A cada cual su cielo
¿Qué importa más: un diente o un poema?
¿Es peor perder un buen poema o perder un diente?
¿Aceptarías perder un diente
por cada buen poema que escribes?
¿Llevarías tan lejos tu amor por los poemas?
Imagina el estado de tu boca,
engullendo sin sabor, casi sin masticar,
la comida,
y no poder besar ni reír.
Pero es más deprimente que escribas
como un desdentado,
con versos que no muerden.
Como los dientes, que trabajan en común
pero duelen solos,
que no haya una palabra de tus versos
que no sepa a lo que escribas,
ni un verso que, escogido a ciegas,
no venga apalabrado.
*
Hay árboles que nacen para bosque
y otros que son un bosque sin saberlo.
El árbol ignora el bosque
y el bosque tal vez ignora el árbol,
lo único que sabemos es la raíz que escarba
y la rama que también escarba,
una en su cielo de barro,
la otra en su cielo de nube.
La vida es escarbar y a cada cual su cielo.
*
No ayudamos a mi madre a mudarse.
La veo sentada,
rodeada de los bultos que juntó,
esperando a sus dos hijos,
mientras los hombres de la mudanza
se llevan sus cajas.
Así se ha vaciado,
como cajas de una mudanza, su cabeza,
y ahora no se acuerda
que tuvo que mudarse sola,
al lado del chófer y apretada
entre los hombres
que olían a sudor.
Mi hermano y yo no iremos al cielo,
nos mudaremos rodeados de cajas
con mi madre,
nos mudaremos con todas las madres
rodeadas de bultos,
hasta el final de todas las cajas del mundo.
*
Te cambias el anillo de dedo
como recordatorio de algún pendiente,
un truco de tu abuela
que rara vez funciona en ti,
que al tocarte el anillo ya no sabes
lo que te propusiste recordar.
La vida se te escapa por los dedos
y el viaje de tu anillo no lo impide.
Yo que no llevo anillos
y debo recordarlo todo,
sin darme el lujo de un olvido,
odio mis manos huérfanas de ancestros,
manos de advenedizo o de ladrón,
y se me va la vida
en busca del anillo que no tuve,
la argolla inseparable de mis dedos.
¡Ser como tú,
que llegas tarde a tus recuerdos,
cuando el pendiente se deshizo,
y vuelves a ceñir tu mano como estaba,
reacomodando el universo!
*
Soy la última persona,
el último hablante de un idioma, el mío,
que pende enteramente de mi lengua,
todo un acervo de palabras
que va a caer en el olvido
el día que me despida de mi aliento,
mi lengua que hablo a solas y que olvido
porque dejó de ser idioma y es solo acervo.
Muchas de sus palabras ya están muertas
porque no volveré a decirlas,
y aunque las diga, todo lo que diga,
por no tener a nadie que me entienda,
es un invento mío, pese a que se parezca
en todo a las palabras que aprendí de niño,
y a veces me pregunto si no somos todos
los últimos hablantes de lo que decimos.
-Fabio Morábito
A cada cual su cielo
Colección Visor de Poesía
España, 2022