Enrique Solinas

El grito en el cielo

 

 

 

Con voz mesurada, pequeña, casi susurrada, se poetiza el dolor para expresar la pérdida de nuestros seres queridos, que abandonan el mundo. ¿Cómo enfrentar la dureza de la vida? ¿Dónde buscamos consuelo?

Aquí y ahora, estos poemas hacen intentos por encontrar una respuesta a la idea de la muerte en nuestro mundo occidental, al mismo tiempo que se atraviesa el duelo y se abren nuevas puertas de vida. Debemos olvidar para poder seguir. Debemos recordar para entender mejor el camino.

Editorial Pre-Textos

 

 

 

 

El comienzo

 

Es posible

que en un rato llueva

porque el olor

a tierra mojada

invade el aire

 

y a lo lejos

el eco de un trueno

se escucha,

 

como si se tratase

de los pasos

que nos llevan

hacia el porvenir.

 

Este instante

se ha repetido

tantas veces

a lo largo

de la historia,

 

de manera

distinta y distante,

 

porque no somos

los que fuimos

cada vez,

 

y cada uno

de nosotros,

 

volvemos

a escribirnos.

 

¿Qué música, qué poema,

qué idea, qué concepto,

 

surgirá de este instante

de penumbra,

 

donde todo es propicio

para nuestra

desaparición?

 

Suena un tambor lejano

con su ritmo creciente.

 

(Aquí todo es tristeza.)

 

Crece cada vez más

el corazón del trueno.

 

Ya no hay tiempo

para explicar,

 

es hora de partir.

 

Ya no es tiempo

de hablar,

 

la lluvia

ha comenzado.

 

 

 

 

Esa mañana

 

Nadie hubiera pensado

en lo que iba a suceder.

 

Los autos

atravesaban

la ciudad

y los caballos

 

recorrían

el corazón del tiempo.

 

Esa mañana,

nadie hubiera pensado

en lo que iba a suceder.

 

El gorro

con cabeza de perro,

nuestro constante

abrazo,

el cuadro del amigo,

las fotos y las risas,

luego

 

una siesta

y la noche que llega

con su boca feroz,

 

y la salvaje tormenta

del silencio,

que lo arrebata todo.

 

Porque esa mañana

–nadie hubiera pensado

en lo que iba a suceder

más tarde–

 

aconteció

la alegría

del desconocimiento.

 

Porque esa mañana

fue la última

mañana del mundo.

 

Luego comenzó

tu muerte,

 

la pesadilla

del fin de los tiempos

 

que no tiene fin.

 

 

 

 

Esta es la hora

 

Esta es la hora

en que el tiempo

 

se detiene

 

como tus ojos,

 

cuando nos miramos

por última vez.

 

Esta es la hora

de la esperanza

y del desierto.

 

Adiós

a tu regreso,

 

bienaventurado

tu partir.

 

Somos

 

tan sólo reflejos

 

del espejo total

que es

nuestro miedo.

 

 

 

 

La muerte de las palabras

 

El sol cuando asoma

es espléndido,

 

revela

todo lo conocido,

 

y oculta

mi interioridad.

 

Han muerto

las palabras,

 

ahora

 

son el alma

de lo que ya

no está,

 

el recuerdo

de esta memoria

del olvido.

 

Entre estas cosas

y otras,

 

se debate

mi pensamiento,

 

en la mañana

 

de este

domingo mudo.

 

Y existo

en la esperanza

de lo que vendrá,

 

Y existo

en la tristeza

 

simple

 

de lo que ya

se ha ido.

 

 

 

 

Mira mi corazón

 

Mira mi corazón,

se ha vuelto noche

en medio del incendio.

 

Quiere beber la vida,

 

quiere latir

como pájaro en vuelo.

 

Pero lo cierto es

 

que estoy dentro de mí,

que todo

 

es lejos

y es tarde.

 

Pero lo cierto es

 

que ya nadie

mira

 

el corazón

 

dispuesto

 

de quien ama.

 

 

 

 

En la quietud de este día

 

En la quietud de este día

algo pasará fugaz.

 

Soy duro

como el corazón del bosque

y frágil,

como una bomba de cristal.

 

Ahora,

escucha el silencio,

pasará su desvanecerse

en el aire,

pasará

el temor de estar vivo,

pasará

el resplandor del mundo.

 

Escucha:

en el momento exacto

siempre, siempre,

 

algo ha de llegar

y algo ha de partir,

 

para que todo sea.

 

 

Tapa El grito en el cielo Enrique Solinas

Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969). Es escritor, docente, traductor e investigador. Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior. Com ... LEER MÁS DEL AUTOR