La edad tardía
QUÉ HAGO YO AQUÍ
Qué hago yo aquí esperando a que la salsa
termine ya de hervir no tengo pluma
ni un trozo de papel al que entregar
mi tristeza en un verso endecasílabo
ese agudo deseo de la muerte
que se levanta cuando más intenso
se vuelve nuestro apego por la vida
Qué hago yo aquí sentado en el garaje
cuidando de que el fuego no se apague
y revuelvo en la caja más cercana
en busca de una tiza o un lapicero
para fijar en un folio arrugado
que hacía de tapón a una botella
mis oscuros afanes de plagiario
Qué hago yo aquí ya con cincuenta años
sin querer levantarme para ir
a cerrar la bombona de butano
porque desde que dio el primer aviso
han pasado ya treinta y tres minutos
quién tuviera un punzón para grabar
en la pared un verso inigualable
Qué hago yo mientras voy bajando el cierre
y pulso el interfono en el portal
para decir la salsa ya está hervida
y échame el manojo de las llaves
porque quiero guardar el coche ahora
y subir muy deprisa y anotar
mis graves pensamientos trascendentes
Qué hago yo aquí sentado a la olivetti
en el rodillo puesto el folio en blanco
en posición exacta a doble espacio
las letras estampadas en las teclas
que arden bajo el peso de los dedos
y menos mal que está lista la cena
y la menestra fría no está buena
LAS SÍLABAS SONORAS
A veces me pregunto si mi muerte
llamará la atención en este mundo
o acaso correré la misma suerte
de tantos otros que ya están durmiendo
en cajas que el olvido ha sepultado.
O si alguien en mi casa va a acordarse
del sitio que en la mesa yo ocupaba
y en el estudio sentirán los libros
que sus lomos mi mano no acaricia.
Condenados al fuego, pensaré
que no moví ni un dedo en su defensa.
Pero saldré de las moradas gélidas
templando el aterido corazón
con la llama de sílabas sonoras.
POETA MENOR
Resuenan los estantes de mis libros
y oigo a grandes poetas en voz baja
leyendo versos mágicos. Aquel
murmullo tan suave me sosiega
y predispone el ánimo ferviente
a la escucha. La vida es un hervor
de pasiones titánicas, la nada
se sublima en sus altos sentimientos.
Al pensar en mi historia de poeta
vivida sin excesos ni desastres,
entre afanes vulgares, entre amores
ruines, todo me irrita. Me fastidia
que al futuro mi nombre sólo pase
en una larga lista de menores.
NUESTRA CASA
Tú y yo vivimos en un piso inmenso,
ya sin hijos y libres del tormento
de que llegue el dinero a fin de mes,
sin sustos ni sorpresas enojosas.
Tú en tus quehaceres sola en la salita,
yo con mis españoles en mi estudio.
Ya no tienen espinas nuestras rosas,
sólo los dos y cada vez más solos.
Hace años que sólo nos reunimos
a la hora del almuerzo y de la cena,
y esperamos ansiosos el momento
de acostarnos, cada uno en su rincón.
Para casos urgentes de importancia
siempre podemos recurrir al móvil.
LA EDAD TARDÍA
La edad a la que ahora tanto temes
se acerca con su carga y sus achaques.
Pero aprietas los dientes y le pones
coraje inexorable a sus ataques.
Vas a un curso de baile y al gimnasio,
devoras el Cómo vivir felices,
derrocas el estrés, haces amigos,
quieres en ese campo ser maestra.
Mientras mueves al ritmo de la samba
más nalgas y caderas, yo te miro
recostado girar sobre una pierna.
Con los ojos cerrados me figuro
donde reinan la artrosis y la acidia,
pero por dentro me muero de envidia.