Monsieur monstruo y otros textos
Monsieur monstruo
olvidé mencionar que hay un hombre que sí soy yo regresando jamás de la casa donde agoniza mi abuelo con las manos tendidas y soldadas a su sillón favorito Hay una luna careada donde amarra un cometa su hilo y boca arriba colgado le gusta nadar despacio por la leche del tiempo Hay una mula durmiendo en un establo incendiándose en Munich en este momento Hay un botón extraviado de una blusa perfumada debajo de la cama de un motel forastero Hay un motel forastero y una mujer llorando Hay un planeta garabateado y doblado como un corazón en la mitad de la corteza de una banqueta que lleva años apolillándose en un bar clausurado como un hipo seco Hay un lápiz agitándose sobre la niebla como la noche en la que escribí mi primera línea o como la noche en la que escribiré mi última línea Hay una nube abierta desmembrándose bajo las pisadas de una cabra que tiembla desde sus piñones Hay una llave que no girará nunca más sobre la cerradura de un escritorio cansado como un bisturí donde confundió un hombre a la escritura con la vida Hay un perro que quiere ser un gato pero que siente cómo le crece un simio al calor de un saludo Hay un verso escondido como un gusano en las rodajas azules de mi cerebro Hay una calle completamente iluminada por el sol donde alguien se hunde en su rostro y corre a buscar refugio donde los murciélagos más ancianos fingen sus ojos Hay árboles y ríos jugando a ser personas arañando algo afuera Hay un pasado colgado como un suicida del cáncamo de la entrada de mi casa de infancia Hay una manzana pudriéndose en este momento en un tianguis escoriado por el tufo Hay una pareja mirando un álbum de fotografías como quien se detiene a mirar un disparo que causa risa Hay un calambre naciendo sobre la pantorrilla de un ebrio que en vano intenta huir de los desastres de su borrachera Hay una ciudad como una escoba barriendo su podredumbre debajo de las casas más humildes Hay una mano cerrada maltratada que no se abrirá nunca más (que entrena el golpe) Hay una montaña donde un pájaro se frota la nariz preguntándose si esto es el infierno Hay un barco -ahora un montón de madera- que ha estallado como la memoria contra la piedra inagotable del silencio Hay una rata distraída masticando su desolación bellísima ante su muerte sobre una franja de nieve Hay un muchacho mirando al vacío por la escotilla de un bus que avanza en la carretera hacia el sur ahorcando la noche Hay una hoja doblada de un libro de poemas que no volverá a ser abierto hasta después de diez años Hay una puerta que no tenía abismo derribada en este momento para encontrar a la traición esperando dormida Hay un olor a cigarro tropezando por el subterráneo buscando a un hombre enfermo para interrumpir su muerte Hay un grupo de arbustos que rastrean las pesadillas desfilando de madrugada con sus cuerpos pastando como animales perdidos Hay un columpio quebrado en una de sus esquinas oxidándose con paciencia en el parque fantasma donde las estrellas se convirtieron en burbujas de sangre Hay un grito a punto de llover sobre las calles de una mujer clausurada desde esta noche a todas las palabras Hay una playa vestida de holán a las cuatro de la mañana donde el rocío llama al poema al estrado para que cuente la triste historia del paraíso Hay un árbol de navidad plantado en la mitad de una sala hasta el mes de febrero como un leproso terrible Hay un baile que sucede en Asia y nada más Hay un punto donde quedarse a dormir cuando hace falta Hay un recuerdo que es más bien un desorden únicamente imponente sobre los cabellos abiertos de la mujer perdida Hay cuatro mil años grabados sobre una piedra amordazada contra el horizonte Hay un relámpago que nunca escucharemos sumergido en las costillas de ese caballo que se desboca con las pezuñas heridas -tratando siempre Hay un hombre como los árboles o los ríos jugando a ser persona redactando estas palabras para arañar afuera Hay un hombre posiblemente afuera mirando la noche cayéndose a pedazos como su patria Hay un hombre cayéndose a pedazos como su patria Hay un hombre posiblemente afuera mirando la noche Hay un hombre
Si el Escritor pierde la ética, todo queda en rabieta
Uno se da por vencido hasta volverse humano. Aplasta a un elefante: toca el poema. Blanquea la metafísica de un pulmón parqueado en un hollín de letras. Así he debido calentarme todo este entierro. Como las garras de una roja cebolla envuelta en los pañuelos de mi gran abuela. Así se cierra esta cadena de favores: un libro escrito por un gusano camina a ser carcomido, como una balsa de párpados disfrazados de rosas capilares, por centenares de gusanos forzados a respirar bajo una tierra asfixiante. Esto es geometría, circularidad peligrosa, y una canción de amor soleada como la cabellera de un viejo rompeolas. Este es mi sitio: entre la vida privada y la vida privada de mi vida. Los años iban y venían, aún vienen y van los años, y fue imposible desaparecer nuestro nacimiento simulando un asalto sexual forjado por el polvo como una obra maestra. Yo enamorado de mi polvo, polvo me iba haciendo entre un escombro exótico de tráqueas saboreadas. Apenas me conocí tenía tantas ganas de escribir un libro sobre la vida, tantas ganas de narrar la vida artificial de mi inteligencia, que terminé escribiendo un libro sobre la muerte. Dios es transversal y transexual y el horror de mi escritura es la circularidad de su palabra que ya no puede mentirme, porque a mí me han descargado su leche los cientos de hombres que me habitan, y llevo la cara cortada como un piano floreciendo hacia la hoguera. Yo fui una canícula partida como una margarita sudando su tabaco y besando pronto. Madre, ¿no te dio pena habernos partido cuando apenas teníamos lengua para defendernos? Madre, ¿no te dio pena habernos partido cuando apenas teníamos lengua para defendernos? Uno se da por vencido hasta volverse humano. Aplasta a un elefante: toca el poema. Disculpa al Cromañón que lo arrincona. Envuelve con adornos su palabra. Escribe desde el cerco.
Las leyes del tiempo III
1.Dice mi padre, enterrado en su insaciable criatura, precioso como la gota brillante de un hueso de gato perforado en la pecera desconocida de la hipnosis nocturna: qué sueño anima la oreja decorada con la ceniza, qué sueño lava el muñón extravagante, el cuello atado con los llantos de un monstruo incurable de 190 libras. Qué sueño te conoce como tu mejor enemigo. Qué sueño se desprende de tus testículos y hace tu nombre en la niebla. Finge el cascajo.
2.Dice mi padre muerto, delicioso como la barba amarilla del agua en la mañana impetuosa del chivo curioso: todas las lenguas son la misma lengua, la de la muerte. Pero mi fórmula para extraviarla es este cuerpo. Un cuerpo que es un cielo donde todos pueden aplastar sus sílabas incendiarias, mover sus dedos en círculos hasta limpiar su polvo, donde todo es deseo aturdiendo los preparativos del espejismo de mi propia cabeza.
3.¿Has visto un atardecer cuando estás a punto de arrojarte al vacío desde tu propia cabeza? ¿Has visto tu propia cabeza –hijo– helada por las confusiones como si nunca hubieras nacido? –sigue mi padre hablando (su guante y su bate de béisbol respiran furiosamente irritados por cierto desamparo, bajo esa embestida de vidrio que atrapan algunos de sus posibles rostros futuros dentro de unos pedazos de ropa, en el fondo de su cuarto, donde él desapareció)-. ¿Has visto la cadena de colores moviendo la noche hecha anaquel de lenguaje, de lamentable lenguaje, puro veneno? No se hace con frío el infierno aquí en la tierra. No se hace con calor ninguna forma tampoco. No tuve mi propia cabeza en mi cabeza, sosteniéndome el trapo desteñido y la barba gastada. Pero tuve el atardecer en otro cuerpo.
4.Dice mi padre, apareciendo y desapareciendo frente a mí, como un circuito de lava enamorada, como un gitano inflándose entre metros de telas relampagueantes cual vísceras en manos hermosas, hilando con palabras el origen de cierta urbanidad descascarada en su rostro de oso revolucionario: yo ahora existo en el momento en el que no hay idioma. Mi cielo es un espejo engomado, definitivo. No habito en el silencio en formato de libro. Habito en tu reclamo en formato de hombre, de acantilado abnegado al que le falta vivir. Nace otra vez en paz y en lo creado. Olvídate del nombre que te puse, como quien desprende de sus propios testículos la nueva niebla. Construye un cielo entero, diferente. Abre tus manos.
Taller en las estrellas
a José Kozer
En el Principio era el Barroco:
Las estrellas arremolinadas haciendo migas de pan sobre la mesa interminable del Universo. Negro el cuerpo de la mesa, pues nadie comía allí, nadie vivía allí, más que el barroco y las vías lácteas y los planetas desordenados como ostras de mármol entre fango y agua.
Imágenes en libertad absoluta a las que había que ponerles una soga al cuello, hacerlas trizas, humanizarlas. La raja de la mierda de los asteroides. El deseo de la pulpa por romperse. Boas incineradas en tinajas de olas cósmicas. Acuarelas y mantecas dentro del brazo. Todo nuestro presente un trapo en llamas. Un cañerío desde el antemomento. Un chorro de metal con una tripa de flores ondeando los gemidos del abismo como una bandera.
En el Principio era el Barroco:
Sudaban sangre los márgenes de las palabras, los filos del pensamiento tenían prisa, ardían los colores dentro del casco absoluto de un vacío demoledor hecho de hueso y números. Asimismo ríos y tropezones sexuales había en la tibieza del maíz. Semen en las lunas y en los arcoíris abiertos a su transexualidad y pureza. Cáscaras de nueces eran los soles, ratones los agujeros negros, altos papagallos el plástico de los desiertos; y el papel era el contraste entre el vacío y el agua. La danza de las piedras en un rebote de luces. Las plantas y los animales eran cristales morados en el ojo del delfín que era de aceite. Vuelco de legañas en una lluvia eterna.
En el Principio era el Barroco:
La vacada: más de 200 planetas bailando enloquecidamente alrededor de un sol pezón como una bola de espejos. El desprendimiento de una retina roja color hormiga roja color de llama roja color de cielo. Caían no del cielo ni hacia la tierra, simplemente caían desde ninguna parte y hacia ninguna parte: uñas, momentos, disfraces, corsés (¿flotaban?) y fotos de unos tomates ahorcados en la aurora sin recrear aún. Todo lo que caía era en su fuego un sesgo paralítico del paramecio.
En el Principio era el Barroco:
La vacada: miles de estrellas inseminándose como algodón de pera. Chispas en los márgenes de la Nada. Indagación filosófica de un dedo en una vagina. Caída de mulos en un templo seseado por la fibra eléctrica que avanza a pistoletazos por la mitad del Vacío. Cortezas de cabezas en pilares imaginarios, con planos imaginarios, con sumas imaginarias y el rojo que no es la alfombra sino el tropiezo.
Una galleta haciéndose añicos contra la tapa de un frasco: avena, arena y oxígeno coagulado cacareando una implosión fuera de juicios. Cacareando una explosión enriquecida.
En el Principio era el Barroco:
Una tela arrugada por tender. Una tela tendida por arrugar. La puñalada, la sangre y la raíz. Astillas en el páramo de la muerte dibujando un caballo. Aglomeración de burbujas en los témpanos oscuros detenidos ante los sistemas solares como gas, gasa nuclear, cámara de ruidos, hoyo de los mil sueños de un paralelismo migratorio. Puro movimiento sin reventar. Vocales y minerales en efervescencia dentro de volcanes y volcanes en fiesta prendida. Un semillero de órganos clavado en la costilla de la noche mirada en rayos equis.
En el Principio era el Barroco:
Nuestra casa. Cortinas aleonadas, disfraz de rey, fauna del manjar en los polos de los árticos siderales. 600 millones de lenguas, tétricas lenguas, en un residuo de luz. Municiones de viajes espirales en una bandeja de peces fritos. Máscara de lo neutral en arritmia fosforescente. Nieve de las religiones en cara de búho. Tornados de algoritmos y obesas manchas de agua en estado embrionario. Presentimiento e Intuición en son de fornicación rayándose las caras. Colores y matas podadas en la penetración de una melena que tartamudeaba su tic tac allí frente a la gran ave. La noche.
En el Principio era el Barroco:
Un secreto mayor. Hilachas de pensamiento enredando la campana del mensaje tatuado como argumento alquímico oyendo, pero no, la división de los seres en millones de reses, en millones de confusiones, en centenares de paladares, en miles y miles de corrientes de aire remarcadas en la palma retorciendo el contenido de una metáfora.
Era el vacío al Principio:
el caos y el barroco irreductibles.