Félix Anesio

País sin moscas

 

 

 

 

Carnicería

 

Zas, zas, zas…

¡Qué no te tiemble el pulso/

nada de sentimentalismos!

 

Colecta las grosuras e inmundicias

para quemar en el altar del dios pueblo;

cualquier cosa agradable al paladar del vulgo

como ofrenda expiatoria de holocausto.

 

Zas, zas, zas…

Lo fino, lo sublime, échalo a un lado.

Que no lo vea nadie, que en fin

no produce dividendos.

Contribuyamos a la nueva cultura

de estos tiempos, nada de finezas:

al pueblo pan y circo.

 

Que consuman el tropo mil veces reciclado

el retruécano insulso, lo metáfora manida/

en fin, el venal comercio de ruidos usados.

 

Zas, zas, zas…

No importa que tu albo traje de editor

se manche de tinta.

Luego lo lavas, así como se lavan las afrentas.

 

 

 

 

País sin moscas

…vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
ANTONIO MACHADO

 

Enjambres de avispas y cucarachas,

moscas y hormigas bravas,

perros y gatos decrépitos putrefactos.

Basura sobre basura, pestilencia/

dulce-amarga y rancia pestilencia.

Montones sobre montones de escombros/

vaho sobre el vaho del recuerdo.

 

Esparcidos restos recubiertos por doquier

en la memoria del solar yermo de la esquina:

mi paraíso de la infancia colmado de alimañas.

 

Madre, ¿quién habría de querer a una mosca?

Ay, hijo, no preguntes; son criaturas de Dios,

y todo lo que Él ha creado tiene un firme propósito.

 

Ha pasado el tiempo/

Y mi madre ha muerto.

 

Hoy vivo en un país sin moscas.

 

 

 

 

Siempre el mar

¿Qué puede el sol en un pueblo tan triste?
VIRGILIO PIÑERA, La isla en peso, 1942

 

Dejar atrás los libros de toda una vida,

las fotos y poemas en el cajón apolillado,

los recuerdos más gratos, los más duros;

el beso último y desconsolado de la madre,

la lágrima de un padre que aún desconocía el llanto.

 

Todas las cosas lo abandonaban de golpe:

las amables puertas del vecindario que tantas veces

abriera,

como si fueran propias, con la feliz insolencia de los

niños;

las esquinas del amor, el canto del pájaro enjaulado,

los maestros que nunca más volvería a escuchar,

la sopa de la abuela en las tardes más frías.

 

Habiéndose forjado un mítico universo,

hoy renunciaba a todo en busca de otra tierra

donde inventarse sueños;

y el mar, el siempre mar,

sería el único camino nunca antes transitado.

 

 

 

 

Malabares

 

Camino al filo de la sombra

haciendo malabares

para beber el agua de la noche.

 

Saciada mi sed

cargado de palabras

regreso en la mañana luminosa

Félix Anesio (Guantánamo, 1950). Ingeniero de profesión. Ha publicado los libros de relatos Crónicas aldeanas y su versión en inglés A ... LEER MÁS DEL AUTOR