Félix Anesio

Canto profano

 

 

 

 

LOS SEMINARISTAS

                                          A Osmán Avilés

 

Marchan por la Calle Obispo

bajo el látigo inclemente del verano.

 

Tras las raídas sotanas se vislumbra

el sexo de los hombres

que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina.

 

Las rústicas sandalias rozan los adoquines.

 

Como una impúdica plegaria se eleva el olor

de las axilas en el aire

envolviendo las aceras y las plazas.

 

Un jovencito imberbe y una niña los observan;

una beata, tras su velo, hace una extraña mueca y se

persigna

mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada

transeúnte.

 

Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer

para verlos pasar.

De dos en dos, los seminaristas, se pierden por la Calle

Obispo.

Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta del

convento,

erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan pesada

cruz.

Aún nos puede llenar de turbación la imagen que recuerdo.

 

 

 

 

EN LAS ALTAS HORAS

 

El refugio de la noche es pródigo en sucesos.

 

Bajo la luz de una lámpara se agrupan

los medicamentos y numerosas cuentas.

 

Una cortina roja, unos libros y un reloj

como salidos de una película de Bergman

son la escenografía de un viaje,

de un laberinto sin regreso.

 

En las altas horas de la noche se escribe el verso.

 

 

 

 

EL PACIENTE

El sol parece que tuviera una mirada
Antonin Artaud

 

Y ese sabor antiguo

a ajo en la garganta

y el ruido de la camilla

sobre el piso desnivelado

de un hospital de pobres

donde no se cura nadie.

 

Y volver en ti, otra vez,

luego del sopor inducido,

con las sienes calcinadas,

a los mismos temores de siempre.

 

Y enfrentar la vida ahora

con menos células corticales

bajo la prescripción facultativa

de no dejarte pensar

en el deseo abismal

de renunciar

a todo…

 

Mientras unos ojos

imploran

que te salves.

 

 

 

 

LOS PERROS Y LA LUNA

Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe.
J.L. Borges

 

Los techos herrumbrosos

los clavos puras piedras

las piedras puras almas

penando.

La ciudad se deshace en mil pedazos.

 

El mármol se ha quebrado por el llanto

de los huesos tristes, sin flores

ni epitafio.

 

No hay olor a leche quemada en el fogón

ni almendras que cascar con una piedra

y no se escucha la voz del pájaro cautivo.

 

La ciudad se deshace en mil pedazos.

 

Quizás se haya salvado el firmamento

donde suelen cruzar miles de estrellas

como las que una noche inmemorial

guardara.

 

Hoy bebo una taza de café amargo

en un lugar ajeno que se llama exilio.

 

Y mi corazón palpita fuertemente

mientras los perros aúllan a la luna.

 

 

 

 

BAJO UN SOL DE OTOÑO

 

No ha de perderse en mí

todo el sabor del vino.

No ha de perderse en mí

todo el aroma del sexo,

ni el color de las flores,

ni la gracia del canto.

Yacen, aún latentes,

bajo la hojarasca,

como las setas de otoño.

 

 

 

 

CANTO PROFANO

Mateo 1, 23-25

 

La húmeda fragancia

de la vulva,

en sazón de recibir

el hálito divino

o la humana simiente,

preconiza la esperanza gozosa

de la epifanía del Verbo.

 

 

 

 

NEGACIONES

Porque todavía no habían entendido la Escritura…
JUAN 20:9

 

Soy un hombre galileo.

judío y pescador de oficio,

al que no le es dado creer

en la resurrección.

 

No quiero pensar

en la vida póstuma,

pues me sería imposible

lidiar con lo inefable.

 

Soy, simplemente, un pescador

y mi nombre es Simón Pedro.

 

Soy hijo del miedo,

y mi espíritu ha sido

presa de la turbación.

 

Por mi inmanente cobardía

hube de negarlo tres veces

antes de que el gallo cantara.

 

Lo amé en vida como solo

un hombre puede ser amado

en esta tierra. Por su amor

caminé sobre las aguas a pesar

de mis dudas. Mas no puedo

concebirlo como un espectro.

 

Y ésta, hermanos míos,

es mi cuarta y última negación.

 

Félix Anesio (Guantánamo, 1950). Ingeniero de profesión. Ha publicado los libros de relatos Crónicas aldeanas y su versión en inglés A ... LEER MÁS DEL AUTOR