Habla el padre
Plaza Murillo / Plaza Victoria
no hablamos de ello
:
toda plaza es un patíbulo
generoso
o súbito
lo mortuorio previo al balancín
la bicicleta
la paloma
la anciana
horca o bala antes de la falda y el helado
cielo despejado
domingo
polen
polvo
siempre tinglado
mejor abandonarse
:
lo otro es abismo
y acá todos padecemos de vértigo
Plaza Echaurren
a Juan Cortés
él se muere en la sombra
como si nosotros habitásemos en el sol
:
trastabillamos
en lo oscuro
la jauría festeja aún
:
huérfanos
buscándose en las calles
cada uno un espejo entre los dedos
no encuentran sino cristales
carne
carne
carne
la carne
aquella ternura de lo cálido
carne astillada en todas las esquinas
Uno
regresa el primogénito.
busca extraviados fragmentos
y sólo excrementos de aves marinas
moscas
bolsas plásticas
y graffitis
encuentra sobre las rocas
observa otros rastros:
pescadores que regresaron a la costa en remo o en bota
jóvenes cuerpos entregados a las aguas en días de sol
gaviotas y cormoranes arrojados entre los roqueríos
se aleja
escalofríos en la piel
es el viento, se dice, es el viento
pero ¿de dónde el escalofrío en la víscera?
Diez
crees ver un ojo entre los huiros resecos,
un dedo brillando en las aguas más bajas
así como una sombra desde lo alto del acantilado
cree ver una silueta en tu cuerpo que se desplaza
y no era un ojo el caracol descarnado
y no era un dedo la carnosidad del alga
hacia donde observas te acomete el mismo espanto:
lo único real son los huesos de las aves,
aire en el aire, manteniéndose en el anhelo de los picotazos
ni siquiera tu cuerpo:
todo lo que consigues arrastrar
son tristes tejidos resquebrajados:
desgajos de piel reseca, cabellos: la huella.
4
un olor a perro muerto nos acompaña
envuelve nuestros cuerpos la suave pestilencia
¿acaso fuéramos nosotros los putrefactos
y ni siquiera todo el amor, etcétera,
pudiera darnos otra sudoración?
en el descompuesto aliento de la tierra
buscamos la carnosidad del labio
el perdón en la saliva recibida
pero sólo el viento
la arena
la sal
sobre el rostro, su mueca de huida.
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distancias
: huellas de pedruscos en los pies
llagas llagas
llagas prolongándose hacia el sur
úlceras de los vástagos
confundidas en la arenisca que secuestra el viento.
qué ardor en el ojo serán,
qué salobridad en los amorosos labios
antigua canción de pescadores, murmura uno de ellos
antigua canción de guerra, responde el otro
antigua canción de amantes, el tercero
antigua canción de entierros, cómo no, dice el cuarto
en silencio los otros:
dientes apretados, la condena sobre la lengua, lo rojizo
escurriéndose entre las comisuras
llevan en sí mismos la senda de los héroes
no podrán saberlo.
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aún sabiendo que pedazos de sus carnes enmudecerían
caminaron
luego que cayó el primero
y la última visión:
multitud de picotazos sobre su sombra
caminaron
sin alimentos, ni utensilios, ni señales,
sólo arena y luz sobre los tejidos
caminaron
por ellos los recordamos:
la vibración de su desplazamiento
es el aire que señala la dirección de lo posible.
Habla el padre
no me ve
escaso el esfuerzo de la pupila, lejano.
pretende los signos reconocibles
pero el polvo que soy no conoce permanencia
me pisa
de su rostro me limpia
maldice mi cercanía
ignora
que me lleva el anhelo del abrazo.