El Rostro de Dios
Magnificat
Hoy desperté y mi cuerpo
tenía olor a flores,
a perfume de orgasmo y alegría.
Los animales obedientes acompañaban
el transcurrir violento y ciudadano.
El tráfico en las calles se partía en dos
cada vez que deseaba cruzar
hacia la otra orilla.
Voces diversas escuché
y entendí todas las palabras del mundo.
Dos marcas rojas en mis manos
anunciaron la transformación.
“Soy santo”, me dije, “soy santo”.
“En el exceso de la vida
y la muerte
está la redención.”
El Rostro de Dios
Esa mujer,
extendida hasta nunca debajo de la sábana
no muestra signos de respiración.
Apenas es el resto de una imagen,
el personaje principal en bastidores
no disponible para despedidas.
Hacia los costados,
sus brazos se alargan y tocan el infinito.
Las manos se apoyan en oriente y occidente
sin ganas ya,
sin intención.
Descorro la sábana y al mismo tiempo
vuela una mosca como ninfa sorprendida.
He aquí la cuestión:
sus labios entreabiertos y la piel extraña
contrastan con el gesto de una sonrisa,
y el único signo de vitalidad
es la mosca
que ha bebido toda su respiración.
Si la mujer sonríe es porque sabe algo
que nunca terminó de decir.
Si la mujer sonríe
es porque nos ha engañado
y nunca sabremos el motivo.
Pasa el tiempo como la vida pasa,
como pasa lo bello y lo triste.
Luego la abrirán en dos
para saber la causa de su fallecimiento.
Luego,
su rostro cambiará y será otra,
alguien desconocido.
Ahora sé que éste es el rostro de Dios:
una mujer que se va y la mosca que sonríe,
compartiendo la misma despedida.
Tan sólo nos queda
cubrir el cuerpo de la desesperanza
y contemplar el aire de la noche,
fatal y divino.
a mi madre, in memoriam
La noche en el jardín
Una pequeña música nocturna
en forma de viento.
Los chicos cazan luciérnagas
y ponen las manos
como para rezar.
Como si Dios fuera una luciérnaga
y se dejara atrapar
para romper el silencio.
Como si el milagro fuera que Dios
sea una luciérnaga
para no sentirnos
tan solos.
Bucólica
El olor de tu cuerpo, amigo mío,
me recuerda al color de la infancia.
Una pradera con demasiado sol
cuando no estoy triste,
cerca del río
en donde alguien dibuja mi ciudad.
Nada es tan importante ni inocente
como pensar en un día perfecto:
vaca y pasto,
los pájaros que nos sobrevuelan
como a San Francisco;
algunas flores,
sendero de amapolas;
el cielo quieto y azul,
como de utilería.
Sé que pronto ya no estarás aquí.
Todo es inmediato.
Sé que pronto
te ocultarás detrás del sol.
Disfrutemos ahora de este día,
que el mañana no es cierto.
Brillemos como el agua en la noche,
tan sólo para la memoria.
Nido vacío
Sentado en la noche puedo ver
un nido que pronto desaparecerá.
Desde el poste de luz
ha caído un pájaro
hasta su cielo.
El padre acompaña resignado
al que no estaba listo
para volar.
Llama dos o tres veces, luego
permanece inmóvil.
Su cuerpo es esa nada que brilla;
esa oración
de olvido sin palabras;
esa canción
oscura
al aire libre.
Tengo frío en los pies,
mañana
alguien barrerá el cielo.
¿Cómo es posible olvidar
tanta belleza abandonada?,
pienso.
¿Qué ha de ser de nosotros
cuando nos suceda lo mismo?