La cortina del país natal
El extranjero
Estuve entre los míos y los míos no me conocieron,
procuraron borrarme y oscurecerme, me quisieron
negar el breve amor del mundo, el corazón libre
y abundoso. Familia, yo os odio, como al espejo
que me refleja deforme o engañado. Familia:
vuestra felicidad está hecha de halago y de silencio,
dulzura y cobardía. Mi alma se afiló con vuestro
roce, pero no pudo alumbraros con su luz. Yo me alcé
con mi amor contra toda tiranía, me robé una criatura,
amada e imperfecta como la patria. Desde hoy
en parte alguna soy extranjero. Yo la recibí
opaca y deslucida, pero la frotaré con mi alma
para que brille, para verme al fin como soy:
Sé que soy un mendigo, a los treinta años de mi edad.
Orgulloso como un mendigo, pobre pero libre.
Las fieras
(Jardin des plantes)
Estamos echados sobre el césped
y no tienen piedad de nuestra dicha.
Nos espiaron ensañados. En sus ojos
no había curiosidad ni complacencia.
Envidia, sólo envidia con ira.
Nadie quiso cubrirnos ni con una
mirada de pudor. Pero
¿qué saben ellos de esto?
Querían, lo supongo, avergonzar mi amor,
el tuyo, el poco amor del mundo.
Y no pudieron con nosotros.
Jadeantes, al fin de nuestra lucha,
ahí estaban, representando el odio
que con tanto trabajo habíamos
logrado arrancar de nuestro pecho.
(Estamos solos contra ellos
pero ellos están más solos
que nosotros. A ellos no los
une ni el odio, a nosotros
hasta su odio nos reúne.)
Quizá llegaron cuando yo era tu yo
y yo era tuyo. Nunca lo sabremos.
Jadeantes, saboreando, lamiendo
nuestra dicha nos encontraron. Echados
sobre el césped nos acorralaron
como fieras. Y, ahí, a sus ojos furiosos,
aterrorizados, hicimos de nuevo
nuestro fuego ya sin recato
pero imperturbable –y ellos viéndonos,
viéndonos, ignorantes y viéndonos.
Mujer dormida
Verla dormir ¡Dios mío! aun al precio
de no verla en mis sueños –es una
gracia increíble, no esperada. Porque
tampoco pedí verla dormir.
De día
ilumina la casa con su risa, sus ojos
dicen: ésta es la vida, ésta mi casa,
ésta mi risa y soy tuya; pero verla
dormir encarnando la noche, oírla
¡con qué seguridad! respirar,
entre monosílabos entrecortados
responder a mis interrogaciones
sobre el futuro, o decir: “Hijo mío”,
no sé si a mí o al que ha de venir,
es una dicha impagable. Así me sorprende
el alba, besando sus ojos humedecidos.
Pezuña del arcángel
A Federico Cantú
Toda la noche estuve oyendo su tempestad
sobre mi cabeza, golpes secos como de cascos
de águila o tigre o garras de caballo,
azotándose sobre el duro pavimento, creo
hasta sangrarse la carne blanda o el muñón.
Caballo amaestrado sólo para el suplicio,
águila que sólo sabe revolverse en lo duro,
pájaro más que humano o cuadrumano alado,
qué tengo yo, qué me codicias, qué impudor.
Toda la noche estuvo trabajando en su terco
desvío, afuera oí las chispas de acero
de las uñas contra el cemento, esas pétreas
prolongaciones de la furia contra lo sellado,
o suaves quejidos como ternura en acecho,
imitando el dulce y agitado respirar de mi madre
o el sueño intranquilo de Myriam que me protege,
y dije: Paloma o tigre, no me tientes, soy de aquí,
ni el oro ni el poder me apartarán de este lecho,
no me compres, no digas lo que no debo decir,
sé responsable de mi dicha, no la compres.
No cedí. No cedió. Subí a la azotea en la mañana.
Ahí estaban los zarpazos enfurecidos, el plumón
rojo, la piedra desgarrada como mi espalda.
La sonrisa
Vale tan poco una sonrisa
que darla cuesta nada y sí
negarla, mucho. Una sonrisa,
una sonrisa inmerecida, no tiene
precio ni en el cielo ni en la tierra.
Una sonrisa gratuita, pura
como la luz sin la que no podría
vivir, sólo se paga con la muerte.
Vita arsque poetica
Bautizo las palabras,
pongo nombres a los nombres. Digo
la noche y significa una
paloma. Imagino el leopardo
y tus ojos lloran. Sufro la luz,
el día y gano la impureza.
Dibujo un rostro más ¡Dios
mío! sobre el tuyo. Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba. Grabo tu nombre
y se confunde con el mío.
Qué repentino padre soy
en el mismo instante. Qué
dios sobre este muro que
emborrono desde que nazco.
Éste es mi testamento, mi
bautismo, tu imagen y semejanza.
La cortina del país natal
Mis amigos demócratas,
comunistas, socialcristianos,
elogian o denigran
La Cortina de Hierro,
La Cortina de Bambú,
La Cortina de Dólares,
La Cortina de Sangre,
La Cortina de Caña.
Son unos excelentes cortineros.
Pero nadie se refiere
a la Cortina de Mierda
de Mi Nicaragua Natal.