Fernando Cazón Vera

Del pecado original

 

 

 

 

 

DEL PECADO ORIGINAL

 

Y somos hijos del amor, lo somos.

Descendemos de su acto más cabal, descendemos.

 

Del amor que acaricia,

que muerde, que transforma

 

y que a sombra rompe

los secretos más hondos de la piel que se entrega.

 

Pero a veces, no sé, me da la idea,

de que no han fornicado por nosotros.

 

 

 

 

BARRABÁS

 

No asumieron mis manos la piedra que se arroja

Ni lloraron mis ojos el cuerpo lapidado.

Mi vida sin pregunta la jugué en unos dados

Y amé la noche oscura y amé la sangre roja.

 

La sangre de la culpa, la sangre del pecado,

La que siempre llevamos en nuestra suerte coja,

La que, ya desbordada de nuestro ser, nos moja,

Los panes divididos y el pez multiplicado.

 

Yo no tuve el deseo de morir como muero,

Sin sentir mi cabeza la corona de espinas,

Sin sentir mis espaldas el pesado madero.

 

Yo muero como todos; solo mi culpa llevo

Y como nunca supe de maneras divinas

Después de los tres días no viviré de nuevo.

 

 

 

 

LA CAZA

 

Hermosa, el cazador te sigue,

te persigue, te acecha;

huele tus pasos,

otea el tiempo que lo acosa,

mide perfectamente tus distancias,

rastrea tus olvidos,

calcula, con aproximación que es casi exacta,

la altura de tu cuello,

el simultáneo peso de tus senos,

el ángulo que forman tus piernas cuando amas,

el vértice del pubis,

el secreto orden de tus huesos;

después lanza la piedra sin esconder la mano,

dispara bala o flecha,

roca o fuego,

confundiendo a lo lejos la sombra del venado

o las alas del ave que fuga del señuelo;

así, de esta manera,

el cazador puede quedar cazado

o, final y obviamente,

caer atrapado en su tramposa trampa;

hermosa, yo me rindo, me entrego, me retiro

ante tu imposible carnada

en vez de hacer ridículas maniobras en el aire.

 

 

 

 

APACIBLE MISTERIO

 

Qué pensará de mí la humilde bestia

que come hierba y que espanta moscas con el rabo.

Qué pensará de mí, digo, si me viera llorando

cuando a su lado cruzo bajo un cielo sereno.

Ella que tiene tiempo de pensar, ella que pasa

tranquila y silenciosa por los verdes potreros.

Tal vez no le enseñaron todavía a ser triste

y es buena porque nada tiene que hacer por ella.

Pero ha de pensar algo si me viera llorando,

tal vez de otra manera, imaginando otras cosas

sin asombro ni lástima.

Pobre de mí que lloro, feliz de ella que pasa

tras su misma mirada tranquila las moscas con el rabo.

 

 

 

 

EL ILUSIONISTA


Yo sacaré un fantasma del sombrero,

un ángel de la manga,

una sombra del traje,

una apagada estrella del bolsillo.

 

Sacaré de la espalda una joroba

que tocarán como amuleto

las vacías manos de los desheredados de la suerte.

 

Del cuello sacaré una corbata fálica

y los redondos nudos del ahorcado.

 

De la bragueta saldrán flores y palomas

y barcos

aptos para ser mirados por

jóvenes pálidos y doncellas

nerviosas que se masturban

en las panzudas horas de la

siesta

 

Del fondo del baúl levantaré un cadáver

que volverá a morirse para cada función

exactamente

no sin antes agradecer

los aplausos del público.

 

 

 

 

FORTUITO ENCUENTRO

 

Y cara a cara me encontré con ella

como en un “vis a vis” inesperado

creo que llevaba un rostro diferente

que por una emergencia le prestaron

y un cuerpo hecho a medida de mi cuerpo

y una mirada que no supo dónde

poner. Una mirada tan siniestra

Pero, que nos conocimos está claro

y como dicen que el que calla otorga

pues yo no le dije que esta boca es mía

y ella rompió el silencio preguntando

por el crimen que juntos cometimos

también por el cadáver, por supuesto,

pues que si aquí lo puse no lo encuentro

y allí le contesté que en un crepúsculo

base yo mi estratégica coartada

y ella me preguntó por mi familia,

por el sobrino crápula y el tío

que vivió de “cuentero” hasta esa noche

en que se suicidó por una arpía

y yo le contesté, como en revancha,

por su quinto marido, el industrioso,

que quiso quebrar su fábrica de hielo

(una quiebra ficticia) con un fósforo,

y por su padre que cambió de sexo

para ejercer la profesión más vieja

y por su madre que colgó los hábitos

al cerrar el burdel. Y se hizo pía.

y por su hermano el incestuoso. En fin

fueron gratos recuerdos de familia.

Después nos despedimos con un beso

que ya se lo quisiera el mismo Judas.

Ella siguió de largo. Era la misma

que me indujo a estafar a tanta gente.

Muy poco había cambiado. No tenía

ya los colmillos de una vampiresa.

De mi ojo izquierdo se rodó una lágrima

digna de un cocodrilo. Eso fue todo.

 

 

 

 

HARA KIRI

 

el samurai derrotado

se hace el hara kiri

 

como si, en realidad,

se masturbara

sensualizado por la muerte

 

es su único sexo

la ya depuesta espada

 

el semen final

su estéril sangre

 

ah, esa terrible humillación

de la victoria ajena

 

que por cambiar de mano

lo ha dejado impotente

 

 

 

 

DESPEDIDA

 

Amor ya no me sirves

no me sirves de nada si estás viejo

mejor dicho, los dos estamos viejos

y los polos iguales se repelen

irremediablemente

como afirma la física implacable

amor de flor y espina

del revés y el derecho

amor de sello y cara

en la misma moneda de dos lados

que usé ya tantas veces

dando y dando

con la necesidad de ser amado

que repetí incansable y recurrente

en idénticos días con sus noches

fueran pares o impares

sean claros oscuros o radiantes

sean lo mismo que son o que ya han sido

amor ya desgastado como un diente

que me llenó de júbilos y penas

de risas y de lágrimas

de cartas con mi firma y anónimo infames

de acrósticos ridículos y rimas consonantes

amor de lo sublime a lo sagrado

de lo torpe a lo cursi

te pongo de patitas en la calle

te expulso de mi vida simplemente

te saco de mi texto y mi contexto

para tratar entonces de algún modo

de hacerte parte del más largo olvido

que si te vi una vez ya no me acuerdo

no te conozco no te necesito

de filo de perfil de cuerpo entero

te declaro indeseable

no compatible no hecho a mi medida

no apto para la edad que me consume

(prohibido para mayores de ochenta años)

en fin que tantas cosas que se digan

solo me servirán para expulsarte

del viejo paraíso en que vivimos

con el ojo de dios en un costado

y el diablo en el otro

te tiraré la puerta en las narices

igual que la pedrada en ojo tuerto

y si me quedo solo indivisible

igual que algún asceta en la montana

o en una isla del remoto océano

por respeto a este nudo que hoy desato

y al pasado en que fuimos inocentes

pero también culpables

jamás voy a injuriarte o calumniarte

peor darte consejos o sentencias

o profecías que jamás se cumplen

simplemente te digo que te vayas

que no vengas de nuevo con tus cuentos

con verdades a medias que me esconden

y mentiras piadosas que se usan

si a la oportunidad la pintan calva

menos con esos cantos de sirena

que me obligaron a amarrarme al viento

es que ahora en muy tarde

y tengo que escribir sobre otras cosas

saliendo de estos versos intimistas

que en verdad ya no sirven para nada

que son un bla bla bla sobre el vacío

y que serán leídos si eso ocurre

con tanta indiferencia

como se oye llover

amor te dejo

metido en tu camisa de once varas

 

 

 

 

YO NO HE VENIDO PARA VENCER…

 

Yo no he venido a vencer,

He venido a preguntar tan sólo

en dónde se encuentra la victoria.

 

Vengo a vivir con la alegría de todos

Y a compartir la tristeza de nadie.

Vengo a partir el pan con un mendigo

para saber qué bendición me pone.

 

Vengo a pisar la calle

para meterme en la costumbre.

 

Vengo a reír con la primera broma,

a sollozar con la primera pena,

entusiasmarme con cualquier noticia.

 

Vengo a llorar, a cantar,

a bailar en la primera fiesta,

a encenderle la ruta a los cadáveres,

a dividirme entre todos,

a vivir,

a conocerlos.

 

Yo no he venido a vencer,

he venido a preguntar tan sólo

en dónde se encuentra la victoria.

 

Fernando Cazón Vera (Quito, Ecuador, 1935). Periodista y editor de periódicos y revistas, profesor universitario durante quince años. En la actualidad es colu ... LEER MÁS DEL AUTOR