El grito en el cielo
Con voz mesurada, pequeña, casi susurrada, se poetiza el dolor para expresar la pérdida de nuestros seres queridos, que abandonan el mundo. ¿Cómo enfrentar la dureza de la vida? ¿Dónde buscamos consuelo?
Aquí y ahora, estos poemas hacen intentos por encontrar una respuesta a la idea de la muerte en nuestro mundo occidental, al mismo tiempo que se atraviesa el duelo y se abren nuevas puertas de vida. Debemos olvidar para poder seguir. Debemos recordar para entender mejor el camino.
Editorial Pre-Textos
El comienzo
Es posible
que en un rato llueva
porque el olor
a tierra mojada
invade el aire
y a lo lejos
el eco de un trueno
se escucha,
como si se tratase
de los pasos
que nos llevan
hacia el porvenir.
Este instante
se ha repetido
tantas veces
a lo largo
de la historia,
de manera
distinta y distante,
porque no somos
los que fuimos
cada vez,
y cada uno
de nosotros,
volvemos
a escribirnos.
¿Qué música, qué poema,
qué idea, qué concepto,
surgirá de este instante
de penumbra,
donde todo es propicio
para nuestra
desaparición?
Suena un tambor lejano
con su ritmo creciente.
(Aquí todo es tristeza.)
Crece cada vez más
el corazón del trueno.
Ya no hay tiempo
para explicar,
es hora de partir.
Ya no es tiempo
de hablar,
la lluvia
ha comenzado.
Esa mañana
Nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder.
Los autos
atravesaban
la ciudad
y los caballos
recorrían
el corazón del tiempo.
Esa mañana,
nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder.
El gorro
con cabeza de perro,
nuestro constante
abrazo,
el cuadro del amigo,
las fotos y las risas,
luego
una siesta
y la noche que llega
con su boca feroz,
y la salvaje tormenta
del silencio,
que lo arrebata todo.
Porque esa mañana
–nadie hubiera pensado
en lo que iba a suceder
más tarde–
aconteció
la alegría
del desconocimiento.
Porque esa mañana
fue la última
mañana del mundo.
Luego comenzó
tu muerte,
la pesadilla
del fin de los tiempos
que no tiene fin.
Esta es la hora
Esta es la hora
en que el tiempo
se detiene
como tus ojos,
cuando nos miramos
por última vez.
Esta es la hora
de la esperanza
y del desierto.
Adiós
a tu regreso,
bienaventurado
tu partir.
Somos
tan sólo reflejos
del espejo total
que es
nuestro miedo.
La muerte de las palabras
El sol cuando asoma
es espléndido,
revela
todo lo conocido,
y oculta
mi interioridad.
Han muerto
las palabras,
ahora
son el alma
de lo que ya
no está,
el recuerdo
de esta memoria
del olvido.
Entre estas cosas
y otras,
se debate
mi pensamiento,
en la mañana
de este
domingo mudo.
Y existo
en la esperanza
de lo que vendrá,
Y existo
en la tristeza
simple
de lo que ya
se ha ido.
Mira mi corazón
Mira mi corazón,
se ha vuelto noche
en medio del incendio.
Quiere beber la vida,
quiere latir
como pájaro en vuelo.
Pero lo cierto es
que estoy dentro de mí,
que todo
es lejos
y es tarde.
Pero lo cierto es
que ya nadie
mira
el corazón
dispuesto
de quien ama.
En la quietud de este día
En la quietud de este día
algo pasará fugaz.
Soy duro
como el corazón del bosque
y frágil,
como una bomba de cristal.
Ahora,
escucha el silencio,
pasará su desvanecerse
en el aire,
pasará
el temor de estar vivo,
pasará
el resplandor del mundo.
Escucha:
en el momento exacto
siempre, siempre,
algo ha de llegar
y algo ha de partir,
para que todo sea.