Nocturno y elegía
NOCTURNO Y ELEGÍA
Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.
No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.
La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.
Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos;
y la gota de sangre en el pañuelo.
Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
a una orilla de juncos olvidados:
dile que voy del azafrán al lirio.
Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarse en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en un rumor de venas y sordina.
Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño.
Me he vuelto una rosada caracola,
me quedé fijo, roto, desprendido.
Y si dudáis de mí creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.
¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.
De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.
Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé dónde.
Mejor será que espere a medianoche,
al extraviado olor de los jazmines,
y a la vigilia del tejado, fría.
No me recuerdes su entregada sangre
ni que yo puse espinas y gusanos
a morder su amistad de nube y brisa.
No soy el ogro que escupió en su agua
ni el que un cansado amor paga en monedas.
¡No soy el que frecuenta aquella casa
presidida por una sanguijuela!
(Allí se va con un ramo de lirios
a que lo estruje un ángel de alas turbias.)
No soy el que traiciona a las palomas,
a los niños, a las constelaciones…
Soy una verde voz desamparada
que su inocencia busca y solicita
con dulce silbo de pastor herido.
Soy un árbol, la punta de una aguja,
un alto gesto ecuestre en equilibrio;
la golondrina en cruz, el aceitado
vuelo de un búho, el susto de una ardilla.
Soy todo, menos eso que dibuja
un índice con cieno en las paredes
de los burdeles y los cementerios.
Todo, menos aquello que se oculta
bajo una seca máscara de esparto.
Todo, menos la carne que procura
voluptuosos anillos de serpiente
ciñendo en espiral viscosa y lenta.
Soy lo que me destines, lo que inventes
para enterrar mi llanto en la neblina.
Si pregunta por mí, dile que habito
en la hoja del acanto y en la acacia.
O dile, si prefieres, que me he muerto.
Dale el suspiro mío, mi pañuelo;
mi fantasma en la nave del espejo.
Tal vez me llore en el laurel o busque
mi recuerdo en la forma de una estrella.
ELEGÍA DE MARÍA BELÉN CHACÓN
María Belén, María Belén, María Belén,
María Belén Chacón, María Belén Chacón, María
Belén Chacón,
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.
En el cielo de la rumba,
ya nunca habrá de alumbrar
tu constelación de curvas.
¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?
María Belén Chacón, María Belén Chacón…
¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?
Ni fue ladrido ni uña,
ni fue uña ni fue daño.
La plancha, de madrugada, fue quien te quemó
el pulmón!
María Belén Chacón, María Belén Chacón…
Y luego, por la mañana,
con la ropa, en la canasta, se llevaron tu sandunga,
tu sandunga y tu pulmón.
¡Que no baile nadie ahora!
¡Que no le arranque más pulgas el negro Andrés
a su tres!
Y los chinos, que arman tánganas adentro
de las maracas,
hagan un poco de paz.
Besar la cruz de las claves.
(iLíbranos de todo mal, Virgen de la Caridá!)
Ya no veré mis instintos
en los espejos redondos y alegres de tus dos nalgas.
Tu constelación de curvas
ya no alumbrará jamás el cielo de la sandunga.
María Belén Chacón, María Belén Chacón.
María Belén, María Belén:
con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago…
de Santiago a Camagüey.
NOCTURNO
¿Cómo te llamas, noche de esta noche?
Dime tu nombre. Déjame
tu santo y seña
para que yo te reconozca
siempre
a través de otras noches diferentes.
Tú me ofreces su frente en medialuna
(medialuna de carne),
sus labios (pulpa en sombra)
y su perfil al tacto…
(Mañana mi derecha
jugará a dibujar su contorno en el aire).
¿Cómo te llamas, noche de esta noche?
Dime tu nombre. Déjame
tu santo y seña
para que yo te reconozca
siempre
a través de otras noches diferentes.
¡Y que pueda llamarte gozoso,
trémulo,
por tu nombre!
SONETO A UNA PALMERA
Es pulida batuta del paisaje
y melodiosa brújula del cielo
esta palmera que plasmó el anhelo
de estar clavada e invitar al viaje.
No sube, que colgada de un celaje
pendicular perpende, toca el suelo
llorando de las hojas sin consuelo
—luz coagulada o estelar miraje—.
Epístola de Dios. La poderosa
mano lanzó la flecha que corría
a un destino de antena temblorosa.
(A sombra y luz el viento la tañía:
tensa cuerda de un arpa pesarosa,
¡cítara iluminada de alegría!)
LA VIRGEN SOBRE LAS AGUAS
Ofrecimiento del poema
«Quiero tomar un asiento en tu preciosa canoa»
(De un loor anónimo)
Déjame tomar asiento
En tu preciosa canoa
Y poner al cielo proa
Navegando por el viento.
Muévame el Divino Aliento
Con su poderoso brío.
Éntrame en tu claro río
Y súbeme a los alcores
Donde ángeles ruiseñores
Abren las albas del pío.
I
CANTA A LA LUNA NUEVA QUE ESTÁ A LOS PIES DE LA VIRGEN
He aquí la Nueva Luna
Que como delgada ceja
La blanda tiniebla deja
Para revelarnos una
Firme pupila oportuna.
En penumbra y duermevela
He aquí el párpado que cela
Un sol puro en las entrañas.
¡Luna que mi angustia bañas!
¡Ojo que en la sombra vela!
II
LA VIRGEN SE APARECE EN NIPE
«Sobre las aguas vinisteis a dar al hombre consuelo»
(Gozos de la VIRGEN DE LA CARIDAD)
El Ave de Gracia llena
Sobre las aguas se posa.
Inmersa apenas reposa
O quiere avanzar serena.
El reino de Anadiomena
Perece, porque esculpida
Luce María adherida
A la concha de la aurora,
Perla de luz cegadora
Al amanecer mecida.
III
ENTRADA EN LA CANOA
«Vuestro nombre singular tan bello y tan exquisito»
(Gozos…)
¿Qué pie pusiste primero
En la barca temblorosa?
¿Qué huella de austera rosa
Marcó con fuego el madero?
¿Tú cuerpo tornó ligero
Lo que el peso ya vencía?
Pues parece que vacía
La ingrávida barca vuela
Dejando impoluta estela
Por donde pasa María.
IV
LA VIRGEN NAVEGA EN LA CANOA
«En las borrascas del mar el hombre más afligido»
(Gozos…)
Los tres Juanes de rodillas
La regia visita adoran.
Los tres reman, los tres lloran
Mientras la barca sencilla
Va en vilo… La sin mancilla
Sal ciega en montones juntan
Y tornan. Ya se preguntan
Pescadores de la arena
Quién gobierna la serena
Barca que viene a la orilla.
V
LA VIRGEN ES LLEVADA EN ANDAS A LA VILLA DEL COBRE
«El mar con su gran furor vuestra imagen respetó»
(Gozos…)
La Virgen navega sobre
Andas que le han regalado
Y cruza el ameno prado
Por donde se llega al Cobre.
Nuestra Señora del Pobre
Mece al Hijo con cariño
Y el viento agita el aliño
Bordado de su vestido.
Con el vaivén se ha dormido
Mareado el Divino Niño.
VI
SE APARECE A UNA GUAJIRA LLAMADA APOLONIA
«Como una señal del cielo»
(Gozos…)
La Fe, que a la luz cernida
De la Verdad Increada
Abre la oscura mirada
Y le ofrece Pan de Vida.
La fuente que sin medida
Sacia nuestra sed de cielo…
Hace que bajen al suelo
Como rendida avecilla
Mostrándote a una sencilla
Campesina por consuelo.
VII
DE LA PARROQUIA DEL COBRE AL SANTUARIO
«Líbranos de todo mal, Virgen de la Caridad».
(Gozos…)
Te dejo en tu altar, Señora,
Circundada de alegría,
Cuajada en la melodía
Del sol que tu frente dora.
Allí el Arcángel te adora,
Allí el Amor Soberano
Te consagra por su mano
Gaviota de los navíos,
Patrona del pueblo mío.
¡Virgen de los Océanos!
A LA VIRGEN DEL COBRE
Tu aceite crece en perfumadas vetas
de fosfóricos tonos amarillos
que despide a los tardos lazarillos
y declara baldadas las muletas…
Sobre la piel tatuada por las grietas
que la peste oprimiera en sus anillos
con dedos celestiales y sencillos
dibujas astros, rosas y cometas.
El prodigioso bálsamo de olivo
derrama sus virtudes gota a gota
bajo el doliente surtidor votivo.
Y fluye inagotable de la alcuza
de nuevo a modelar la pierna rota…
A nutrir la sonámbula lechuza.
EL BAILE DEL PAPALOTE
Echa cabuya al papalote
Baile polular
Ponte frenillo’ en los hombros,
mulata, y en el ombligo.
Vas a volar en la rumba.
¡Te voy a empinar, te digo!
Abre el chal
que va a empezar
el baile del papalote.
¡Quieta! ¡Aguanta!
Espera, santa…
Del lado que sopla el ron
¡te voy a empinar, mulata!
Sujeta… Suelta.
Ya flotas
de seda y güin en la rumba.
Cambia. Gira, sube, baja.
¡Cuidado con la culebrilla!
Empínate, papalote.
Empínate, empina ya.
Sube, morena, las nalgas,
¡que se ha soltado la música!
Tienes toda la cabuya
y vas subiendo a la altura.
¡Cómo sube tu cintura
mientras aumenta la bulla!
Empínate, papalote,
empínate, sube más…
otra vuelta,
cambia,
cambia.
¡Si se rompe la cabuya
no sé donde irás a dar!
¿Estás dando culebrilla?
Te hace falta contrapeso.
Suéltate un poco la cola
para que bailes serena.
Ábrete la bata blanca,
nadando en rumba, sirena…
¿Sigues dando culebrilla?
Es el ron que sopla fuerte.
Te estás cayendo, mulata.
Estás jalada, mi santa.
Antes que el viento te lleve
voy a empezar a bajarte.
Voy a recoger cabuya…
(Envuelve, José, la música
en un ovillo de claves.)
Baja…
Baja el papalote.
Ya está cerca, ya está abajo…
Morena, ¡ven a mis brazos!
DELICIA AMANECIDA
Te siento respirar sobre mi hombro
y el río de tu aliento me desnuda;
casta te abrazas a mi estatua muda
mientras de besos tu nocturno alfombro.
Asoma el alba su rosado asombro
y la última estrella aún tiembla y duda
cuando toda mi sangre te saluda
y por tu nombre cálido te nombro.
¡Oh! Despertar en prisa consumido
por entregar a la mirada mía
lo que mi tacto pierde con el día.
Y confirmar el goce presentido
tan sólo por los ojos del contacto
que te soñaban de un moreno exacto.
DANZA NEGRA
Calabó y bambú
Bambú y calabó
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Poo.
El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú
El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
Rompen los junjunes en furiosa u.
Los gongos trepidan con profunda o.
Es la raza negra que ondulando va.
En el ritmo gordo del mariyandá.
Llegan los botucos a la fiesta ya.
Danza que te danza la negra se da.