Canción de la celda
(Selección y traducción de Juan José Vélez Otero)
GÉNESIS
la piel
de mis poemas
puede ser lozana, sí,
y a veces mostrarse
ajada
y mustia
mi canción se parece
a una serpiente
que pudiese morder
a Adán y a Eva
en los talones…
hendid mi piel
con la roca
del amor vieja
como la roca
de Moisés
mis poemas
os aman.
CANCIÓN DE LA CELDA
Noche Música Una luz
sesgada golpea la caverna
del sueño. Yo en soledad
trazo el círculo rojo
y volteo el espacio
con mis palabras.
Vamos, Etheridge, no seas
un salvador; coge tus palabras
y araña el cielo con ellas, haz que llueva
en el desierto, coge
a una chica
por el rabo,
¿puede salir
algo bueno
de la cárcel?
ÉL VE A TRAVÉS DE LAS PIEDRAS
Él ve a través de las piedras
tiene ojos misteriosos
este viejo negro
que bajo el cielo de la cárcel
se sienta aplastado por el sol
con la espalda sobre la pared de poniente
con su pipa apretada entre las moradas encías
los años caen
como ciruelas maduras
y abrasan la carne roja
sobre la tierra oscura
su tiempo no es el mío
pero lo conocí
en un tiempo ya pasado
me llevó temblando de frío
hasta la oscuridad del bosque
me enseñó los ritos secretos
para hacerlo con una mujer
para ser honesto con mis hermanos
para hacer beber a mi lanza
la sangre de mis enemigos
ahora se halla rodeado de tipos negros
que deslumbran con sus dientes blancos
que gruñen al aire
que revuelven la hierba
bajo sus fulgurantes músculos
y prestan atención a lo que dice
sonríe
él sabe cómo
cazar al enemigo
tiene ojos misteriosos
ve a través de las piedras
EL CARCELERO ME DIJO EL OTRO DÍA
El carcelero me dijo el otro día
(ingenuamente, creo): “Dime, Etheridge,
¿por qué es que los muchachos negros no os escapáis
como hacen los blancos?”
Dejé la mandíbula floja, me rasqué la cabeza
y dije (ingenuamente, creo): “Bueno, señor,
no estoy seguro, pero supongo que porque
no tenemos lugar adonde escaparnos.”
POEMA PARA UNA CIERTA DAMA
EN SU 33º CUMPLEAÑOS
¿Quiénes somos nosotros, S. S.,
para subirnos a las órbitas del aire
o inquietarnos por la luna menguante?
No temblarán las montañas
ni el mar liberará a sus muertos.
Ha llegado el momento, como dijo el poeta africano.
Intangible como nuestro tacto
a lo largo de las estaciones
sin fin como el círculo
de nuestros padres muertos y nuestros hijos no nacidos,
el esplendor y la caída de nuestras risas,
la medida de nuestros pasos
al acercarnos mutuamente.
Los años son restos de guirnaldas
que cuelgan de cerebros lúcidos.
Nuestro tiempo es la floración constante
de nuestro amor.
LOS HUESOS DE MI PADRE
1
No hay huesos secos
en este valle. La calavera
de mi padre sonríe
a la luna de Misisipi
desde el fondo
del río Tallahatchie,
los huesos de mi padre
están enterrados en el lodo
de estos arroyos y regatos que alabeando
llevan sus secretos al mar.
pero me canta el viento
aquí el sol me habla
de los huesos secos de mi padre.
2
No hay huesos secos
en los valles del norte, en los callejones de Harlem
los negros jóvenes con las rodillas dobladas
agachan la cabeza a la entrada
de los bloques de vecinos
y sueñan
con los huesos secos de mi padre.
Y los jóvenes melenas blancos que se van
de casa con las cabezas llenas de pájaros
y cantan canciones de fraternidad
y no más guerras están buscando
los huesos de mi padre.
3
Aquí no hay huesos secos.
Nos escondemos del sol.
Ya no andamos derechos.
Nos moldearon los pies las jaulas
donde estuvimos. Andamos de lado
como cangrejos por la arena.
Nos enganchamos a la verdina, buscamos
bajo las piedras blancas…
NO HAY HUESOS SECOS POR AQUÍ
La calavera de mi padre
sonríe a la luna de Misisipi
desde el fondo
del río Tallahatchie.
Connecticut
21 de febrero de 1971
POEMA PARA MÍ MISMO
(O BLUES PARA UN MUCHACHO
NEGRO DE MISISIPI)
Nací en Misisipi;
anduve descalzo por el lodo.
Nací negro en Misisipi,
anduve descalzo por el lodo.
Pero cuando cumplí doce años
me fui de allí para siempre.
Le dije a mi padre que me iba a binar algodón
y se bebió el vaso de un trago.
Cuando me fui aquella mañana de domingo
él estaba apoyado en la puerta del corral.
A ella la dejé de pie en el jardín
con el sol brillándole en los ojos.
Tomé el camino del Norte,
derecho como el vuelo de los ánsares.
He estado en Detroit y en Chicago,
también he estado en New York.
He estado en Detroit y en Chicago,
también he estado en New York.
Decía que he pateado todas esas animadas avenidas
pero sigo siendo el mismo muchacho negro con los
mismos blues.
Me vuelvo a Misisipi,
esta vez para siempre.
Me voy a ser libre a Misisipi
o a morirme en el fango de aquel sitio
-Etheridge Knight
Poemas esenciales
Selección y traducción de Juan José Vélez Otero
Valparaíso ediciones
Granada, España, 2019
http://valparaisoediciones.es/tienda/poesia/436-166-poemas-esenciales.html