

Presentamos tres textos del reconocido autor mexicano pertenecientes a su nuevo libro Canción segunda.
Fabio Morábito
CUÁNTAS PELÍCULAS VISTAS DE PIE
Cuántas películas vistas de pie
en aquel cine de barrio,
donde un asiento se conquistaba
a base de empujones,
cine sucio de butacas duras
que cambiaba de película cada dos días,
en ese tiempo de cambio de la voz
y del primer vello en las axilas;
el peor cine para los peores años,
con el dinero contado para el boleto,
la vista dividida entre pantalla y asientos,
por si uno se desocupaba de milagro.
Cuántas películas olvidé
por alternar el peso del cuerpo
sobre cada pierna,
cuánto cine padecido en los huesos,
cine de barrio para huir de la familia,
y de tanta oscuridad de fin de semana
no poder recordar un solo título, un solo actor
o actriz, una sola escena,
solo el dolor de estar parado,
defendiendo mi nicho junto a la pared,
a un costado o al fondo de la sala.
CORTARON EL ÁRBOL DEL VECINO
Cortaron el árbol del vecino.
¿Acaso no nos pertenecían su majestuoso
follaje, su sombra y sus pájaros?
¿No hemos recogido una y otra vez sus hojas caídas
en este lado del muro?
Sin avisarnos lo redujeron a su mínima expresión
de la noche a la mañana.
¿No saben que los árboles no son mascotas de uno,
que no obedecen a un solo jardín?
¿Alguna vez protestamos por sus frutos podridos
que atraían a enjambres de moscas,
por uno que otro pajarillo caído del nido
que tuvimos que enterrar?
¿Por qué no nos dijeron nada?
Fueron años de considerarlo nuestro,
entró en casi todas las fotos familiares,
¿y ahora qué hacemos
con este inmenso golpe de cielo
que nos deja sin habla, sin derecho a quejarnos?
DE GOLPE ME DETUVE
De golpe me detuve,
la invitación estaba hecha
y no dudé: ser uno más,
entrelazado bajo el suelo a todos ellos.
Qué fácil, a esa edad, hundirse,
qué paz dan las raíces,
en vez de estar sobre dos pies.
Todo lucía profundo y grato.
Yo estaba listo, pero algo me distrajo,
tal vez un soplo frío
o ver cruzar los pájaros veloces,
y me bastó anhelar sus alas
para que el sueño que tenía
se fuera por las ramas
y me encontré de nuevo
ahí, sobre mis pies,
parado en la arboleda,
sin alas ni raíces.