Emilio Ballagas

Nocturno y elegía

 

 

 

 

NOCTURNO Y ELEGÍA

 

Si pregunta por mí, traza en el suelo

una cruz de silencio y de ceniza

sobre el impuro nombre que padezco.

Si pregunta por mí, di que me he muerto

y que me pudro bajo las hormigas.

Dile que soy la rama de un naranjo,

la sencilla veleta de una torre.

 

No le digas que lloro todavía

acariciando el hueco de su ausencia

donde su ciega estatua quedó impresa

siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.

La carne es un laurel que canta y sufre

y yo en vano esperé bajo su sombra.

Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

 

Si pregunta por mí dale estos ojos,

estas grises palabras, estos dedos;

y la gota de sangre en el pañuelo.

Dile que me he perdido, que me he vuelto

una oscura perdiz, un falso anillo

a una orilla de juncos olvidados:

dile que voy del azafrán al lirio.

 

Dile que quise perpetuar sus labios,

habitar el palacio de su frente.

Navegar una noche en sus cabellos.

Aprender el color de sus pupilas

y apagarse en su pecho suavemente,

nocturnamente hundido, aletargado

en un rumor de venas y sordina.

 

Ahora no puedo ver aunque suplique

el cuerpo que vestí de mi cariño.

Me he vuelto una rosada caracola,

me quedé fijo, roto, desprendido.

Y si dudáis de mí creed al viento,

mirad al norte, preguntad al cielo.

Y os dirán si aún espero o si anochezco.

 

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.

De mí hablarán un día los olivos

cuando yo sea el ojo de la luna,

impar sobre la frente de la noche,

adivinando conchas de la arena,

el ruiseñor suspenso de un lucero

y el hipnótico amor de las mareas.

 

Es verdad que estoy triste, pero tengo

sembrada una sonrisa en el tomillo,

otra sonrisa la escondí en Saturno

y he perdido la otra no sé dónde.

Mejor será que espere a medianoche,

al extraviado olor de los jazmines,

y a la vigilia del tejado, fría.

 

No me recuerdes su entregada sangre

ni que yo puse espinas y gusanos

a morder su amistad de nube y brisa.

No soy el ogro que escupió en su agua

ni el que un cansado amor paga en monedas.

¡No soy el que frecuenta aquella casa

presidida por una sanguijuela!

 

(Allí se va con un ramo de lirios

a que lo estruje un ángel de alas turbias.)

No soy el que traiciona a las palomas,

a los niños, a las constelaciones…

Soy una verde voz desamparada

que su inocencia busca y solicita

con dulce silbo de pastor herido.

 

Soy un árbol, la punta de una aguja,

un alto gesto ecuestre en equilibrio;

la golondrina en cruz, el aceitado

vuelo de un búho, el susto de una ardilla.

Soy todo, menos eso que dibuja

un índice con cieno en las paredes

de los burdeles y los cementerios.

 

Todo, menos aquello que se oculta

bajo una seca máscara de esparto.

Todo, menos la carne que procura

voluptuosos anillos de serpiente

ciñendo en espiral viscosa y lenta.

Soy lo que me destines, lo que inventes

para enterrar mi llanto en la neblina.

 

Si pregunta por mí, dile que habito

en la hoja del acanto y en la acacia.

O dile, si prefieres, que me he muerto.

Dale el suspiro mío, mi pañuelo;

mi fantasma en la nave del espejo.

Tal vez me llore en el laurel o busque

mi recuerdo en la forma de una estrella.

 

 

 

 

ELEGÍA DE MARÍA BELÉN CHACÓN

 

María Belén, María Belén, María Belén,

María Belén Chacón, María Belén Chacón, María

Belén Chacón,

con tus nalgas en vaivén,

de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.

En el cielo de la rumba,

ya nunca habrá de alumbrar

tu constelación de curvas.

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

María Belén Chacón, María Belén Chacón…

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

Ni fue ladrido ni uña,

ni fue uña ni fue daño.

La plancha, de madrugada, fue quien te quemó

el pulmón!

María Belén Chacón, María Belén Chacón…

Y luego, por la mañana,

con la ropa, en la canasta, se llevaron tu sandunga,

tu sandunga y tu pulmón.

¡Que no baile nadie ahora!

¡Que no le arranque más pulgas el negro Andrés

a su tres!

Y los chinos, que arman tánganas adentro

de las maracas,

hagan un poco de paz.

Besar la cruz de las claves.

(iLíbranos de todo mal, Virgen de la Caridá!)

Ya no veré mis instintos

en los espejos redondos y alegres de tus dos nalgas.

Tu constelación de curvas

ya no alumbrará jamás el cielo de la sandunga.

María Belén Chacón, María Belén Chacón.

María Belén, María Belén:

con tus nalgas en vaivén,

de Camagüey a Santiago…

de Santiago a Camagüey.

 

 

 

 

NOCTURNO

 

¿Cómo te llamas, noche de esta noche?

Dime tu nombre. Déjame

tu santo y seña

para que yo te reconozca

siempre

a través de otras noches diferentes.

 

Tú me ofreces su frente en medialuna

(medialuna de carne),

sus labios (pulpa en sombra)

y su perfil al tacto…

(Mañana mi derecha

jugará a dibujar su contorno en el aire).

 

¿Cómo te llamas, noche de esta noche?

Dime tu nombre. Déjame

tu santo y seña

para que yo te reconozca

siempre

a través de otras noches diferentes.

¡Y que pueda llamarte gozoso,

trémulo,

por tu nombre!

 

 

 

 

SONETO A UNA PALMERA

 

Es pulida batuta del paisaje

y melodiosa brújula del cielo

esta palmera que plasmó el anhelo

de estar clavada e invitar al viaje.

 

No sube, que colgada de un celaje

pendicular perpende, toca el suelo

llorando de las hojas sin consuelo

—luz coagulada o estelar miraje—.

 

Epístola de Dios. La poderosa

mano lanzó la flecha que corría

a un destino de antena temblorosa.

 

(A sombra y luz el viento la tañía:

tensa cuerda de un arpa pesarosa,

¡cítara iluminada de alegría!)

 

 

 

 

LA VIRGEN SOBRE LAS AGUAS

 Ofrecimiento del poema
«Quiero tomar un asiento en tu preciosa canoa»
(De un loor anónimo)

Déjame tomar asiento

En tu preciosa canoa

Y poner al cielo proa

Navegando por el viento.

Muévame el Divino Aliento

Con su poderoso brío.

Éntrame en tu claro río

Y súbeme a los alcores

Donde ángeles ruiseñores

Abren las albas del pío.

 

 

 

 

I

 

CANTA A LA LUNA NUEVA QUE ESTÁ A LOS PIES DE LA VIRGEN

 

He aquí la  Nueva Luna

Que como delgada ceja

La blanda tiniebla deja

Para revelarnos una

Firme pupila oportuna.

En penumbra y duermevela

He aquí el párpado que cela

Un sol puro en las entrañas.

¡Luna que mi angustia bañas!

¡Ojo que en la sombra vela!

 

 

II

 

LA VIRGEN SE APARECE EN NIPE

«Sobre las aguas vinisteis a dar al hombre consuelo»
(Gozos de la VIRGEN DE LA CARIDAD)

 

El Ave de Gracia llena

Sobre las aguas se posa.

Inmersa apenas reposa

O quiere avanzar serena.

El reino de Anadiomena

Perece, porque esculpida

Luce María adherida

A la concha de la aurora,

Perla de luz cegadora

Al amanecer mecida.

 

 

III

 

ENTRADA EN LA CANOA

«Vuestro nombre singular tan bello y tan exquisito»
(Gozos…)

 

¿Qué pie pusiste primero

En la barca temblorosa?

¿Qué huella de austera rosa

Marcó con fuego el madero?

¿Tú cuerpo tornó ligero

Lo que el peso ya vencía?

Pues parece que vacía

La ingrávida barca vuela

Dejando impoluta estela

Por donde pasa María.

 

 

IV

 

LA VIRGEN NAVEGA EN LA CANOA

«En las borrascas del mar el hombre más afligido»
(Gozos…)

 

Los tres Juanes de rodillas

La regia visita adoran.

Los tres reman, los tres lloran

Mientras la barca sencilla

Va en vilo… La sin mancilla

Sal ciega en montones juntan

Y tornan. Ya se preguntan

Pescadores de la arena

Quién gobierna la serena

Barca que viene a la orilla.

 

 

V

 

LA VIRGEN ES LLEVADA EN ANDAS A LA VILLA DEL COBRE

«El mar con su gran furor vuestra imagen respetó»
(Gozos…)

 

La Virgen navega sobre

Andas que le han regalado

Y cruza el ameno prado

Por donde se llega al Cobre.

Nuestra Señora del Pobre

Mece al Hijo con cariño

Y el viento agita el aliño

Bordado de su vestido.

Con el vaivén se ha dormido

Mareado el Divino Niño.

 

 

VI

 

SE APARECE A UNA GUAJIRA LLAMADA APOLONIA

«Como una señal del cielo»
(Gozos…)

 

La Fe, que a la luz cernida

De la Verdad Increada

Abre la oscura mirada

Y le ofrece Pan de Vida.

La fuente que sin medida

Sacia nuestra sed de cielo…

Hace que bajen al suelo

Como rendida avecilla

Mostrándote a una sencilla

Campesina por consuelo.

 

 

VII

 

DE LA PARROQUIA DEL COBRE AL SANTUARIO

«Líbranos de todo mal, Virgen de la Caridad».
(Gozos…)

 

Te dejo en tu altar, Señora,

Circundada de alegría,

Cuajada en la melodía

Del sol que tu frente dora.

Allí el Arcángel te adora,

Allí el Amor Soberano

Te consagra por su mano

Gaviota de los navíos,

Patrona del pueblo mío.

¡Virgen de los Océanos!

 

 

 

A LA VIRGEN DEL COBRE

 

Tu aceite crece en perfumadas vetas

de fosfóricos tonos amarillos

que despide a los tardos lazarillos

y declara baldadas las muletas…

 

Sobre la piel tatuada por las grietas

que la peste oprimiera en sus anillos

con dedos celestiales y sencillos

dibujas astros, rosas y cometas.

 

El prodigioso bálsamo de olivo

derrama sus virtudes gota a gota

bajo el doliente surtidor votivo.

 

Y fluye inagotable de la alcuza

de nuevo a modelar la pierna rota…

A nutrir la sonámbula lechuza.

 

 

 

EL BAILE DEL PAPALOTE

Echa cabuya al papalote
Baile polular

 

Ponte frenillo’ en los hombros,

mulata, y en el ombligo.

Vas a volar en la rumba.

¡Te voy a empinar, te digo!

 

Abre el chal

que va a empezar

el baile del papalote.

¡Quieta! ¡Aguanta!

 

Espera, santa…

Del lado que sopla el ron

¡te voy a empinar, mulata!

Sujeta… Suelta.

 

Ya flotas

de seda y güin en la rumba.

Cambia. Gira, sube, baja.

¡Cuidado con la culebrilla!

 

Empínate, papalote.

Empínate, empina ya.

Sube, morena, las nalgas,

¡que se ha soltado la música!

 

Tienes toda la cabuya

y vas subiendo a la altura.

¡Cómo sube tu cintura

mientras aumenta la bulla!

 

Empínate, papalote,

empínate, sube más…

otra vuelta,

cambia,

cambia.

¡Si se rompe la cabuya

no sé donde irás a dar!

 

¿Estás dando culebrilla?

Te hace falta contrapeso.

Suéltate un poco la cola

para que bailes serena.

 

Ábrete la bata blanca,

nadando en rumba, sirena…

¿Sigues dando culebrilla?

Es el ron que sopla fuerte.

 

Te estás cayendo, mulata.

Estás jalada, mi santa.

Antes que el viento te lleve

voy a empezar a bajarte.

 

Voy a recoger cabuya…

(Envuelve, José, la música

en un ovillo de claves.)

 

Baja…

Baja el papalote.

Ya está cerca, ya está abajo…

Morena, ¡ven a mis brazos!

 

 

 

 

DELICIA AMANECIDA

 

Te siento respirar sobre mi hombro

y el río de tu aliento me desnuda;

casta te abrazas a mi estatua muda

mientras de besos tu nocturno alfombro.

 

Asoma el alba su rosado asombro

y la última estrella aún tiembla y duda

cuando toda mi sangre te saluda

y por tu nombre cálido te nombro.

 

¡Oh! Despertar en prisa consumido

por entregar a la mirada mía

lo que mi tacto pierde con el día.

 

Y confirmar el goce presentido

tan sólo por los ojos del contacto

que te soñaban de un moreno exacto.

 

 

 

 

DANZA NEGRA

 

Calabó y bambú

Bambú y calabó

El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.

La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.

Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.

Es la danza negra de Fernando Poo.

El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú

El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.

Calabó y bambú.

Bambú y calabó.

 

Rompen los junjunes en furiosa u.

Los gongos trepidan con profunda o.

Es la raza negra  que ondulando va.

En el ritmo gordo del mariyandá.

Llegan los botucos a la fiesta ya.

Danza que te danza la negra se da.

 

 

 

Emilio Ballagas (Camagüey, 1908 - La Habana, 1954). Poeta cubano cuya obra es representativa del vanguardismo de la década de 1930; es uno de los más est ... LEER MÁS DEL AUTOR