello país de pordioseros y ladrones

donde el amor es mierda de perros policías

y la piedad un tiro en parietal de niño.

Pero tu música, que se desprende

de los socavones de la demencia,

impulsa por mis venas sus alcoholes benéficos

y lleva hasta mis ligamentos y mis huesos

la quietud de los puertos cuando el ciclón se acerca,

la faz del otro que en mi se desespera

y el poderoso canto de un guerrero vencido.

 

 

III

 

Cuando naciste surgió en el bosque

una inquietud extraña.

Criaturas belcebúes vertieron en un claro

el azogue de Los Gemelos

y una quemazón de unicornios

cimbró con su galope

el vértigo de la penumbra en disonancia.

–Este niño tiene que ser un santo a su manera,

dijo tu padre al contemplar tus manos.

–Será mi luz intensa, dijo tu madre

con los ojos vendados.

La mesa tuvo espigas

y relucieron lágrimas en las paredes.

Doblaron las campanas de la capilla

sin que nadie –ni el viento– las tocara.

Búhos destronados por cornejas

instrumentaron tu canción de cuna

y la noche te tomó en sus brazos

como a un relámpago recién nacido.

 

 

VII

 

En la primavera conociste a la niña Clara.

Ella jugaba dentro de una jaula

con los címbalos y el armonio

que la escoltaban desde su nacimiento.

De los címbalos partía la ráfaga

que corta los glaciares.

Del armonio brotaba El Intervalo del Diablo,

que al transformarse en burbuja

iba de las guirnaldas de yeso

a los enigmas de raso

y de las margaritas enrojecidas

al temblor de tus años.

Desde ese instante se azufraron las fuentes

y tu risa tuvo la forma

de los labios de la niña Clara,

del corazón maduro de la niña Clara,

de la gracia de la niña Clara.

 

 

XIX

 

Eras dos, Robert Schumann,

dos gemelos distintos en un solo cerebro

verdadero.

Uno quería que tu corazón

se enterrara dentro de un violín

y el otro que se sembrara

en una maceta.

Uno quería que tu mano derecha

se sepultara dentro de un clavicordio

y el otro que se guardara

en un barril de cerveza.

Uno quería que tu voz

se callara dentro de un caramillo

y el otro que resonara

dentro de una muchacha.

Eras dos, Robert Schumann,

dos gemelos distintos viviendo al borde

de un ventisquero.

 

 

 

 

Habla Scardanelli

 

I

 

Cómo cantarte, Diótima, sin vino

y con el piano mudo que a señas me congela.

Cómo describir, en su cadencia, tus lentas ceremonias

si no puedo beberte de mi vaso,

si no te me atragantas rumorosa,

si la botella rota no conserva tu ardor

ni los reflejos.

No hay alcohol, amantísima Griega de voz noble,

comparable a tus claras humedades:

las de tus ojos grandes y en destierro,

las de tus frescas lágrimas fingidas,

las de tu vientre ajeno que humea bajo la lluvia.

Cómo cantarte con la garganta seca,

cómo vivir si no puedo beberte devorándote,

cómo sorber tus músculos tirantes

de alta mujer bandera entre los hombres

si ya no estás emparedada en vidrio,

si resulta imposible pulverizar tus huesos.

Brilla perfecto el sol de los nocturnos.

El veneno en silencio merodea.

La quietud con sus fauces me rodea.

 

 

II

 

Cómo nombrarte, Diótima, sin vino en la mar alta.

Se resecan los vocablos innobles,

se agrieta la faringe bajo esta

sobriedad de hachazos,

no soportan tus lóbulos carnosos

mis huecas oraciones caídas del fermento.

Qué soledad más triste la del sobrio.

De la luz amarilla se desprende un tropel

de gnomos enyesados.

Abro la boca para que mis gritos

se adornen con vómitos o maldiciones

y las encías supuran

una dulce canción por la embriaguez perdida.

Cómo nombrarte, Diótima, si no soy el ahogado

amanecido en el centro de tu calma.

 

Francisco Hernández Poeta mexicano nacido en San Andrés Tuxtla, Veracruz, en 1946. Es una de las voces representativas de la nueva poesía mexicana. Su poesía ... LEER MÁS DEL AUTOR