Fernando Valverde

Omnia vincit amor

 

 

Por Stefania di Leo

 

Omnia vincit amor– quizás sea la frase que pueda resumir el hilo conductor de Desgracia (Visor, 2022), el último libro de Fernando Valverde, un libro cuyo lirismo y cuya palabra son sinónimos de ausencia, esa nostalgia que provoca la separación de los seres más queridos, cuya privación puede parecerse a la muerte física y espiritual.

En Desgracia el poeta mantiene viva en sí la voz del “niño-hijo”(huele al mar de la infancia) que está presente en su corazón. El matiz poético de Desgracia es una regresión al mundo de la infancia, ahí nacen temas y símbolos que a menudo encontramos y que conducen al lector a un mundo cerrado, tranquilizador, protegido de la niñez, le llevan a observar el mundo como si fuera la primera vez, de manera asombrada y conmovida. ¿Es Desgracia un libro de realismo impresionista en donde la angustia personal se convierte en mensaje universal con referencias bíblicas “soy yo acaso el custodio de mi hermano?, los versos conllevan a una reflexión atávica, una lucha entre buenos y malos, un machadiano eco con referencia a Caín, hijo avaro, mezquino y codicioso, y Abel el bondadoso.

Los versos nos hacen reflexionar y surgen preguntas imprescindibles sobre la muerte que al parecer es inevitable, es una melodía que canta alto. Por otro lado, de forma muy sutil el poeta nos recuerda que la tierra está repleta de placeres, aunque siempre domine el eco calderoniano de finitud; la muerte, todo lo acaba, es la –desdicha fuerte- que todo lo gana.

Hay un intersticio escondido entre el alma y la realidad, la Pena, la gran pena andaluza que nos remanda a una origen popular y culta (Rafael de León)., Esa pena que el poeta Fernando Valverde, siente por la ausencia de su madre (no hay criatura igual), que ve reflejada en un espejo; entonces a causa de su ausencia nada tiene sentido, hasta la poesía muere, y la misma realidad se convierte en un dantesco Purgatorio.

Desgracia es también el libro del amor romántico y sublime, así como lo representaron Bécquer, Byron o Dante. A Beatriz el poeta Fernando Valverde le dedica un poema, subrayándonos que todo pasa y fluye, que la belleza es al fin y al cabo miserable y el amor terrible, porque todos lloramos cuando un ser querido nos falta, simplemente al escuchar su nombre. Los símbolos y las metáforas poéticas de este libro siempre son cultos, y se vuelven un himno a la soledad (en esa soledad soy un extraño/ la inocente sospecha de estar solos), en que hasta la tristeza se convierte en hermosura, y en el que la regresión representa la huida de una realidad que inspira miedo, una huida hacia una condición de pureza, de conocimiento superior y de salvación. La inquietud, de Fernando Valverde, la melancolía y el espíritu de rebeldía contra todo orden preestablecido, devienen una vena autocrítica y una profunda reflexión sobre la humanidad.

Impactante el poema La muerte de Ofelia, con ecos melódicos e influencias por el poeta italiano Dannunzio en su celebre la Lluvia en el pinar. Fernando Valverde logra una acentuada participación lírica en el relato de la naturaleza, cuyo retrato preciso de las flores (las anémonas blancas, las margaritas que flotan) nos ofrecen una pincelada poética del conocido cuadro del pintor John Everett Millais.

La penumbra, la negrura y la oscuridad son los colores que destacan en casi todos los poemas, una noche que tiene sus huellas en José Hierro o en San Juan de la Cruz, una noche en la que están muertas las palabras, lorquianamente muertas de amor.

La tierra y el mundo se convierten en escenario de los versos y el mal de vivir individual se transforma en mensaje universal: una mentira tras una falacia,/ verdades incompletas/ la traición de un hermano.// Mi desgracia es igual a la de todos; el mal triunfa, la tierra es su escenario.

En la última parte del libro aparece la cita del gran maestro Claudio Rodríguez, emblemático resumen- hilo conductor del libro la soledad y la muerte: Pero ahora estoy tan lejos, tan lejano que nadie lloraría si muriese. Quizás estos versos resuman la soledad y el olvido frente a la muerte de los seres queridos en la lejanía. El tema del nido, de la casa, de la infancia como en Don de la ebriedad de Rodríguez, se vuelven nostalgia (yo tenía una casa sin inviernos// un hermano y una abuela/ y mi madre cantando siempre alegre// bebí todo el veneno del miedo y la sospecha). (Puedo ver a mi abuelo sentado en la terraza).

El tema de la muerte y la sepultura está expresado en el poema Escrito en el agua dedicado a la poeta Remedios Sánchez, con la que Fernando Valverde dialoga, diciendo que no hay sepultura eterna y que la tierra es el sepulcro eterno de todos los muertos; en estos versos la tristeza está marcada por la esperanza muerta, por la imposibilidad del recuerdo (mi abuelo está muerto y mi madre no puede recordarlo), por el dolor callado y la pena adentro (trato de no hacer ruido mientras lloro), hasta las estrellas gimen, frente a la ceguera de los hombres (cuando abrimos los ojos no nos vemos).

La incertidumbre y el miedo a la oscuridad, a la soledad y al abandono están expresados en el poema Gaviotas dedicado al poeta Federico Díaz-Granados, las gaviotas están representadas como seres vivos que lloran y gritan libertad después de haber bebido el mar con agonía: es el final del amor la esperanza que se hunde en la noche.

Magistral el último poema dedicado a la madre, en el que destaca el mito del eterno retorno: a través de la metáfora de los ojos negros, como la pena negra, como la oscuridad que avanza victoriosa, el poeta puede ver su desgracia en esos ojos maternos que ya no le reconocen, pero el hijo sabe quién es su madre, aunque ella ya no recuerde quien sea su hijo.

 

 

 

-Fernando Valverde
Desgracia
Colección Visor de Poesía
España, 2022

 

fernando valverde desgracia

 

Fernando Valverde (Granada, España, 1980). Fue elegido por críticos de más de un centenar de universidades (Harvard, Oxford, Princeton, la Sorbonne y Colum ... LEER MÁS DEL AUTOR