Canto profano
LOS SEMINARISTAS
A Osmán Avilés
Marchan por la Calle Obispo
bajo el látigo inclemente del verano.
Tras las raídas sotanas se vislumbra
el sexo de los hombres
que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina.
Las rústicas sandalias rozan los adoquines.
Como una impúdica plegaria se eleva el olor
de las axilas en el aire
envolviendo las aceras y las plazas.
Un jovencito imberbe y una niña los observan;
una beata, tras su velo, hace una extraña mueca y se
persigna
mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada
transeúnte.
Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer
para verlos pasar.
De dos en dos, los seminaristas, se pierden por la Calle
Obispo.
Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta del
convento,
erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan pesada
cruz.
Aún nos puede llenar de turbación la imagen que recuerdo.
EN LAS ALTAS HORAS
El refugio de la noche es pródigo en sucesos.
Bajo la luz de una lámpara se agrupan
los medicamentos y numerosas cuentas.
Una cortina roja, unos libros y un reloj
como salidos de una película de Bergman
son la escenografía de un viaje,
de un laberinto sin regreso.
En las altas horas de la noche se escribe el verso.
EL PACIENTE
El sol parece que tuviera una mirada
Antonin Artaud
Y ese sabor antiguo
a ajo en la garganta
y el ruido de la camilla
sobre el piso desnivelado
de un hospital de pobres
donde no se cura nadie.
Y volver en ti, otra vez,
luego del sopor inducido,
con las sienes calcinadas,
a los mismos temores de siempre.
Y enfrentar la vida ahora
con menos células corticales
bajo la prescripción facultativa
de no dejarte pensar
en el deseo abismal
de renunciar
a todo…
Mientras unos ojos
imploran
que te salves.
LOS PERROS Y LA LUNA
Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe.
J.L. Borges
Los techos herrumbrosos
los clavos puras piedras
las piedras puras almas
penando.
La ciudad se deshace en mil pedazos.
El mármol se ha quebrado por el llanto
de los huesos tristes, sin flores
ni epitafio.
No hay olor a leche quemada en el fogón
ni almendras que cascar con una piedra
y no se escucha la voz del pájaro cautivo.
La ciudad se deshace en mil pedazos.
Quizás se haya salvado el firmamento
donde suelen cruzar miles de estrellas
como las que una noche inmemorial
guardara.
Hoy bebo una taza de café amargo
en un lugar ajeno que se llama exilio.
Y mi corazón palpita fuertemente
mientras los perros aúllan a la luna.
BAJO UN SOL DE OTOÑO
No ha de perderse en mí
todo el sabor del vino.
No ha de perderse en mí
todo el aroma del sexo,
ni el color de las flores,
ni la gracia del canto.
Yacen, aún latentes,
bajo la hojarasca,
como las setas de otoño.
CANTO PROFANO
Mateo 1, 23-25
La húmeda fragancia
de la vulva,
en sazón de recibir
el hálito divino
o la humana simiente,
preconiza la esperanza gozosa
de la epifanía del Verbo.
NEGACIONES
Porque todavía no habían entendido la Escritura…
JUAN 20:9
Soy un hombre galileo.
judío y pescador de oficio,
al que no le es dado creer
en la resurrección.
No quiero pensar
en la vida póstuma,
pues me sería imposible
lidiar con lo inefable.
Soy, simplemente, un pescador
y mi nombre es Simón Pedro.
Soy hijo del miedo,
y mi espíritu ha sido
presa de la turbación.
Por mi inmanente cobardía
hube de negarlo tres veces
antes de que el gallo cantara.
Lo amé en vida como solo
un hombre puede ser amado
en esta tierra. Por su amor
caminé sobre las aguas a pesar
de mis dudas. Mas no puedo
concebirlo como un espectro.
Y ésta, hermanos míos,
es mi cuarta y última negación.