Jazz del solitario
Suenan timbres
Homenaje a Luis Vidales
Golpean, llaman.
Suenan timbres en la casa.
Alguien busca algo a horas imprevistas.
Serán de la oficina postal
o los mormones ofreciendo Biblias.
Algún extranjero despistado
o el mendigo que viene por su ración de pan.
Será la vecina que quiere hablar sobre la carestía
o su esposo el prestamista a cobrar los intereses.
Quizá el plomero
o la gitana a pronosticar malos días,
extrañas pestes y fuertes infecciones.
Quién golpeará a esta hora inoportuna.
No es el amor,
no es el hijo, ni mi padre.
Seguro será la muerte y el ropavejero
que vienen por mi cuerpo con su derrota
o el casero a desalojar,
que es lo mismo.
Pastelería Metropol
Yo vengo sin idiomas desde mi soledad
Luis García Montero
Miro en la vitrina
el reflejo de mi cuerpo
Sobre el vidrio
Y me veo gordo, cansado, sobre aquellos pasteles de vainilla.
Y pienso en los amigos que no volví a ver
¿y qué sabían ellos de este corazón caduco
donde no cabe ni un centímetro del mundo?
Y cuando no te reconoces en los pasos del hijo, ni en el espejo
harto de esquivar malos presagios
viendo de lejos el esplendor de las pérdidas
lo indescifrable y lo desconocido.
Callo: mi silencio alcanza ese cuerpo que no entiendo,
desmancho mi corazón de su último incendio.
Y sigo extranjero en ese vidrio,
gordo y cansado
y atrás de mí
algunas sombras, gestos de abuelos y tíos muertos
sobre los pasteles de vainilla.
Jazz del solitario
La moneda cayó por el lado de la soledad
Andrés Calamaro
El día de la creación
tendré semillas tuyas entre mis manos
y te dispersaré en el fértil territorio de cielos abolidos
o en la voz que persigue otras luces, otros fulgores.
Busca entonces la dirección de la guerra
no importa que tu ausencia sea del tamaño de la muerte
te buscaré al otro lado de la noche
cuando regresemos de esta estación de adioses que es la vida.
Inutilidad del oficio
Cuánto se ha sacrificado para escribir estas líneas
cuántos pesares y melancolías
para asumir con dignidad la ruina y el abandono
y sobrevivir a la tragedia.
Y siempre habrá poesía
pero volveremos a las mismas y repetidas palabras
todos los temas están dichos
y habrá que repetir en cada verso
ritmos ya entonados, amores y muertes ya cantados.
Cuánto sacrificio para escribir algunas palabras de basura
cuántos sismos interiores.
Para que no las lean, se burlen o no aplaudan en un recinto.
Pequeño nocturno
¿Ese temblor que pasa es la vida?
¿Y ante qué soledad es que hoy canto?
No sé de dónde provienen esos ruidos que en la noche asustan:
la caja de fósforos
las cosas que se cambian de lugar y no aparecen.
Suponemos que todo esto es el mundo
enormes colecciones de tristezas, llaveros y estampillas de mares
lejanos.
Es acá donde sucedo
sin aduanas ni requisas
ni adioses a destiempo.
Noticias de este tiempo
A quién darle cuenta de este tiempo:
acaso unos recortes de prensa
algunas fotos que caen de un sobre
o un signo dibujado en el vaho sobre el espejo
y que desaparece.
A quién si son cada vez menos los amigos
si los que tienen hábitos y apegos se marchan
hacia destinos inconclusos o países sin mapa.
A quién dar cuenta
si los únicos que oían con atención los miedos
de repente huyeron sin explicaciones
ni recados.
No hay a quién darle cuenta de un tiempo envejecido
y a quién narrarle los adioses
o las preguntas que nos hacen fugaces.
A quién darle cuenta si no hay quién deje su aliento en la ventana
viendo cómo se aleja un Zeppelín que lleva tu nombre en mayúsculas
y cómo se deshace la vida entre los dedos
como si fuera arena de una playa o ceniza de un cigarro.
La nueva casa
Al fondo de su cuerpo la casa nos espera
y la mesa servida con las palabras limpias
para vivir, tal vez para morir,
ya no sabemos,
porque al entrar nunca se sale.
Eugenio Montejo
El amor como esta casa
se construye con piedras y con arenas
y algunas maderas de fácil remoción
porqué desde allí
la tierra se ve plana y vieja
colmada de insomnios y periódicos de ayer.
Al final uno se acostumbra a vivir entre esas paredes y esos muebles
y es fácil habituarse a sus nuevos ruidos, sus fantasmas
a los cortes de luz y las goteras.
Algo de ti tiene este cuarto de ventanas empañadas
y ropas arrumadas en el piso
algo de ti tienen mis libros amontonados
y la vida guardada en gavetas y carpetas de ocasión.
Porque en el amor como en esta casa
el corazón parece un corcho lleno de razones y de fotos
y paredes llenas de manchas y agujeros
cuando bajan un cuadro o cambian un retrato de lugar.
Y si me buscan mis miedos que suben en fila vestidos de despedida
habrá que dejarles recados y signos entre la luz
para que no se tropiecen en la escalera
cuando se topen de frente con tantos rostros y sitios ya perdidos
con los viejos talismanes y rencores.
Acá la música suena en compases diferentes
y siempre habrá un vecino que se lamenta en la noche
y una fiesta a la que no estás convidado.
No sé dónde poner las cosas viejas,
los muebles en desuso y la ropa de los muertos.
No sé dónde cubrir el corazón con cartones por si hay goteras,
Porque en el amor como en la casa
si enciendo la luz o abro las cortinas
se deshace el barro del que estamos hechos.